Experiencias inolvidables

Madonna, su triángulo y yo

Han pasado unos días desde mi tórrido encuentro con Madonna y aún sigo un poco sonado. Sí, has leído bien… Mi tórrido encuentro con Madonna. Tuvo lugar el pasado domingo, 24 de junio, sobre las 22.00 h. Esperé durante todo el día, pero mereció la pena. La suerte me sonrío y pude entrar en su triángulo. Ahí donde muchos han soñado estar y donde sólo unos pocos han conseguido colarse. Fue en Coímbra, bajo la luz de la luna. No estábamos solos; en realidad nos acompañaban otras 40.000 personas, pero yo sólo la vi a ella. Peep-show Dolby-Surround en estado puro.

Germán

Germán Jiménez es periodista y consultor para marcas de estilo de vida. Viajar es su gran pasión y el lugar más fácil para encontrarle es alguna de las terminales de Barajas. Un trotamundos en busca de placeres irrepetibles y experiencias que trasciendan el mero hecho de viajar para acumular millas. Colabora con las principales cabeceras de estilo de vida y está escribiendo una guía de viajes. En breve podrás seguir sus andanzas en su web.

Los triángulos siempre son misteriosos

Ahí están el de las Bermudas o el del Mar del Infierno. También el que representa a Dios, con su ojo en el centro… O los dos triángulos que forman la estrella de David. También hay algún triángulo del que el Mal hace uso. Pero, desde el pasado 31 de mayo, fecha en la que la gira MDNA dio el pistoletazo de salida, el triángulo de Madonna es otra figura a tener en cuenta. Figura que, curiosamente, coincide con la única parte de su anatomía que aún no ha entregado a sus fans. En Turquía fue un pecho, en Roma, el trasero al completo. En Coímbra, rozando las 23.30 la multitud se debate entre corear la letra de Human Nature o gritarle gozosa (que en portugués significa excitada, palabra que ella ha usado previamente). Yo estoy en el centro de su triángulo, mirándola cara a cara. Ahí donde las coordenadas me permiten tener una visión de 360º de su cuerpo. Ella respira entrecortadamente. En las inmensas pantallas que coronan los laterales del escenario su espalda grita a los cuatro vientos No Fear (sin miedo). Se hace de rogar, sonríe de soslayo, sus ojos brillan… Aguarda un momento sin parar de jugar con la cremallera de su pantalón. Cada movimiento hace que el estadio vibre. Entonces, pudorosa, espeta: “Not tonight… Today I feel more introspective.” (“Esta noche no… Hoy me siento más introspectiva”). Y continúa contoneándose sin mirar atrás. Sus ojos clavados en los míos. Aún hoy me cuesta creer que estuve allí, en el centro de su centro.

Empecemos por el principio

Lo vívido del recuerdo me ha hecho irme por las ramas. Lo siento. Las historias (casi todas) se cuentan mejor empezando por el principio, así comenzaré este relato Sofia Petrilo: “Madrid, jueves, 21 de Junio…” Por problemas de agenda pensé que esta vez me quedaría sin verla en concierto. Pero, cosas del destino, a eso de las ocho de la tarde me encontré con el próximo fin de semana libre. No me lo pensé dos veces. Saqué la entrada, los billetes y el hotel en diez minutos. ¡Aún quedaban libres ticktes para el Golden Circle! Soy de la opinión de que a estos grandes monstruos del show bizz o la ves a un palmo de distancia o mejor comprar el DVD de la gira y verlo cómodamente en casa. Con mis entradas calentando el inbox del mail decido no mirar muchos vídeos del concierto en YouTube ni conocer los detalles del repertorio. ¡Qué me sorprenda!

Cerca, muy cerca… Irrepetible

Al recoger mi entrada en el box office descubro que la suerte se alió con el sistema que asignó el número a mi pase. Me informan de que soy uno de los afortunados en haber ganado el acceso al espacio triangular que se abre en el centro del escenario. Desde ese momento todo es distinto. Tan distinto que tengo acceso prioritario al estadio mientras ella hace el sound check. La oportunidad de verla ensayar varios de los temas que más tarde interpretará es realmente alucinante.

No lleva una gota de maquillaje, luce arrugas e imperfecciones y se protege tras una gorra negra. Está muy delgada, es pura fibra. Parece relajada, cercana y divertida. Eso sí, no baja la guardia. Corrige cada pequeño error. Se esfuerza y se esmera, tanto como si estuviera ya frente a la audiencia.

Resulta curioso que haga pruebas de sonido cuando luego prácticamente todo el concierto lo hace cantando sobre su voz pregrabada, a modo de playback. De todas formas, ¿a quién le importa eso? A caso alguien va a oírla cantar? A Madonna se va a verla. A ver sus coreografías, su vestuario, su montaje… Claro que hay quien canta mejor (no es difícil), pero como decía un chico que tenía cerca: “a ver donde está la Gagá, cuando cumpla los 50”. Entre los fans de ambas hay una guerra sin tregua…

Tras ensayar con mejor o peor suerte fragmentos de Vogue, Girl gone Wild, Like a Prayer o la extraña versión de Hung up, se retira. No sin antes hacer una curioso ritual frente a los que allí estamos. Celebra en pleno escenario el cumpleaños de un miembro de su equipo. Con un gigantesco martillo de goma verde le da un martillazo por año. Le caen 40, literalmente. Y tras la prueba (ella pega con ganas) le da una tarta. ¿Cuál será el deseo del maltrecho cumpleañero? ¿Quizá, tener una jefa menos original? Cosas de diva…

Ironía, provocación e irreverencia: ese es su auténtico (M)DNA

Ese un cocktail que siempre le ha dado muy buenos resultados. A veces, mezclado, otras agitado, pero siempre servido con grandes dosis de pasión, voluptuosidad y unas gotitas de perversión. Así que esta gira cuyo nombre hace un juego con las siglas de ADN en inglés (DNA) no podía ser menos.

Ajena al sufrimiento de los allí presentes ella no sale hasta que el sol, su acérrimo enemigo no desaparece por completo. Martin Solveig, anima a los asistentes hasta que las luces del escenario y del estadio se apagan por completo. La oscuridad es acompañada por un rugido de la marea humana que lleva horas esperando. Yo, en el centro del triángulo, in utero, ni pestañeo. No quiero perderme nada. Las ráfagas de luz de los mil cañones que alumbran el escenario cobran vida. Con ellas, el inmenso botafumeiro (réplica del de Santiago de Compostela) comienza a bajar a la vez que repican las campanas de la catedral de Nuestra Señora Madonna. Comienza el espectáculo. Emergiendo de las profundidades del escenario, del inframundo, aparecen más y más personajes en escena. Popes-coristas, contorsionistas-gárgolas y monjes-transformistas anuncian la llegada de una Madonna a lo Juana de Arco que reza en un confesionario suspendido en el aire. “Oh my God, I am heartly sorry for having ofended Thy!” (Oh, Dios mío. Estoy arrepentida de corazón por haberte ofendido).

Son sus primeras palabras y el estadio salta y grita a su ritmo. Tras santiguarse, metralleta en mano, sale de su morada con los primeros compases de Girl gone wild.

Acto I – Violencia, ¿a la Ritchie?

El primer tramo del espectáculo podría llevar ese sobrenombre de Chica Salvaje. A ritmo frenético y con unas grandes dosis de violencia física y visual desgrana canción tras canción. Se suceden Revolver, Gang Bang y Papa Don´t preach, en un estilo que recuerda al que hizo famoso a su ex-marido-director-de-cine. Look paramilitar, simulacros de rapto y malos tratos. Entre una orgía de elementos religiosos y derroche tecnológico llega una densa y poco jovial versión del Hung Up, interpretada a modo de funambulista sobre gomas elásticas. Cierra el tercio, guitarra en mano, con I dont give a… Aires de venganza en la cara de una exesposa, de 53 años y madre de cuatro hijos, que representa a todas las mujeres en la lucha por la igualdad. Sigue vigente su beligerancia en la denuncia de los abusos y los tabúes que someten a sus congéneres en todo el mundo. Tras esta primera toma de contacto oscura y trágica quedan otros tres pasajes que en sus propias palabras “son un viaje hacia a la luz, dejando atrás las tinieblas”.

Acto II – Soy (joven) y rebelde porque el mundo (y el bisturí) me han hecho así

Tras el primero de sus ya célebres video-interludios, con un medley de Hearbeat y Best friend llega el gran desfile de majorettes y banda de tambores. Una explosión de luz y color que comienza con Express yourself, un auténtico dardo envenenado directo a la yugular de Lady Gaga. En mitad de la canción, como quien no quiere la cosa, incluye el estribillo de Born this way que encaja a la perfección. Por si fuera poco, lo remata con un par de versos del tema She´s not me, de su anterior trabajo. A veces, las reinas son poco sutiles… Incluso para reclamar el amor de sus súbditos. A Madonna también le pasa. A renglón seguido suena Give me all your luvin´ donde se muestra más enérgica que nunca. El calor y el cansancio también hacen mella en la carne de la rubia ambiciosa. A veces sólo llega a marcar los pasos y otras el micrófono parece tener vida propia (aún lejos de su boca sigue emitiendo su voz… Cosas de la tecnología). El público perdona cualquier error… La entrega incondicional es lo que tiene.

De cerca sus brazos parecen cincelados sobre macael. Blancos, enjutos, con venas muy marcadas; al igual que las manos. Sus piernas sin embargo lucen robustas, vigorosas. Su espalda musculada acaba en unos glúteos tan redondos que hacen dudar de su natural legitimidad. Pero una vez más, ¿a quién le importa que Madonna no sólo sea de carne y hueso? ¿Quién viene a oírla cantar? Así de cruel o de generosa, según se mire, puede ser la vida con los grandes astros.
Su rostro no es capaz de simular ya el rastro de demasiadas operaciones. Sus facciones ya no lucen jugosas. El bisturí ha contoneado la forma de su cara tantas veces que lejos quedan los rasgos redondeados de los comienzos. Está guapa, pero congelada. Una profunda capa de maquillaje corrige lo que la gorra intentaba ocultar durante el ensayo a cara lavada: unas profundas ojeras, las venas de la sien y la piel estirada al máximo a la altura de las orejas. Un sempiterno foco de luz blanca la acompaña a cada paso, como un halo, y ayuda a matizar las imperfecciones.

Con Turn up the radio, su próximo single, llega un inesperado cambio de look y una descafeinada versión de Open your heart, acompañada del grupo de folk vasco Kalakan. Su balada, Masterpiece, ganadora de un Globo de Oro y de título pretencioso, pone fin al segundo tramo.

Acto III – La carne es débil

El nuevo interludio pone sobre aviso a la audiencia. Los menores que hay entre el público (bastantes, sorprendentemente) deben taparse los ojos (y los oídos). El video pone imagen a Justify my love (mientras ella se prepara para salir espléndida de Gaultier). Sobre los últimos compases en los que aparece muy ligera de ropa resuenan disparos de cámaras de fotos. What are you looking at? (“¿Qué estás mirando?”). Comienza Vogue. Delirio colectivo.

Las pantallas que sirven de fondo se abren para dejar paso a la reina y a su corte de lacayos überfashion. Un desfile en toda regla al compás de su canción más querida. Poses, guiños y la misma coreografía del show de la Superbowl, ejecutada con menos nervios. Tras deshacerse del esqueleto metálico que la cubre, remake de aire ciborg del corsé que lució en el Blond Ambition Tour, da paso a una versión canalla y de aire porteño de Candy Shop. Cada vez lleva menos ropa. La temperatura sube con cada prenda que se quita. Lúbricamente los compases de Erotica se cuelan en la tienda de caramelos. Su nuevo boy toy se marca unos pasos de lo más calientes con ella. Morbo al cuadrado; el éxtasis está cerca. Tras el una teatral Human Nature, llega la hora del destape. Like a Virgin suena, con un tempo nuevo, a cabaret, a voz rasgada… Pero, como te conté al inicio, esta noche se siente recatada… Muestra lo justo. Turcos y romanos tuvieron más suerte. Debe ser cosa de la tradición imperial… Al César lo que es del César. El bailarín que la acompaña acaba por estrangularla con un corsé. El público, sale en su rescate… Se puede escuchar el mismo mensaje en varios idiomas. “¡Te cuidado con ella! ¡Tenha cuidado! Be careful!”

Acto IV – Adicta, polémica y pecadora, ¿quién es esta chica?

Nuevo interludio, nueva polémica. Sobre Nobody Knows me, un vídeo muestra imágenes de destrucción del planeta, guerras y cuantas miserias humanas uno pueda imaginar. Imágenes duras que se intercalan con un collage de la propia Madonna que combina partes de su rostro con las de otros líderes. Una apuesta algo maniquea que le ha costado la demanda de Marine Lepen por sacar una foto suya con un bigote parecido al de Hitler. La diva ha reculado. La hija del ultraderechista francés ya no aparece y se ha colocado ella misma el bigote del Führer. Le queda bien y, según las malas lenguas, por su mal genio parece que a veces realmente lo llevara puesto.

Tanto la iluminación del show como los bailarines se merecerían por si solos ir a verlos. Es realmente pasmoso como bailan, como se retuercen (literalmente) y que atmósfera se crea en el escenario. Inesperadamente, ella emerge vestida con cota de malla y un grupo de luchadores en mitad del triángulo. Esta tan cerca que puedo verle las uñas de los pies. Sale descalza y entona una trepidante Im addicted, con cierto aire trance. De ahí, salta a I´m a sinner y, guitarra en mano, la canta sobre un autobús virtual en el que recorre paisajes de la India, acompañada de bailarines acróbatas. Quizá resulte un fragmento que, aunque divertido, parece metido con calzador. Tras declararse felizmente pecadora e invocar a santos varios, llega el momento de la contrición. Junto a un inmenso coro canta a viva voz Like a Prayer. Agotada a estas alturas de la actuación tiene un lapsus con la letra y se traga literalmente dos estrofas. Su cara es un poema. Engancha rápidamente con el estribillo. ¿Qué pasará por su cabeza?

Good night, obrigada!

Para acabar dejando con ganas de más a los allí presentes Celebration es una auténtica rave party, con láser y cientos de luces de colores chillones. Tras el último verso, se esfuma. Ya entre bambalinas se despide del público: “Good night, obrigada!” (“Buenas noches, gracias”). En ese momento, su manager, Guy Oseary, y su troop de asistentes la esperan a pie del elevador hidráulico en el que desciende al backstage. Le entregan su bebida multivitamínica y le colocan un albornoz encima. Un coche les espera. Suben y desaparecen por un lateral del escenario. Son las 00.00 y ahora sí que me he quedo solo. Bueno, solo entre cuarenta mil personas sedientas y exhaustas que quieren salir todas a la vez… ¡Eso sí que es un show!

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Comentarios

  1. Comentario by Blanca - julio 04, 2012 02:11 pm

    Parece que fue realmente impresionante, por lo que veo tanto por tu expléndida explicación con todos esos detalles y las fotografías. :) Por lo que he visto de sus conciertos, las puestas en escena y sobre todo el vestuario me parecen muy originales y llamativos… A conciertos así sí que merece la pena ir, ojalá yo hubiera podido disfrutar esa maravilla tan cerca como has estado tú!
    Un abrazo!

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  2. Comentario by Miss De la Rosa - julio 04, 2012 04:55 pm

    UAU! Con unas ganas enormes de ir al concierto de Queen “M” tras leer tan emocionante relato! hasta calor me ha entrado! Por lo que describes es puro espectáculo, y aunque si es cierto que los años no pasan en balde es indiscutible que ella es mito en vida, imparable resurge de sus cenizas cual ave fénix en cada una de sus giras, espero no perderme la próxima!

    Un saludo!

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  3. Comentario by Amaya - julio 04, 2012 10:25 pm

    ¡Como si hubiera estado allí!
    ¡Relato insuperable!
    ¡¡¡Gracias!!!

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  4. Comentario by Hamlet Roman - diciembre 08, 2012 04:07 am

    Yo tambien tuve la oportunidad de estar en el Golden Triangle,y fue una de las mas emocionantes y alusinantes experiencias de mi vida,habia planeado el atuendo para el concierto como 2 meses atras y unos dias antes estaba desistiendo de la idea,Pero a ultima hora me dije que lo mejor que podia hacer era rendirle homenaje a mi Diva y asi lo hice,estando en VIP,Vieron mi disfraz los de la gira y gracias a esto me metieron al triangulo en compañia de mi sobrina casi me da un ataque cardiaco,Ahora doy gracias por no haberlo dejado de hacer,fui inmensamente premiado,he publicado videos y fotos en mi Facebook y en Youtube,aun los miro y no puedo creer lo cerca que la vi.

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