Experiencias míticas

El fútbol sin el fútbol

Rene-HousemanVarias semanas al año, el fútbol consiste en ver tenis, baloncesto, motociclismo, incluso leer cinco o seis páginas de una novela aplazada. Si tienes monedas sueltas, y no sabes cómo deshacerte de ellas, puedes acercarte también a apostar a las carreras de galgos. Eso, en unas circunstancias muy lamentables y concretas, también se considera fútbol. He visto a la gente hacer de todo, para no tener la sensación de que es el fin del mundo cuando la Liga se suspende durante un par de semanas. Ante la desesperación, fútbol puede ser cualquier cosa, en especial si es lo bastante ajena al fútbol. Hasta el alcohol, que es algo absolutamente específico, definido, puede ser cualquier cosa. Enric González cuenta en Memorias líquidas que en sus días de estancia en Kuwait, esperando a que empezase la guerra del Golfo, escaseaba el alcohol. Entonces, alguien le habló del sadiki. «Quien lo bebe se queda ciego», le decían. «Hay quien se ha muerto», precisaban. Eso le dio todavía más ganas de elaborar el brebaje y beberlo. Para ello, compró arroz y una olla, lo hirvió y puso la cocción a fermentar en el balcón, para evitar la pestilencia. Así varios días. En la noche de fin de año, filtró el líquido, asqueroso mas «de aspecto indudablemente alcohólico», y lo trasvasó a una cantimplora, para la mezcla con coca-cola. Fue un éxito, y la resaca le hizo desear la muerte.

Tal vez parezca que no viene al caso, pero amigo mío, el alcohol siempre vendrá al caso. Máxime en si estamos hablando de fútbol, o de ausencia de fútbol. No tenía pensado hacerlo, pero recordemos el caso de René Houseman, delantero del Club Atlético Huracán, que en el año 1975, según le contaron, marcó un gol soberbio, inolvidable, excepto para él, que no lo recuerda. «Una tarde me presenté en el estadio para jugar el partido directo desde un cumpleaños de la noche anterior, por supuesto que en un estado de ebriedad total. Cuentan que me hicieron duchar como una docena de veces… y tomar varios litros de café. Jugábamos de local contra River Plate. Entre lo que más o menos recuerdo y lo que me contaron… Cero a cero el partido, cuarenta y un minutos del segundo tiempo: parece que fui a buscar una pelota, proveniente de un pase de Fatiga Russo… avanzando en diagonal de derecha a izquierda eludí a uno (a Héctor Osvaldo López), la tiré larga entre los dos defensores centrales (uno era Perfumo y el otro Ártico) y cuando desde el arco me salió el Pato Fillol en el mano a mano, amagué, lo eludí y la crucé suavemente con la pierna derecha. Modestamente, un golazo. Luego dicen que quedé tirado en el piso riéndome. Tras eso me hice el lesionado, pedí el cambio y me fui directo a dormir a casa. Comentan que la gente me despidió con su tradicional: ‘Y chupe, chupe, chupe… no deje de chupar… el Loco es el más grande del fútbol nacional’»

FillolNo sabes, a veces, qué es más peligroso, si el fútbol, o la omisión del fútbol. El aplazamiento provoca un vacío extraño, como de lata de Fanta de limón en un descampado, a la que el sol le ha ido robando el color. Te cuesta advertir exactamente de dónde proviene la ausencia. Suena a veces lejos y a veces dentro. Puede ser en tus emociones, en el estómago, en los bolsillos, o tal vez sólo en los periódicos. En cualquier caso, hay algo que no va como habitualmente. Tú lo notas. Es como cuando te duele la rodilla. Te gusta creer que, seguramente, mañana hará frío y lloverá por la tarde. Quizá incluso nieve. Es raro. La desesperación porque la Liga se suspenda para amistosos y otras guerras te lleva a tomar decisiones, en casos extremos, inteligentes. En el impase de espera, entre jornada y jornada, te haces el carné de la biblioteca. Afortunadamente, antes de sacar un libro, vuelve el fútbol.

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Comentarios

  1. Comentario by Sandra - noviembre 21, 2013 07:09 pm

    Muy ameno el post

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