Experiencias míticas

La presuntuosa barba rusa

Las barbas siempre han estado íntimamente relacionadas con los escritores. La asociación no es baladí: para escribir hace falta haber vivido mucho, tener mucho callo, y generalmente eso se consigue viviendo muchos años. Y los que tienen muchos años tienen barba. Los jóvenes, barbilampiños, sin embargo, sólo tienen que contar banalidades. Además, la barba incluso está de moda entre los escritores jóvenes: tal vez para fingir que han vivido un poco más de lo que acredita su DNI.

Así pues, encontrar escritores no barbudos es harto difícil. Como también lo es encontrar al escritor más barbudo de todos y, en consecuencia, más vivido, más de vuelta de todo, con más capas de sabiduría valetudinaria sobre su mentón. Si echáramos un vistazo a todos los autores consagrados de la literatura universal, probablemente la cosa estaría muy disputada entre dos: el ruso León Tolstoi y el indio Rabindranath Tagore.

Ambos escritores lucen barbas blancas, amplias, largas, un poco despeluchadas. Sin embargo, si hemos de ser justos, parece que Tolstoi gana por un poco en masa capilar a Tagore. Por muy poco. Pero si la barba arroja a su poseedor cierta aureola de sabio y de vuelta de todo, entonces Tolstoi gana por goleada a Tagore.

Y es que Tolstoi, además de barbudo, era tan presuntuoso y soberbio que su biografía está plagada de suculentas anécdotas. La más popular probablemente sea la ocurrida con su amistad con el otro escritor ruso Iván Turgénev, que rompieron su relación de forma brusca en 1891.

Tolstoi, que sin duda era un genio literario, como pone de manifiesto en Guerra y Paz, sin duda se lo tenía muy creído (y el espesor de su barba, también), pues durante años maltrató a su amigo, siempre víctima de su arrogancia, que además utilizaba a Turgénev para pedirle dinero y así sufragar sus juegas con prostitutas y su vicio con la ruleta. A pesar de aprovecharse de esa forma de su amigo, Tolstoi siempre calificó públicamente su obra como infame. La ofensa que hizo que partieran peras llegó cuando Tolstoi insultó a la hija ilegítima y recién reconocida de Turgénev.

Poco antes de morir, Turgénev escribió una última carta a Tolstoi en la que le suplicaba que saldaran sus diferencias con un abrazo. Tolstoi seguramente se atusó la barba con suficiencia… porque nunca respondió a la carta.

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