29 años del España-Malta: el Apocalipsis fue aquello
Ya está aquí el temido 21-12-2012, el día señalado, según dicen, por los mayas para que el mundo llegara a su fin. El día del temible Apocalipsis. Según la versión que nos cuenten, los mayas hablaban del fin de los tiempos, un cambio de era o un suceso extraordinario que daría un giro a la historia de la humanidad.
Mientras esperaba la aparición de truenos, jinetes, voces de ultratumba o algún otro signo que presagie el Apocalipsis, he recordado otro acontecimiento fuera de lo normal que sucedió también un 21 de diciembre. En 1983, España y Malta jugaron uno de los partidos más célebres que ha disputado la selección en su historia. Aquello también tuvo algo de fin de era o, cuanto menos, de suceso fuera de lo normal. ¿Y si los mayas (o sus intérpretes) erraron el tiro y el Apocalipsis se produjo un 21-12 pero de un año diferente? ¿Y si el suceso extraordinario referido tuvo lugar en el Benito Villamarín de Sevilla hace hoy justo 29 años?
Escepticismo
Entonces pasaba un poco como ahora: la gente era muy escéptica. Ahora nadie cree en la profecía maya y en 1983 no había quien creyera en los jugadores de la selección, que no pasaban de ser una especie de guerreros no se sabe si mayas o aztecas (¡la furia, la furia!). El caso es que prácticamente todo el mundo se tomaba a pitorreo aquel Apocalipsis contra Malta y costaba encontrar a alguien que apostara cinco duros de Franco (todavía de curso legal entonces, creo) a que la selección sería capaz de marcar 11 goles, por mucho que Malta fuera un equipo bastante inferior. Ni la inusual alineación de cuatro planetas en la delantera roja (Rincón, Sarabia, Carrasco y Santillana) era suficiente para que los escépticos tuvieran fe.
La desconfianza, qué duda cabe, estaba más que justificada. En primer lugar, porque once goles eran muchos goles; en segundo, España tenía que purgar pecados tras el ridículo hecho poco más de un año antes en el Mundial organizado en casa. A pesar de la mejora con el cambio de entrenador (Muñoz por Santamaría), el juicio final no podía ser benévolo con aquella selección.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis goleador
Un ejército de 30.000 personas expectantes se dio cita en aquel partido del apocalipsis, vestidos todos de rojo riguroso y entonando cánticos de gloria y alabanza (“¡España, España!” y otras cautivadoras melodías por el estilo). A su jefe de ceremonias se le reconocía por llevar la cabeza cubierta con una enorme chapela mientras arrancaba hermosas notas de un enorme instrumento de percusión.
Al poco rato de iniciarse la función apareció, majestuoso, el primero de los jinetes. Conocido como Santillana, con tres certeros golpes, fue el encargado, con su cabeza privilegiada, de dar comienzo al espectáculo. Sin embargo, cuando el fin del mundo hizo un receso, el resultado era un escueto 3-1, muy lejos del objetivo.
Los acontecimientos se precipitaron en la reanudación. El resto de jinetes fueron apareciendo, uno tras otro. El segundo, con su cabello enmarañado, era aquel al que llamaban el Poli Rincón, cuyos discursos apocalípticos harían furor con el correr de los años. El tercer jinete, de imponente planta, respondía al nombre de Maceda. Su esbeltez y sus cabellos de oro hacían su imagen especialmente imponente. La aparición del cuarto jinete, llamado Sarabia, colocó el resultado en 11-1 a falta de diez minutos para que todo terminara. Faltaba un último aliento.
Entonces se abrió el cielo y de él surgió un inesperado quinto jinete, con el que nadie contaba. Y el narrador del fin del mundo, un tal José Ángel de la Casa, abrió la boca y de ella salió un grito estremecedor, como de otro mundo, una voz que erizaba la piel: “Goooool, gooooool de Señooooooorrrr”. El marcador escupió entonces un 12-1, sin duda la cifra de la bestia. Y el apocalipsis se consumó, sobre todo para Bonano, el pobre portero maltés que se preguntaba qué demonios había sucedido allí. No faltaron voces posteriores que denunciaban que había existido un pacto, maletín por medio, pero “el tongo del apocalipsis” nunca pudo ser demostrado.
A las puertas del cielo
Seis meses después del fin del mundo tuvo lugar el esperado e inevitable juicio final, con sede en Francia. Hubo quien lo llamó Eurocopa. Allí un cabezazo de Maceda contra Alemania, cuando el oscuro abismo parecía inevitable, y una portentosa actuación de Arconada en semifinales contra Dinamarca llevaron a España al umbral de la eternidad. Sin embargo, un zapatazo de Platini cerró de golpe las puertas del cielo. La gloria eterna se le escurría a un imponente Arconada entre las manos, el pecho y el césped. 24 años de purgatorio más tarde, una cabalgada de Torres, jinete de nueva hornada, derribaba de una vez por todas las puertas del paraíso. La gloria, al fin.
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