Placer en la boca: la explosión del caviar beluga
Recuerdo la primera vez que comí caviar. Me refiero a caviar del bueno, no a ese sucedáneo que te pone tu abuela cuando vas a comer en unas fiestas “especiales”. Tendría yo 22 años y ya había superado todos esos prejuicios a comer “ese tipo de cosas”. Reconozcamos que si no te gusta comer mucho, el caviar seguro que será una de esas cosas que nunca probarás.
Pero como se suele decir, en la vida hay que probarlo todo. Si yo os dijese que os estáis perdiendo un sabor lleno de matices que son muy difíciles de describir y que os pueden llevar, si cerráis los ojos, a viajar miles de kilómetros, ¿lo probaríais? Seguro que sí.
Daniel Martínez es un gastrónomo empedernido. Estudió Ciencias Políticas, pero se dio cuenta que lo suyo era la cocina, así que se fue a la mejor escuela de España. Actualmente es coordinador y editor de Directo al Paladar y hace experimentos con galletas en su blog El Monstruo de las Galletas. Su objetivo gastronómico en la vida es llegar a conocer todos los entresijos de la gastronomía.
Daniel Martínez es un gastrónomo empedernido. Estudió Ciencias Políticas, pero se dio cuenta que lo suyo era la cocina, así que se fue a la mejor escuela de España. Actualmente es coordinador y editor de Directo al Paladar y hace experimentos con galletas en su blog El Monstruo de las Galletas. Su objetivo gastronómico en la vida es llegar a conocer todos los entresijos de la gastronomía.
Trabajaba como encargado en una tienda de productos gourmet, anda que no ha llovido desde entonces. Y al dueño de la tienda le encantaba el caviar y no paró hasta conseguir que pudiésemos vender caviar beluga 000. Como es algo que no se vende muy fácilmente, casi todas las latas de este manjar acabaron casi siempre consumidas por él. Bueno, y por los que trabajábamos allí, si os soy sincero.
Nunca sabré cuanto costaba una lata de aquellas, me refiero al precio real, al de coste para la tienda. Creo recordar que una latita de unos 100 gramos a un cliente le salía por unos 1.000 euros. Aunque, como os cuento, creo que ha pasado demasiado tiempo como para recordarlo con exactitud.
Con mi jefe, el dueño de la tienda, aprendí el ritual de comer el mejor caviar del mundo. Sí, tiene su miga, no es tan sencillo como parece. La preparación consiste en tener todo el material que necesitaremos a punto. Una fuente o copa grande donde poner mucho hielo picado. Encima del hielo pondremos la lata de caviar, y para comerlo utilizaremos unas cucharillas de nácar. Para acompañar unas tostaditas muy finas de pan y mantequilla. Para beber un buen champagne.
Las cucharillas de nácar, podría resultar una excentricidad más, pero tiene su sentido. Es el único material que no modifica en nada el sabor de las huevas de caviar. El acero por ejemplo lo desvirtúa demasiado y no queremos eso con un alimento que resulta tan excesivamente caro.
La experiencia, la primera vez, es única y creo que inolvidable. Y gracias a Dios si que ha sido repetible. Introducir una cucharadita de caviar en la boca hace despertar los sentidos del tacto, el olfato y el gusto como pocas cosas consiguen. Unas esferas perfectamente redondas, un tacto frío, y lo mejor cuando las muerdes y explotan en la boca, tras una pequeña y crujiente resistencia el sabor que te inunda la boca es muy complejo, como si te metieses un poquito del mar caspio en la boca. Tienes que vivirlo.
Fotos | Acme y geishaboy500 en flickr
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