Experiencias inolvidables

El goleador Pedro

A pesar del dominio, España no terminaba de hincarle el diente a Francia. El primer tiempo había sido bastante bueno, con un Xabi Alonso majestuoso, dictando el guión del partido. Pero la segunda parte avanzaba y el gol, necesario para burlar la temida repesca, se resistía. Era el momento del revulsivo, y así lo entendió Del Bosque, que mandó a Jesús Navas que se despojara del chándal para salir al campo. El sacrificado, creo que no fui el único en pensarlo en ese momento, sería Pedro Rodríguez.

Mientras Navas esperaba en la banda, Pedro controló el balón el tres cuartos de campo, oteó el panorama y abrió a la banda izquierda a Monreal. El del Arsenal se internó en el área y mandó un centro al barullo del área pequeña. Parecía la defensa gala tener la jugada bajo control, con Villa tapado y Evra dispuesto para el despeje, pero por allí apareció Pedro como un ciclón para empujar a trompicones la pelota. “La toqué y no sé cómo ha entrado”, diría el jugador al terminar el partido. La jugada había nacido y muerto en sus botas.

Inmediatamente, Navas entró por Villa y Pedro continuó unos minutos más en el campo. Se lo había ganado. El tinerfeño se está convirtiendo en el talismán de Del Bosque, en el goleador de un equipo sin gol. Ya lleva diez tantos en la presente temporada con la camiseta de España. Se hace necesario destacar su labor en este equipo de elegantes estetas. El tinerfeño no tiene la clase de Iniesta, Xavi o Xabi; tampoco la técnica de Silva, Mata, Cesc o Cazorla, jugadores que habitualmente empiezan el partido en el banquillo mientras él es titular. Puede parecer a veces que es el patito feo del grupo. Sin embargo, se ha hecho imprescindible desde que Del Bosque le diera la titularidad en la recta final del Mundial de Sudáfrica en 2010. Abre el campo, juega entre líneas y ofrece movimientos constantes. Y ahora, además, es el goleador del equipo.

Foto | cadenaser.com
En 1001 Experiencias | Arconada, un fallo en color
En 1001 Experiencias | Barbas, mostachos y melenas al viento: oda al fútbol premetrosexual