Lo que nos dio ‘Perdidos’ y nada nos quitará nunca
Como en todo ámbito que atrae a multitudes de fieles y entregados seguidores, el mundo de las series tiene sus innombrables, esas que levantan costras sin importar cuántos años hayan pasado desde que dijeran adiós y vuelven a avivar la llama del debate como si del primer día se tratase. Pero pocas se igualan a la guerra campal que es capaz de generar ‘Perdidos’ (‘Lost’), una serie que durante seis temporadas gozó y sufrió, por méritos y culpas propias, de un seguimiento exhaustivo de la audiencia, de un amor casi incondicional que rápidamente se convertía en aversión o en decepción.
- Pues está teniendo bajonazo la temporada de ’30 Rock’
- Qué va, si sigue estupenda
- Meh, desde el episodio en directo van cuesta abajo
- Es decir, dos episodios.
El espectador es olvidadizo por naturaleza. En el balance de la temporada nos cuesta acordarnos de lo que vimos en otoño y al considerar una serie nos quedamos más con el último sentimiento; esa conversación sobre ’30 Rock’ es un hecho real. Y claro, cuando se reavivan las discusiones sobe los náufragos y Dharma, ni siquiera la distancia que ya ha puesto el tiempo sirve para desempañar el recuerdo de todos aquellos que odiaron el final hasta el punto de afirmar que habían perdido seis años de su vida con la serie. No voy a entrar en lo absurdo de esa afirmación ni a ponerme en modo lo importante es el camino, pero aprovechando el reciente aniversario de su final, quiero acordarme de lo que nos regaló ‘Lost’ y que ningún final ni elemento decepcionante nos quitará nunca. Cuidado, que puede haber spoilers.
‘Perdidos’ como experiencia compartida
‘Lost’ fue durante muchos años la maestra del MacGuffin, del señuelo en el que a todos nos encantaba caer. El problema llegó cuando cada vez se hacía más evidente la realidad que muchos se negaban a ver, y es que todo estaba hecho sobre la marcha. Las mentes tras ‘Lost’ no eran tanto unos genios del intricado narrativo como los más hábiles en recoger las semillas que habían sembrado incluso sin quererlo; eran únicos en hilar dos elementos que ni remotamente habían considerado en relacionar, y por ello nos tenían encandilados. Fueron víctimas de sus propias triquiñuelas cuando su magnífico elenco de personajes se vio cada vez más dejado por aquellos espectadores que seguían más ávidamente el misterio.
Algo positivo salió de todo eso, aprendieron con ‘Lost’ y en ‘Fringe’ prácticamente todos los misterios y grandes elementos de la mitología nacían directamente de los personajes, de sus pasados, de sus relaciones. Algo que ya era así en ‘Perdidos’, pero toda la pirotecnia mitológica empezó a cobrar tanta vida propia que acabó teniendo entidad por sí misma.
Pero sin importar cómo se fueron resolviendo los misterios, cómo condujeron a todos sus personajes a lo largo de una fallida (en términos generales) última temporada , siempre que pienso en ese grupo de náufragos en la isla misteriosa estoy convencida de que he formado parte de una de las experiencias más estimulantes, globales e intensas relacionadas con el mundo de las series. Por eso me sorprende que tanta gente no se parase ni un minuto a pensar en su reniego de esa serie que nos ha regalado horas y horas de conversaciones, de teorías, de fijarse en el más mínimo detalle, de vivirlo todo de una forma hasta demasiado intensa.
Y a los guionistas les encantaba. Jugaban con nosotros, creaban mundos de referencias, ampliaban su universo valiéndose de internet y, en definitiva, crearon un cosmos tal alrededor de la serie que medio mundo se vio despierto para ver su desenlace sin importar la zona horaria. Decidme otro título que hayáis vivido con tanta emoción colectiva generalizada semana a semana, porque sí, los hay, pero muchos están potenciados por el auge del hashtag. No puedo ni quiero imaginar el campo de minas que habría sido twitter de haber estado en pleno auge twittero cuando se estrenó ‘Lost’. Y tampoco me hace falta hacer una encuesta para saber qué serie fue la que multiplicó el seguimiento día a día de las series americanas.
Tenemos que volver, Kate
¿Y qué me decís de esos cliffhangers? Los guiones de ‘Perdidos’ no inventaron nada, pero hacían uso de todos los recursos y herramientas narrativas con pasmosa habilidad y nos han dado alguno de los mejores y más memorables finales de temporada, clímax y sorpresas de de la televisión actual. El mundo se paró cuando Jack pronunció esas palabras, el tema de Cass Elliot Make Your Own Kind of Music ya ha quedado en el imaginario colectivo con aquel fabuloso y sorprendente arranque de temporada en La Escotilla (con mayúsculas, sí) y esa llamada entre Desmond y Penny ha hecho llorar a una generación. Y como éste, podría seguir mencionando grandes momentos memorables de la serie.
Con todo, esos flashbacks, revelaciones, respuestas y sorpresas no eran más que los fuegos artificiales que acompañaban a un drama de personajes. Que sí. Que ‘Perdidos’ era una serie de personajes. De sus pasados, de sus presentes y sus futuros. De redención, de superación, de trauma. Y ellos eran la esencia de una serie en la que el amor (no únicamente romántico) acababa siendo el motor que los impulsaba; tanto es así que inventaron un concepto mitológico en la serie para referirse a ello: la constante. Siempre fue una historia donde las relaciones, las interconexiones entre ellos (o de no comunicarse entre ellos, que a veces era un problema hasta frustrante) eran el corazón, y el final fue consecuente con este planteamiento, centrándose en lo que de verdad era importante y olvidando esas preguntas pendientes que tanto siguen molestando a esos espectadores que se quejaban cada vez que una respuesta no satisfacía sus expectativas; aunque fuera una coherente.
La música: el alma
Dejo para el final ese elemento que para mí es el alma de ‘Perdidos’. La banda sonora tiene un poder inimaginable, puede convertir una secuencia frenética en épica y una emotiva en lacrimógena. Con sus melodías, Michael Giacchino ha hecho por ‘Lost’ tanto o más que sus guionistas y creadores, y compuso un intricado de leitmotivs magnífico que consiguió evolucionar a medida que lo hacía la serie, y muchos de ellos se convirtieron en inolvidables notas temáticas para esos momentos más característicos de los episodios. En el mundo audiovisual he visto pocas obras tan extensas y complejas que hayan mantenido el nivel de brillantez y de simbiosis con la serie como ha conseguido Giacchino con sus trabajo en perdidos, donde la música se aleja de ser un mero acompañamiento y funciona como parte esencial del pulso narrativo, desde los temas melancólicos que empezamos a descubrir con aquellos finales de episodio videocliperos hasta los indispensables temas de tensión infinita.
No me creería que como seguidores de ‘Perdidos’ no os emocionaseis ni un poquito (no pido que sea llanto histérico como el mío) con There is no place like home.
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