El Bayern pasó anoche por encima del Barcelona en el Camp Nou y alcanzó su segunda final consecutiva de Champions de la mano de Jupp Heynckes, uno de esos entrenadores cuya labor nunca se termina de reconocer lo suficiente. Si el Bayern vence en Wembley, el entrenador alemán sumará la segunda Copa de Europa a su palmarés. La primera la logró hace 15 años, en Amsterdam, dirigiendo al Real Madrid.

De Heynckes se dijo siempre que aquel vestuario madridista lleno de egos y Ferraris se le fue de las manos, pero convendremos que, si se te tiene que ir un vestuario, no hay mejor destino que ese estrado que monta la UEFA para recoger la Copa de Europa entre una lluvia de confetti. Cuando oigo la palabra autogestión en el fútbol no puedo evitar arquear una ceja. El caso es que el Madrid ganó la competición que se le había resistido durante 32 años y a Heynckes lo invitaron a salir por la puerta de servicio. La afición lo recuerda hoy con una mezcla de indiferencia y cariño distante, como de primos lejanos. Nadie lo denosta, como a otros que ganaron aún más, pero tampoco hay quien lo reivindique, como sí sucede con otros que ganaron menos.

Pues bien, 15 años después se puede repetir la historia. Pase lo que pase en la final de Londres, Jupp Heynckes abandonará el banquillo del Bayern de Múnich. A mí aún no me ha quedado claro si Heynckes se va voluntariamente o lo largan, pero me da la impresión de que sucede como con esas parejas que rompen y él va dejando caer que ha sido de mutuo acuerdo mientras ella se pasea del brazo de su profesor de paddle.

Foto | ABC
En 1001 experiencias | La resaca madridista
En 1001 experiencias | El Barcelona, en Múnich como en Atenas