Experiencias inolvidables

Dexter y la simpatía por el diablo

El cambio en la ficción televisiva del S. XXI ha tenido y está teniendo varios exponentes claros que van evolucionando con el paso de las temporadas: el papel de la mujer, los cambios de formato en la sitcom… y la figura del antihéroe. Quizá sea por el cinismo de una audiencia que mira con recelo a los personajes moralmente incuestionables o simplemente por el hecho de que un antihéroe tiene más potencial para resultar un personaje complejo y atrayente, pero la proliferación de este tipo de protagonistas en series de todo tipo está incluso dejando de habitar únicamente en los títulos de calidad o pensados para público más minoritario y exigente.

No es, sin embargo, el caso de Dexter Morgan (impresionante Michael C. Hall), protagonista absoluto de un drama de cable americano adulto y explícito ya desde su incómoda pero brillante cabecera. ‘Dexter’ ha explorado durante siete años las diferentes caras e influencias de un personaje de estas características y esta semana ha empezado la octava y última temporada, en la que finalmente se enfrenta a un destino que parecía irremediable desde el arranque de la serie, destino esperemos se vea afectado por los pequeños detalles que alejan a este asesino en serie del maligno psicópata. ¿Cómo se ha manejado hasta ahora ésta simpatía por el diablo? Antes de reflexionar sobre ello, pongámonos la banda sonora adecuada y sabed que hay detalles menores sobre las temporadas emitidas, aunque nada spoilero que no pueda aparecer en una sinopsis, pero aviso por si las mosquis.

Aunque él esté convencido de lo contrario, el truco reside en que Dexter ni es ni está mostrado realmente como un diablo. Son muchos los detalles que consiguen la empatía del espectador y empiezan en el hecho de que él mismo se considere un monstruo. La serie arranca con un Dexter que se perfila como lisiado emocional y social, como una persona que no es capaz de sentir nada. Que sea él quien cuente la historia es una factor clave a la hora de poner a la audiencia de su parte; la voz en off nos hace partícipes de la dualidad que existe en todos los aspectos de su vida personal, profesional y psicológica, consiguiendo incluso explotar con humor ese contraste entre lo que intenta aparentar y lo que realmente parece sentir.

Además, es un asesino con unas pautas y que ha redirigido su necesidad de matar gracias (o por culpa, algo que por fin empieza a plantearse hacia las últimas temporadas) a su padre adoptivo, Harry. Dexter tiene un código, es una especie de justiciero que sólo mata a asesinos y demás delincuentes despreciables que consiguen escapar de las garras de la justicia por molestas lagunas o recovecos legales. La serie hace partícipe al espectador de esos rituales, comparte con Dexter la satisfacción de ver sufrir a sus víctimas; de saber que no provocarán más mal ni muertes.

Otro de las debilidades del personaje son los niños. A pesar de mostrarse inmune a cualquier sentimiento por otro ser humano, siempre ha tenido un lugar especial para los niños, y es a través de ellos que consigue llegar poco a poco a Rita (a la vez que al espectador), convirtiendo ese ambiente familiar que él cree fingido en algo real.

Ella es la única persona en el mundo que me quiere. Eso está bien. Yo no tengo sentimientos por nada, pero su pudiera tener alguno, seguramente los tendría por Deb.

Con esa frase del primer episodio arranca lo que será una de las relaciones más vitales en la vida de Dexter y otro de los aspectos que le da humanidad: su hermana. Admitamos que Debra (encantadoramente malhablada Jennifer Carpenter) tiene el superpoder de tener un ojo terrible para los hombres, pero al final siempre vuelve a Dexter. Es un hombro para ella; y él se deja. La confidencia que empieza yendo en una dirección se convierte en algo mucho más complicado y peligroso (y estimulante para el espectador).

¿Sabéis eso de fingió que estaba enamorado durante tanto tiempo, que acabó por enamorarse? Resume muy bien la evolución que ha sufrido el personaje en todos los aspectos. Para esto han sido vitales también los antagonistas de cada temporada, esos perturbados que de una forma u otra han servido de compañeros, de objeto de admiración o comparación y, en definitiva, de aprendizaje para un Dexter que cada vez entendía más sobre sí mismo. Ruddy le hace comprender lo vital de la influencia de su padre adoptivo, Lila fue la que retiró el primer ladrillo de su muro emocional y Miguel Prado fue la primera voz contraria al pepito Grillo de su imperturbable código.

De aceptar su Oscuro Pasajero, poco a poco se va sintiendo esclavo de su condición. Harry pasa de ser la voz de la conciencia a una carga que no le deja avanzar, algo que toma forma durante la influencia de Arthur Mitchell (brillante John Lithgow), un maestro para nuestro protagonista que intenta buscar un equilibrio entre su secreto y la familia.

Lo que toma forma con la presencia de Trinity (probablemente el mejor villano de ‘Dexter’) llega a su punto álgido con Lumen (Julia Stiles), una joven cuyo rapto y violación le da legitimidad para querer buscar una sangrienta venganza con o sin ayuda de Dexter, que se niega a que ella se deje llevar por su Oscuridad, se niega a que sea esclava de ella como lo es él. Su adicción es una debilidad y es algo que se percibe ya desde el principio.

Al contrario que muchos de los antihéroes televisivos actuales, cuyo atractivo nace de intentar explotar ese cinismo del espectador que comentaba al principio, explotando la parte más retorcida de los personajes, Dexter es un asesino en serie que se recrea en su irremediable impulso de matar; su atractivo es entonces el descubrir esa humanidad tras la máscara. Una máscara que comienza agrietándose y acaba hecha añicos.

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Comentarios

  1. Comentario by ‘Under the Dome’, la cúpula de los estereotipos - julio 10, 2013 09:35 am

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