Experiencias míticas

Fútbol y tacones, la belleza de lo innacesible

Nos gustan los taconazos. Mucho. Pocas cosas hay más bonitas en este mundo. Pocas atrapan nuestra atención, estimulan nuestra imaginación y nos dejan con la boca abierta como un buen tacón. Los hay sutiles, explosivos, delicados, potentes, vertiginosos, necesarios, caprichosos, elegantes, incluso un pelín toscos, pero todos ellos, utilizados en el momento apropiado por la persona adecuada, resultan fascinantes. Todos encierran la belleza de lo inaccesible y el encanto de lo sorprendente. Es por todo ello que nos declaramos fans incondicionales de los tacones. También en el fútbol.

Rabah Madjer, un tacón para conquistar Europa

Si marcar un gol de tacón (que de eso va este post, de goles, de qué si no) es siempre motivo de satisfacción, marcarlo en una final de Copa de Europa debe de ser el no va más, sobre todo si ese gol sirve para que tu equipo se proclame por primera vez en su historia campeón continental. Eso es lo que le ocurrió a Rabah Madjer, futbolista argelino que formó una fértil sociedad con Paolo Futre en el ataque del Oporto de mediados de los ochenta, antes de que ambos pusieran rumbo a España: el portugués al Atlético de Madrid, donde se convirtió en un ídolo; el africano al Valencia, donde jugó unos meses sin pena ni gloria antes de volver a Portugal.

Corría el minuto 79 de la final de la Copa de Europa de 1987 y el Bayern de Munich ya saboreaba la victoria, gracias al solitario gol de Kögl en el primer tiempo. En ese momento, el balón le llegó a Madjer, que se encontraba en el área pequeña, con el portero tendido en la hierba y un defensor guardando la puerta. En vez de encarar la pelota y pegarle con el interior de la bota, como era esperable, el argelino dejó pasar la bola y la golpeó con el tacón, sorprendiendo a su defensor, a las otras 23 criaturas que correteaban sobre el césped, a las 59.000 almas que llenaban el Praterstadion de Viena y a unos cuantos millones de telespectadores. Un par de minutos más tarde, una jugada del propio Madjer por la banda izquierda era culminada por Juary, adelantando al Oporto en el marcador. Poco después, Paolo Futre levantaba la primera Copa de Europa del equipo blanquiazul.

Justo diez años despues, Alessandro Del Piero marcaba un gol parecido en la final de Champions que enfrentaba a la Juventus con el Borussia Dortmund, aunque en el caso del italiano el tanto fue estéril y la Copa de Europa se fue a Alemania.

El gol más triste de Denis Law

Despojada de contexto, la reacción de Law resulta incomprensible. El pelirrojo atacante acababa de cazar de tacón un balón dentro del área, consiguiendo el 1-0 para su equipo, el Manchester City, pero, mientras sus compañeros corrían inmediatamente a abrazarlo, él se mostraba circunspecto, con los brazos caídos y la mirada fija en el césped, diríase que afligido por el gol que acababa de marcar. Poco después, Law pedía el cambio y se marchaba cabizbajo directo al túnel de vestuarios. Despojada de contexto, decimos, es difícil comprender el pesar de Law. Contextualicemos pues.

Denis Law había llegado al Manchester United en 1962, procedente del Torino italiano. Su fichaje costó 115.000 libras, siendo entonces el más caro de la historia del club. Para los red devils jugó durante once temporadas, formando la Santísima Trinidad junto a George Best y Bobby Charlton, y consiguiendo la Copa de Europa de 1968 y el Balón de Oro en 1964. En 1974 el United prescindió de sus servicios. Law decidió no moverse de la ciudad y fichó por el Manchester City, el eterno rival local, equipo donde ya había jugado durante una temporada en sus inicios, antes de partir hacia Italia.

Quiso el azar que en la penúltima de aquel campeonato se disputara en Old Trafford el derbi de Manchester. Quiso también que a ese partido llegara el United en puestos de descenso, con urgente necesidad de puntos. Quiso que el partido llegara al minuto 83 con empate a cero y que Law se encontrara con un balón al borde del área pequeña, de espaldas a la portería. Law soltó instintivamente el tacón, dejando paralizado al guardameta, su antiguo compañero Alex Stepney. Quiso el azar que ese gol supusiera el descenso del Manchester United, el equipo de su vida, el club que él había ayudado a reflotar tras el desastre de Múnich, y al que ahora mandaba de un taconazo a la Second Division, categoría donde no jugaban desde 1938.

Aquel taconazo fue el último toque de balón de Law en un campo de fútbol británico. Sólo volvió a jugar un partido más, en el Mundial de Alemania, vistiendo la camiseta de la selección escocesa.

Guti, el tacón de Dios

Conocíamos ya por Maradona que a Dios le gustaba meter mano en los asuntos del balompié, pero no supimos del tacón de Dios hasta que el diario Marca tituló precisamente así su portada del 31 de enero de 2010. El tacón que el diario deportivo atribuía al Altísimo era en realidad el de José María Gutiérrez, que no era Dios, ni siquiera Maradona, pero que algunas veces, muy de vez en cuando, sorprendía con gestos propios de ambos.

Guti había recibido la pelota de pies de Kaká, otro hecho insólito (afortunados los presentes aquel día en Riazor). El rubio centrocampista controló el balón y se adentró en el área, encarando la portería. Cuando todo el mundo esperaba el lógico chut a gol, Guti inventó, Dios mediante, una solución genial. Envió, con un golpe perfecto de su tacón izquierdo, la pelota hacia atrás, en dirección a Benzema. El francés, más solo que la una, sólo tuvo que rematar a gol según le venía.

No era la primera vez que Guti ideaba una jugada de este tipo. Años antes ya había ejecutado un pase similar, entre una maraña de piernas, para que Zidane marcara.

Redondo en Old Trafford

Pese a la indiscutible genialidad del gesto de Guti, el taconazo más querido por el madridismo es el de Fernando Redondo en Old Trafford. Sin ser un remate a gol, ni siquiera un pase, la acción de Redondo pasó inmediatamente al olimpo de momentos inolvidables que la afición blanca guarda en su memoria, ese donde convive el gol de Mijatovic con el de Butragueño al Cádiz y la volea de Zidane en Glasgow con la alegría desbordante de Juanito tras vencer al Borussia Monchengladbach, por citar algunos.

Redondo recibió la pelota en el centro del campo, escorado a la izquierda, avanzó con el cuero y sorprendió al defensor Berg con un regate insospechado de tacón. El argentino completó la jugada de su vida con un pase atrás para que Raúl marcara el 0-3. Una conjunción de factores -el marco (Old Trafford, el majestuoso Teatro de los Sueños), el entorno (unos cuartos de final de Copa de Europa) y las consecuencias (un mes después el Madrid ganaba su octava Champions, venciendo al Valencia en la final)- propició que una jugada que en otro contexto hubiera pasado desapercibida adquiriera al momento relevancia histórica.

La acrobacia de Cruyff

Johan Cruyff hizo historia en el fútbol español como entrenador del fabuloso Dream Team, a principios de los noventa, pero ya antes, durante la década de los setenta, había dejado huella vistiendo la camiseta azulgrana. En su periplo culé se recuerdan dos momentos puntuales por encima del resto. Uno, el 0-5 conseguido por el Barça, con el holandés al frente, en el Santiago Bernabéu; otro, el acrobático gol de tacón marcado al Atlético de Madrid en el Camp Nou.

El tanto tuvo su origen en un centro de Rexach desde la derecha, buscando el segundo palo. Cruyff corrió hacia la pelota, pero parecía inevitable que ésta, golpeada demasiado fuerte, se perdiera por la línea de fondo. Entonces el delantero holandés dio un salto y, en una pose gimnástica, le pegó al balón con la espuela, enviándolo dentro de la portería. Al día siguiente, El Mundo Deportivo titularía sobriamente “Un golazo de Cruyff”. Aún no eran tiempos de mezclar fútbol y divinidad.

El escorpión de Higuita

De Higuita y su escorpión ya hablamos en su día, cuando tratamos el tema de los porteros delanteros, aquellos a los que el cuerpo les pide salir de excursión fuera del área, dejando a menudo el campamento base desamparado. Lo del escorpión ocurrió en un partido amistoso disputado en Wembley entre Colombia -la gran Colombia de Maturana, Higuita y Valderrama- e Inglaterra. El guardameta colombiano se encontraba bajo los palos cuando voló hacia su portería un balón impulsado desde fuera del área. A Higuita le debió de parecer demasiado fácil la parada y, en lugar de atajarlo con las manos, se lanzó hacia delante y despejó la pelota con ambos tacones.

A diferencia de la mayoría de taconazos aquí reseñados, lo de Higuita fue una lance innecesario, un gesto de cara a la galería, más cerca del espectáculo circense que del fútbol de competición. No se trató de un recurso imprevisible y útil para el equipo, sino de una frivolidad peligrosa, comprensible en un amistoso, pero impensable en un partido con algo en juego.

El despropósito de Balotelli

A Mario Balotelli se le suele meter en el mismo saco que a Guti, el de los genios inconstantes que no llegan a ser verdaderamente grandes por su mala cabeza. Sin embargo, sus dos taconazos célebres tienen poco que ver. Si lo de Guti fue una solución brillante a un problema determinado, lo de Balotelli fue, para qué andarnos con rodeos, una estupidez.

Sucedió en un amistoso que disputaba el Manchester City en Estados Unidos, contra Los Ángeles Galaxy. Balotelli se encontró dentro del área, con el balón controlado y solo ante el portero, listo para fusilar. Sin embargo, al delantero italiano se le cruzó en ese momento un cable y decidió improvisar. Pisó el balón con la planta del pie derecho, se dio la vuelta y, de espaldas a la portería, remató con su tacón izquierdo. El resultado: saque de puerta para el equipo rival y ataque de cólera de Mancini, que se desesperaba en el banquillo. Poco después, el jugador era sustituido y se llevaba la bronca del entrenador. Por suerte, se trataba tan sólo de un partido amistoso. Resulta difícil de creer que Balotelli intentara algo así en un partido importante, aunque, conociendo al personaje, cualquiera sabe.

Gastón Mealla, como Higuita

A diferencia del de Higuita, el escorpión de Gastón Mealla sí fue un recurso útil y rentable. Al ver que el balón llovido del cielo se le quedaba un poco atrás para intentar el remate, el delantero boliviano del Nacional Potosí se inclinó hacia delante e intentó un taconazo desde el semicírculo del área, con tan buena puntería que el balón entró en la puerta, pese a la estirada del guardameta rival. Una jugada por el estilo, aunque desde dentro del área, ejecutó hace unos años el brasileño Matuzalem, en aquella eliminatoria de Copa de la UEFA que terminaría convirtiendo en héroe a Palop.

Sócrates, el rey del pase de tacón

Los pases de tacón de Sócrates forman parte de la historia del fútbol. Con su 37 de pie, minúsculo para un hombre de 1,92 metros, Sócrates tenía el juego de tacón incorporado a su repertorio como probablemente ningún otro futbolista que haya existido. Tanto es así que incluso se asegura que acostumbraba a lanzar de este modo los penaltis, situándose de espaldas a la portería y propinando un violento zapatazo hacia atrás. Incluso cuenta la leyenda que su acierto en esta suerte era asombroso. Lo cierto es que no hay ninguna prueba de que llevara a cabo tal cosa en un partido oficial, ya fuera amistoso o de competición. Sí que lo hacía en entrenamientos, es de suponer que como puro divertimento, como evidencia un antiguo vídeo de TVE previo al Mundial del 82, imágenes que quizás sean el origen de la leyenda.

Foto | Beauty in the World Cup 2010 (Macy Gray)

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Comentarios

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  2. Comentario by De Isidro Lángara a Jesús Navas: la emigración en el fútbol español - 1001 Experiencias - Men Expert de L'Oréal - octubre 25, 2013 09:26 am

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