Experiencias míticas

Todo al once rojo

Me gusta ver cómo la gente pierde su dinero a las cartas, o a la ruleta, o en el fichaje del verano. Ese instante fatal, en el que se apuesta todo y se empujan las fichas al centro de la mesa, donde arde una gran pasión, posee una belleza y un dramatismo sin igual. No quieres, pero por otra parte, no puedes evitar coquetear con la destrucción. ¿Quién no quiere ir al infierno de paseo, y regresar a casa a tiempo de cenar unas nécoras, mirando a la playa? Tienes pasta fresca en la cartera y tienes buenas cartas, te dices, así que por qué no vas a jugarte el coche, o la casa, o las pelotas. O por qué no vas a fichar a Bale, qué demonios. Dentro de ti sólo arde una pregunta: «¿Y si gano?»  Hay un tipo de individuos que, enfrentados a la posibilidad cierta de una bancarrota, nunca piensan en la estadística. Esos tipos se ríen de las probabilidades y de la estadística y de la bancarrota y de su sombra.

Algunos días nos gusta pensar que lo importante en la vida es tener una buena mano, y lanzarse en picado. Da igual lo que hayas hecho hasta entonces. Y en cuanto al futuro, ya lo discutirás cuando llegue. En cierto sentido, siempre has estado esperando ese minuto, para jugártelo todo sin pensar si habrá mañana. A veces ni siquiera hay cerveza en la nevera para esta noche. Estás dispuesto a creer que el dinero sólo es algo que arrojar desde el último vagón del tren. Así que reúnes todo lo que tienes y lo apuestas. «Todo al once rojo», anuncias, como si hablases para la Historia y estuvieses sobre un caballo. Entonces entras en ebullición. Es algo difícil de explicar. Sientes el calor, las burbujas, la erección. No hay nada como ese segundo en el que sueñas que ganas, te levantas de la mesa y le dices a tu entrenador: «Ahí tienes a Bale; ahora tráeme la Champion».

Lo bello de verdad, sin embargo, es cuando estás sin blanca y sigues la partida desde lejos, con las manos en los bolsillos, ese sitio desértico donde reina un gran silencio, pues no tienes ni para la tragaperras. Ni siquiera tienes un cigarrillo, por si te apeteciese de pronto fumar y calmar tranquilamente el desasosiego. No por no jugarte nada, y ser un mero espectador de la timba, estás menos nervioso. Es fácil empatizar con los dramas ajenos. Produce un regusto vertiginoso ver cómo sube la apuesta absurdamente, y los tahúres van hilando sus tics a la espera del gesto final, cuando ya está sobre el tapete el maletín para pagar el fichaje de Bale y sólo hay que esperar la llegada de la bancarrota y que también este año –jejejeje jejejeje jejejeje– se escape la Champion.  Tú, después de todo, eres del Atlético y todo lo que tenga que ver con los dramas del madridismo te hace feliz. Es patético, sí, pero placentero. Ojalá pudieses hacer algo por evitarlo. Pero no puedes. Ni quieres. Apostarías todo lo que tienes, de hecho, a que se repitiese más a menudo.

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Comentarios

  1. Comentario by Maholi - agosto 09, 2013 08:38 pm

    encantada de como escribes :) atraes al lector a continuar leyendo.

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