Mientras las nuevas series llegadas del otro lado del Atlántico han decepcionado esta temporada –sobre todo en un triste apartado de comedia–, Reino Unido sigue acertando: ‘Peaky Blinders’, miniserie de seis capítulos de BBC Two, ha sido una de las revelaciones de la temporada. Es todo brío y atrevimiento; su concepción del thriller de época resulta más excitante que, digamos, la de ‘Copper’ e incluso ’Boardwalk Empire’, con la que ha sido comparada a menudo.

Se veía venir, tan solo echando un vistazo a sus fabricantes. La serie está escrita por Steven Knight, a quien se deben los guiones de ‘Promesas del Este’, de David Cronenberg, o la interesante ‘Negocios ocultos’ de Stephen Frears. Y una notoria parte de sus capítulos están dirigidos por Otto Bathurst, el autor nada menos que de “El himno nacional”, primera historia de ‘Black Mirror’, la del primer ministro chantajeado para montárselo con un cerdo; también ha dirigido episodios del intenso drama ‘Cinco días’. Que el protagonista de ‘Peaky Blinders’ sea Cillian Murphy (‘Origen’) tampoco molesta.

¿De qué va ‘Peaky Blinders’? La serie explora el mundo, o submundo, de una banda de mafiosos que durante los años 20 sembró el terror en Birmingham. Ocultaban cuchillas en sus boinas y apenas ocultaban su ánimo de obtener tanto poder como pudieran. De eso habla la serie: de algo tan corriente y actual como el ansia de poder, los límites del mal y qué conduce a un hombre joven y lúcido por la espiral del crimen.

Al comienzo de la serie conocemos a este hombre, Thomas Shelby (Murphy), que controla la organización de los Peaky Blinders, creada en torno a la familia Shelby. En sus manos cae, de forma equivocada, una caja de armas de la fábrica local, y por supuesto, él decide usarla de la forma equivocada; al menos en términos morales. Esa caja es una especie de oportunidad para conducir su negocio a otra fase de expansión.

Otros miembros de la familia Shelby son la Tía Polly (Helen McRory), matriarca del clan, apoyo racional en la sombra de sus actividades criminales. El hermano mayor Arthur (Paul Anderson), con menos seso del que él cree. El hermano menor John (Joe Cole), de cuchilla fácil. O la joven Ada (Sophie Rundle), más aficionada a la moda que a los negocios, pero menos superficial de lo que parece y sin miedo a sus hermanos. Ada bebe los vientos por el marxista Freddie (Iddo Goldberg), que anima a los trabajadores a la huelga por los recientes cortes en su sueldo. Por su parte, Thomas se ha obstinado en conocer más de cerca a Grace (Annabelle Wallis, en la foto de abajo), una joven irlandesa, nueva camarera del pub The Garrison, que ha llegado a Birmingham con secretos para dar y regalar; puro enigma.

Uno de los aspectos atractivos de ‘Peaky Blinders’, otro de ellos, más allá de su guión, dirección y reparto –hay que mencionar también a Andy Nyman como un joven Churchill y a un afortunado Sam Elliott como líder de la justicia–, es su música. Como Sofia Coppola en ‘María Antonieta’, los responsables de la serie han decidido dotar a esta historia de época de un fondo sonoro del todo anacrónico. Suenan canciones rock’n’roll donde debería sonar folclore de aquel tiempo. El tema principal es “Red Right Hand” de Nick Cave & The Bad Seeds, y también suenan The White Stripes (“I Think I Smell a Rat”, “St. James Infirmary Blues”), The Raconteurs (“Blue Veins”)…

‘Peaky Blinders’ ha supuesto una de las mejores sorpresas de la temporada, quizá la mejor junto a ‘Masters of Sex’. Un modelo de cómo acercarse a la ficción que transcurre en el pasado sin apestar a naftalina, como si el hecho de volver atrás en el tiempo tuviera que suponer, necesariamente, ralentizar la acción o detenerse en exceso a admirar el elemento vintage de decorados y vestuario. Tomen nota, productores del mundo.

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