Las manías de la dama de la novela negra
Agatha Christie está considerada por muchos como la dama de la novela negra y criminal. Sin embargo, la autora también tenía toda clase de manías, y unas costumbres que poco o nada podríamos relacionar con las tramas de sus obras.
Por ejemplo, sus mejores ideas para escribir se le ocurrían a Christie mientras hacía ganchillo. También se le ocurrían los mejores crímenes haciendo otras tareas del hogar, con las que disfrutaba particularmente, como fregar los platos o zurcir calcetines.
Christie, pues, parecía muy alejada del arquetipo de autor de novelas criminales. Sin embargo, esto cambiaba cuando se embarcaba en la escritura de uno de sus libros. Entonces adquiría costumbres un poco más excéntricas, aristocráticas, más propias de una estrella de las letras macabras. Así, pues, una vez empezaba a trabajar en un libro, solía hacerlo sumergida en una enorme bañera victoriana provista de una amplia repisa de caoba, tal y como explica Ana Andreu Baquero en su libro Lo que Robinson Crusoe le contó a Lolita:
Este último detalle ran fundamental, pues en ella apoyaba los lápices, los cuadernos de notas, una taza de té y, sobre todo, una hilera de corazones de manzana. Su pasión por esta fruta era tal que cuando se compró una casa de verano en Devon insistió en que debía tener una gran bañera con repisa. Ante la cara de sorpresa del encargado de la obra la novelista explicó: “Es que me gusta comer manzanas”.
Madre literaria de Miss Marple y Hércules Poirot, a Christie se le adjudica una frase que jamás pronunció, aunque se ha hecho muy célebre: “Cásate con un arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará”. Quien sí lo hizo adjudicándosela a ella, en una entrevista radiofónica realizada en 1954, fue su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan (1904-1978).
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