‘Mad Men’ es el matrimonio
Una unión que va precedida por un aviso tan alentador como “hasta que la muerte nos separe” no es una portabilidad a una compañía de móviles o el nuevo entrenador del Real Madrid con proyecto a largo plazo. El matrimonio ya impone desde antes siquiera de dar el sí, quiero, con la cabeza gacha, la voz que no sale de dentro, un montón de recuerdos pasando ante tus ojos grabados por el cinismo de Woody Allen ante tales palabras de ánimo. Hasta que llegue la muerte yo estaré ahí parece más una frase de Schwarzenegger que de alguien demostrando su amor. Normal que Don Draper se haya convertido en Míster Drama, en el emo más elegante de la televisión actual. ‘Mad Men’ es el matrimonio. Y Draper ya lleva dos.
El matrimonio de ‘Mad Men’ tiene seis años de vida, a año por temporada. En 2007 Matthew Weiner dio vida a la historia de un publicista que vive su propia campaña diariamente. Si él no logra vender un anuncio a personas cuyo principal interés es elegir el vino de la comida, el destino de vacaciones más exótico o a qué burdel ir tras cerrar el trato, nadie puede. El matrimonio de Mad Men va avanzado a su tiempo, la unión se selló entre tantas personas que el último capítulo de la sexta temporada llegó a contar con 2,7 millones de telespectadores de media, su mayor cifra hasta el momento. De ahí, los fieles que aceptamos la unión seremos los menos, los amantes en busca del desliz rápido, los más.
La sexta temporada de ‘Mad Men’ no fue fácil, de contar hasta la mitad podría ser una de las peores pero el sí dado hace seis años hace que lo negativo acabe convirtiéndose en algo tan necesario como lo positivo. Ningún matrimonio es perfecto, no hay seis años de risas, de pasión, de amor, ni siquiera puede haber uno. ‘Mad Men’ nos ha ofrecido seis y terminará con la séptima temporada al año que viene.
El domingo noche para algunos, el lunes para otros, era el día de la ceremonia, de cuidar el matrimonio, de volver del curro y mantener la conversación cada vez más corta y trivial tras tantos años de unión, de convertirse en aquellas parejas que van de la mano por la calle calladas porque ya lo han vivido todo pero no pierden la sonrisa, ni siquiera el brillo en los ojos al mirar a su pareja a quien ya ven más vestida en la cama que desnuda. El domingo noche era el momento de cuidar a ‘Mad Men’, de pensar que Draper y compañía iban a seguir siendo tan grandes como en el pasado, pese a los bostezos y la rutina a la que nos habían sumado los momentos débiles precederían a los cierres a los que la serie nos había acostumbrado.
Llegó ese final, llegó el episodio número 13 despidiéndose desde que comenzase, y con él llegaron los obuses. Sin los obuses ‘Mad Men’ no sería tal, podríamos estar ante tantas otras series anodinas basadas en la repetición del folletín mal hecho y despreciado. El folletín lo es todo, es lo que sustenta cualquier agencia cuando ya no interesan los negocios de esta sino las barbas de Stan Rizzo o la puerta de la despensa de la vecina. ‘Mad Men’ es el culto al folletín moderno con una capa de barniz para que no dé el pestazo a viejo.
El cierre de la sexta temporada es el matrimonio de ‘Mad Men’ llevado al culmen. El momento necesario en toda unión “hasta la muerte” en el que coger aliento, cambiar la rutina, pegar el portazo necesario ––contad cuántos planos de puertas hay en este final, la distancia que hay entre las personas que conversan, el recurso del ascensor vuelto a usar–– y tirar el obús que cumple con su función de destruir. En este caso siempre destruye los errores, el aburrimiento y el estatismo del matrimonio, ‘Mad Men’ se había asentado en él, en las camas a oscuras de Draper, en sus recuerdos en forma de densos tormentos, en los cruces de vías de vividores y egoístas empedernidos unidos bajo una misma agencia o una misma botella de alcohol dando vueltas alrededor como un taxi hacia el aeropuerto. “Yo he perdido el control”, reconoce Draper.
A falta de los últimos trece nuevos y últimos episodios, el matrimonio de ‘Mad Men’ quiere volver a ver a su pareja desnuda, a cargarse a quien le espetó con mezquindad la eterna unión hasta la muerte, romper con cualquier atadura y mal habito pasado para volver a disfrutar de una nueva etapa de recién enamorados. Para ello ruedan cabezas, nuevos futuros profesionales y personales pero por primera vez, el matrimonio de ‘Mad Men’ parece que va a dejar de huir. Y la huída era la eterna puerta abierta de Draper quien ahora prefiere los obuses a los pomos dorados de hoteles de lujo.
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