Envido a curvas, envido a Lara Stone
Envido a mayor. Nunca he sabido jugar al mus pero siempre me ha molado esta expresión. ¿Envido a qué? A curvas. Yo envido a curvas. Y envidio al mismo tiempo. No en el mus que en las cartas hay poco tomate sino en las modelos. Ahí sí, ahí que haya curvas pese a que parte de la industria y de los diseñadores prefieran envidar a los huesos de la sopa. Y la sopa nunca estará mejor que un buen solomillo.
Habrá muchos tipos de belleza entre las modelos pero al final podríamos volver a envidar a mayor y quedarnos solo con dos si nadie nos sigue; total, en este caso estoy yo solo con mi solitario. En esas aparecerá, más tarde o más pronto una gran modelo llamada Lara Stone que hace unos años trajo de nuevo las curvas a la fiesta de los maniquies cantada por Golpes Bajos.
Holandesa, de tan solo 29 años, de 1,78 metros de altura (sí, de las que le dan con la barbilla a Mila Kunis), rubia, de melena larga, ojos fríos y marrones, puso de moda la diastema hace poco antes de que algunos nos aprendiésemos el palabro, con una tez por momentos aspera y varonil, nada de la típica Barbie. Lara Stone es la anti Barbie. O al menos así me la imagino yo. Allá tú cómo te evades.
La conoces, la has deseado, es la de los sujetadores de Calvin Klein por si no caes en este momento, esos anuncios en blanco y negro en los que preguntas si una mujer así existe. Ha conquistado a Tom Ford, a cualquier portada de revista, a cualquier hombre y sus desnudos son algo digno de ser declarado patrimonio de la humanidad. Lara Stone no es una modelo de caldo de sopa, ella es todo curvas, ella es algo que ya puedes soñar desde lejos. ¿Un solitario? Envida, envida, que algo queda.
Lara, ¿bailas esta conmigo?
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