Vieja a Jerusalén: mosaico de razas, cuna de la civilización
Luego de una larga estancia en Tel Aviv, decidimos salir al encuentro de la ciudad ícono de cualquier visita a Israel: Jerusalén, una capital que despliega contundentes pergaminos que le otorgan un estatus diferente al de la mayoría del resto del mundo. Sólo para enumerar un par de realidades a tener en cuenta: es una de las ciudades más antiguas del mundo, es considerada ciudad sagrada por tres de las mayores religiones (judaísmo, cristianismo e Islamismo), y la zona apodada Ciudad Vieja u Old Jerusalem, es Patrimonio histórico de la humanidad desde el año 1981.
Capital de Israel y del mundo
El bus en el que llegamos aparcó en una de las calles laterales de la Ciudad Vieja, más precisamente enfrente de la Puerta de Damasco, algo así como una entrada mágica al pasado, que con el simple hecho de atravesarla, nos sumergió dentro de una densa acumulación histórica, una ecléctica mezcla de culturas y una imponente atmósfera religiosa. Todo ello interactuando en medio de un profundo y consolidado comercio turístico, soldados futuristas con armas grandes en la mano y una exquisita arquitectura reluciendo entre mucho cambalache y mercados sin igual. Durante los primeros pasos lo único que pudimos hacer fue disfrutar de un intenso estado de perfecta estupefacción.
Una vez que logramos ambientarnos, sólo restó ponernos cómodos para disfrutar y analizar la infinita cantidad de información que condensan sus minúsculos callejones, captar olores, e intuir sabores que aisladamente llegaban desde otros lugares del mundo. Así, entre gritos en por lo menos tres idiomas y peregrinaciones religiosas anárquicas por todo tipo de concepto, empezamos a adentrarnos en los hechos más remarcables de esta mística zona de la ciudad.
Distribución espacial y barrios
Sólo para comenzar una descripción un poco más tangible, tenemos que decir que Old Jerusalem se divide principalmente en cuatro cuartos o barrios bien delimitados, de los cuales el más grande es el cuarto musulmán, seguido por el cuarto cristiano, luego el judío, y por último el armenio. Cada uno de ellos alberga eventos únicos desde el punto de vista histórico y sitios emblemáticos para cada una de las religiones nombradas. El clima que se respira huele a una convivencia obligada y a atmósfera tensa a punto de estallar. Se pueden divisar muchas caras apretadas, camufladas entre mucha oferta hotelera y souvenires.
Crucecita va, crucecita viene, kipás por doquier y mucho Corán recitado y cantado por altoparlante, te van introduciendo a los eventos más importantes de cada área. El cuarto musulmán alberga la explanada de las mezquitas, lugar donde se alzaba el Templo de Salomón y donde se encuentra el Domo de la Roca, considerado el lugar desde el cual el profeta Mahoma ascendió al cielo. El cuarto Cristiano contiene ni más ni menos que la iglesia del Santo Sepulcro, lugar donde se produjo el entierro y la resurrección de cristo. El cuarto Judío ostenta uno de los sitios más emblemáticos de Jerusalén, el Muro de los Lamentos, último remanente del templo construido por Herodes sobre las ruinas del Templo de Salomón; y por último, el modesto, pero aguerrido cuarto Armenio, cuya mayor atracción es la Iglesia de Santiago.
Religión por doquier
Con esta edición ampliada y mejorada de “Elige tu propia aventura” en la vida real, empezamos a recorrer cada uno de los rincones de los barrios para tratar de entender el porqué de tanto fanatismo religioso en el mundo. Y aunque las respuestas nunca llegaron, sí nos encontramos reflexionando ante las continuas peregrinaciones en la llamada Vía Dolorosa, las inclinaciones y movimientos de rezo de los judíos enfrente del muro, o el recelo con que los musulmanes nos miraban cuando nos acercábamos a intentar entrar en el Domo de la Roca. Todos signos de una división que se presenta infranqueable e inquebrantable, conviviendo en un mismo espacio histórico algo atemporal.
Las horas transcurrieron entonces acumulando estímulos inclasificables, alimentados por algunas exquisiteces típicas y ciertamente baratas, comunicándonos por señas en diferentes idiomas, y sacando fotos y tomando notas de cada átomo informativo que nos sacara aunque sea un poco de nuestra ignorancia religiosa innata. Logramos entender algunas cosas, pero si a alguna conclusión poco atinada llegamos, fue que por lo que se ve, la religión más que nada nos desune y nos aleja, aunque esté, como en este caso, encubierta detrás de una aparente convivencia armónica custodiada por ametralladoras de gran envergadura.
Una última mirada
A pesar de esto nos llevamos una experiencia sin igual en cuanto a belleza arquitectónica, y nos alimentamos de una historia viva y latente que acusa miles de años de encuentros y desencuentros en menos de cuatro kilómetros cuadrados. Salimos aturdidos y asombrados, sorprendidos y estimulados, llenos de nuevas incógnitas y con algunas dudas evacuadas. Cuando atravesamos nuevamente la puerta, esta vez en dirección opuesta, tuvimos la sensación de haber roto una burbuja o haber cerrado la contratapa de algún libro de cuentos fantásticos, de esos que se desarrollan entre códigos irreales perpetrados en algún mundo atemporal. Una ciudad que permanecerá eterna en la memoria y un lugar que merece ser visitado aunque uno no lo entienda, una y otra vez.
Old Jerusalem, una realidad alternativa y diferente de inconfundibles aristas, de carácter único y una mística difícil de empatar. Una realidad o irrealidad que empieza y termina en cualquiera de sus puertas, se tome la dirección que se tome. Vale la pena dejarse llevar, confundir y sorprender por su infinito e inclasificable medio ambiente inundado de incontables estímulos sensoriales. Definitivamente una ciudad y una experiencia única en el mundo. Hasta la próxima y muchas gracias por leer.
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