Wilco están de moda, sus canciones no
Por paradójico que pueda resultar, Wilco están de moda. Al menos en España. Resulta fascinante que el grupo haya logrado cierta repercusión social ahora que sus discos languidecen en la autocomplacencia y la inspiración de Jeff Tweedy se apagó en los últimos acordes de Kicking Television. Nadie habla de malos discos: sólo de discos que no son más que discos agradables. Hay quienes, a estas alturas, no exigimos otra cosa. Por lo pronto, Wilco se han acercado queriendo o sin querer al mainstream. Se han convertido en cierta referencia: la de la música de clase media, distinguida. Hay quien cree que son populares, pero no son más populares de lo que cree el underground, que tiende a sobredimensionarse a sí mismo constantemente.
Quizá ese sea uno de los problemas del underground y no de Wilco. Hace no demasiado, un estudio de la Universidad de La Rioja determinó que los gustos musicales del universitario medio no eran lo más refinados. La muestra de la encuesta era pequeña (600 estudiantes), así que no podemos hacernos todavía una idea científica de qué se escucha en las universidades y qué no. Pero si habéis tenido contacto con ella recientemente podréis comprobar que las cifras que aporta el estudio no van muy desencaminadas. Allí Wilco aparecían como el grupo más desconocido de entre todos los citados. Una auténtica minoría. Un reducto. Un exotismo. ¿Cuál es la auténtica realidad del grupo? ¿Cuál es la auténtica realidad del indie? ¿El rock escultura o la Universidad de La Rioja?
El underground que se creía mainstream
Wilco en España están en el epicentro del huracán del universo indie. Dejados atrás Yankee Hotel Foxtrot y A Ghost Is Born, en general aceptados por la crítica como dos discos de relumbrón de la pasada década, Wilco se han dedicado desde 2007 a hacer la música que más les apetecía. Jeff Tweedy definió una vez las sesiones de grabación de Sky Blue Sky como el proceso de composición grupal de todos los componentes. Sólo seis tipos delante de instrumentos, en una habitación, al estilo de The Band. Por supuesto, desde entonces los hay quienes no han desperdiciado la ocasión para definirles como un remedo de The Band. No sé si esto preocupa demasiado a Tweedy, creo que no, pero sí preocupa en general al pequeño mundo mediático de la música underground.
No resulta extraño, por otro lado, dado que se trata de un mundo enormemente preocupado por todas las tendencias que suceden a su alrededor. Wilco han dejado de ser tendencia, aunque estén de moda. Su resucitado clasicismo ha sido apto para oídos adultos que no se preocupan tanto como nosotros por la música. Vuestros padres. Los míos. Alerta: estigma. Xabi Alonso los tuitea. Sus canciones sirven de apertura a las secciones desenfadadas (ahora, todas) de Hoy por Hoy. El Liceo se llena para escuchar sus canciones (a precio de oro). ¿Qué ha sido del emblema indie que publicó su obra maestra en Internet porque la discográfica de turno consideraba el sonido de sus canciones demasiado complejo para el mundo real?
Wilco ya han dejado de ser referencia. O si lo son, generalmente es en términos peyorativos. La tendencia dominante en cualquier crítico musical joven medio es la de incluir una cita despectiva al grupo en algún artículo. Las redes sociales están plagadas de jóvenes y radicales apologetas de la música indie que gustan de mofarse de Tweedy y su rock ya desfasado. Wilco son los nuevos Dire Straits. Y Dire Straits apestan. Wilco son los padres. Y el indie siempre tiene que matar a sus padres. Acudid a la llamada, corred la voz: lo que un día fue trendy, lo que un día estuvo propulsado por los festivales alternativos y las gafas de pasta ahora ha dejado de ser importante. ¿Quieres ser rompedor? Despacha con cinismo los discos de Wilco.
Grandes discos por sí mismos
Esta extraña idea, tan previsible por otro lado, ha dado pie a las teorías más divertidas de los últimos tiempos. Por ejemplo: que Wilco son el vivo ejemplo del rock burgués. Que son el estandarte de la clase media-alta urbana. Uhm: que el indie debería ser marxista y que Wilco encajan con una cosmovisión de las cosas mucho más conservadora. Repasando los trabajos del grupo, cabe preguntarse no obstante: ¿qué hay de cierto detrás de tanta rimbombante declaración? Puede que sus tres últimos discos tengan algo de todo eso, pero a veces da la sensación que nadie ha querido escarbar demasiado en el archivo sonoro de sus canciones.
Si esto parece una defensa de Wilco es porque lo es. Yo sigo defendiendo a Wilco, porque en general desprecio las tendencias autoproclamadas. A día de hoy sigue siendo el grupo que más he escuchado según Last FM. Puede que no sea exactamente cierto, pero sí que he pasado horas, días y meses en sus discos. Especialmente en Yankee Hotel Foxtrot, de cuyas obsesiones y anomalías sonoras nunca me he cansado. También en A Ghost Is Born, el disco que me permitió entrar en su universo precisamente en el momento de mi vida en el que necesitaba canciones como las suyas. También en Being There, el disco más festivo, el que comprendió que lo clásico no estaba reñido con lo moderno y el que recuperó el halo del verdadero rock ‘n roll, el mismo al que cantan Espanto mientras algunos aún no quieren darse por enterados.
Las canciones de Wilco son una parte demasiado importante de mi vida como para matar al padre. Y creo firmemente que sus discos se sostienen con firmeza frente al paso del tiempo, que Dire Straits no tienen nada parecido a Yankee Hotel Foxtrot y que ojalá sus canciones se popularicen de verdad, la escena sufra un colapso epiléptico del impacto y el mundo mainstream esté dominado por grupos tan aburridos y previsibles como sus tres últimos discos. Supongo que por cada nuevo oyente que atraído por los sonidos amables de The Whole Love termina en Being There habrá merecido la pena. Es una quimera, porque el indie es el 0’5% y Wilco están ahí dentro, por más que a Xabi Alonso le gusten mucho. En el fondo, Xabi Alonso es indie y aún no nos hemos dado cuenta. En el fondo, no importa qué son Wilco sino lo que son canciones como ‘Kamera’, ‘Muzzle of Bees’ o ‘Via Chicago’. Canciones enormes, para una vida o varias.
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