Existe un tipo de jugador que da una rabia especial. Aquel que aparece sin falta cuando se habla de un videojuego en el que podemos llevar a cabo acciones perfectamente posibles en el mundo real más cotidiano. Con juegos musicales tipo Guitar Hero o Rock Band, por ejemplo, gritaron como energúmenos sandeces del tipo “¿para qué vas a hacer que tocas con una guitarra de plástico si puedes hacerlo con una de verdad en la vida real?”. Como si fuera lo mismo. Como si no pudieras hacer las dos cosas. Como si el haber aprendido un par de acordes de mierda —o ni eso— les otorgara el poder de mirar por encima del hombro al resto de los mortales.

También ha sucedido con todos esos juegos que le ayudan a uno a ponerse en forma desde casa: “si quieres hacer ejercicio te vas a un gimnasio y te dejas de bobadas. ¿Qué es eso de ponerse a hacer flexiones delante del televisor?”. Imagino que si el televisor está apagado y haces flexiones, abdominales o lo que se te ocurra en una colchoneta y en la intimidad de tu habitación todo está en orden, pero si decides hacer exactamente lo mismo con el aliciente de un videojuego que te anima a seguir, te da pautas, puntuaciones, etc. eres poco menos que un desgraciado a ojos de este tipo de jugadores.

Últimamente estoy volviendo a ver estas tonterías en referencia al Animal Crossing: New Leaf. He leído cosas tan hilarantes como “pa jugar con mascotas o plantar flores ya tengo mi vida real. ¿Para qué plantar una flor en pantalla? ¡Sal al balcón y plántala allí!”. Se da por hecho, de nuevo, que este tipo de acciones deben quedar circunscritas a la realidad. Si lo puedes hacer con tus propias manos debes hacerlo así y no de otra forma. Los videojuegos que te permiten hacer cosas que ya puedes realizar en tu vida diaria, por tanto, deben dejar de existir. Eso sí, seguro que a más de uno y de dos de estos piezas los pillamos en cualquier momento del día pegados al FIFA de turno en vez de estar dando balonazos en el callejón de al lado.

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