El tercer tiempo
Cada cierto tiempo irrumpe un portento en los campos de fútbol que deslumbra a los aficionados, y a los periodistas, mientras inicia lentamente el camino a su autodestrucción. Es joven y simpático, pero su desparpajo y talento ya prometen calamidades. No decimos que sea habitual, pero pasa a menudo. Voltaire sostenía que hay que estar poseído por el diablo para triunfar en cualquier arte. Ese jugador que, desde que apenas era un cadete, juega con cerillas, es la clase de transgresor que maneja la idea de que el fútbol es mucho más que fútbol, y que por momentos, ni siquiera tiene nada que ver con el fútbol, tal y como aprendió en su barrio, donde hay camellos, obreros, soldadores, incluso alguna artista. En cierto sentido, ésta es una idea irreprochable, salvo por los matices colindantes. En su teoría, el deporte no es algo que se agote en noventa minutos, sin contar el descanso. Ni siquiera es una cuestión de vida o muerte, o incluso de algo más importante, como afirmaba Bill Shankly. El fútbol solo, entendido como un cóctel austero de deporte y renuncia al resto de placeres de la vida, no cura la sed. Hay que mezclarlo con algo más. Leer más…
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