Experiencias míticas

Casi gol es gol

La realidad está formada, en una buena parte, por un complejo conjunto de acontecimientos que nunca sucedieron. Poseen tanta relevancia como los que sí ocurrieron. Cuando algo casi ocurre, en el fondo, ocurre. «Casi» es uno de esos conceptos de los que se ha apoderado su antónimo, en silencio y lentamente, de modo que casi, en la práctica, a menudo significa «del todo». Naturalmente, hay excepciones, como cuando sostienes que casi te enrollas con aquélla tía. En casos así, «casi» significa «en absoluto, ni de puta coña». En fútbol proliferan los momentos culminantes que, en el último instante, se frustran. Pero que la historia no olvida. Tanta literatura generan que, después de los años, y de las páginas, se confunden con los que sí sucedieron. A mí siempre me ha parecido que aquel gol que Pelé no anotó en el Mundial de México de 1970, contra Uruguay, no fue sino un golazo, el mejor tal vez del campeonato, incluso de la historia de los mundiales. Todo antes de que el balón saliese del campo pegado al poste resultó tan bello, tan hipnótico, que uno está dispuesto a creer que, en cierto sentido, el balón se alojó en la red, y hallándose tan a gusto, todavía sigue allí, en una tranquila esquina de la portería del Estadio de Guadalajara.

Aquel 17 de junio, Brasil y Uruguay se jugaban el acceso a la final. En una de las acometidas en tromba de la canarinha, Tostao advirtió el hueco perfecto, y por él introdujo, como si fuese un jugador de billar, el pase que dejaba a Pelé solo ante Mazurkiewicz. El meta uruguayo salió hasta la media luna. Hizo cuentas de cabeza. Éstas le daban que podía llegar al balón antes que el delantero. El balón de Tostao corría envenenado, como si fuese una cabeza cortada, ladera abajo. Cuando llegó a la altura de Pelé, éste echó sus propios números, y calculó que la mejor forma de regatear al guardameta era no regateándolo, desentenderse del balón, hacer como que en ese momento no le iba bien marcar. Mazurkiewicz picó. El desinterés de Pelé lo desconcertó. Para su sorpresa, el delantero se fue por un lado y el balón por otro. Mazurkiewicz se quedó en medio, solo, plantado. Más adelante, rebasado el guardameta, delantero y balón volvieron a encontrarse, como cuando Humphrey Bogart e Ingrid Bergman se citan de madrugada en el buhardilla del bar de Rick, en Casablanca, para sortear la mirada de Victor Laszlo. Lamentablemente, Pelé cruzó su disparo demasiado, y el gol no subió al marcador. O eso pareció. Nunca hay que fiarse del aspecto de las cosas. Recuerdo que en una ocasión una señora le preguntó al poeta modernista Leopoldo Lugones, cómo, con su cara, escribía todos aquellos versos. «Sí señora, pero no escribo los versos con la cara», respondió Lugones. En efecto, el aspecto conduce a veces a errores. Aquel gol que no entró se incorporaba, a medida que se desviaba de portería, a los manuales de historia.

En el Mundial de México Pelé se pasó la competición marcando goles que no fueron, y que también contribuyeron a dar el título a Brasil. En el partido contra Checoslovaquia, el astro brasileño advirtió desde su propio campo que Viktor estaba adelantando, y se la jugó con un lanzamiento de larga distancia, que se desvió unos centímetros por encima del larguero. Fue otro gol que no entró. A ese aún hay que sumar el famoso cabezazo picado contra Inglaterra.  «Desde el preciso instante en el que rematé, estaba seguro de que era gol», contaba Pelé. «Ya había empezado a saltar celebrándolo cuando miré para atrás y comprendí que el balón no había entrado. No podía creérmelo». En realidad, suele decir el delantero, «yo marqué un gol, pero Gordon Banks lo paró». Gordon Banks, señoras y señoras. Allí estaba Gordon Banks. Los 67.000 aficionados del Estadio de Jalisco daban el gol por hecho, pero el arquero inglés se tiró a por el balón como si fuese a salvarlo de una muerte segura. Estiró el cuerpo más allá de la física, arqueó el brazo, tensó el pulgar, y esa levedad fue suficiente para levantar el balón que Pelé había picado, y evitar el gol. Sólo aparentemente. Fue gol. O casi. Pero casi, si hay suerte, es del todo.

En 1001 Experiencias | Todo por la patria
En 1001 Experiencias | He venido a matarte en un córner