Las rubias de Alfred Hitchcock
Nominado a cinco Oscar. Ganador de ninguno. Genio del cine de suspense, uno de los responsables de convertir al cine negro en uno de los campos más apasionantes del cine y persona obsesionada con el crimen perfecto. A la lista dos obsesiones más: las madres y las rubias. Las primeras también pueden ser rubias pero nunca serán la mujer sexy de una película de Alfred Hitchcok.
Hitchcock sabía dotar a sus películas de todos los elementos indispensables para gustar a cualquier público. El carácter sexual y de atracción no podía faltar. En blanco y negro o en color las rubias de Hitchcock van apareciendo y algunas seducen a la cámara con planos en ropa interior tan injustificados como el arte de Norman Bates con el cuchillo de filetear pollos. Pero aquí nadie está para quejarse de las dificultades que Janet Leigh tuvo que vivir en ‘Psicosis‘.
El director británico contaba con los galanes de la época, como James Stewart o Cary Grant, siempre acompañados por las rubias más oxigenadas que acababan viviendo las peores situaciones mientras asaltaban pisos ajenos (como la dulce Grace Kelly, también a punto de ser ahorcada), millonarias rebeldes poco amantes de los pájaros (Tippi Hedren) o las amantes de las alturas y poco amigas de las monjas (Kim Novak).
Rubias inocentes que acababan por mostrar una maldad o pillería que Hitchcock volvía atractiva. Claro que la sonrisa de Grace Kelly podía estar destripando a un cordero que nada eclipsaría su belleza.
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