Conducir sobre un lago helado
Este año recorrí los casi 4.000 kilómetros que separan Madrid de la estación de esquí sueca de Åre para vivir una experiencia única al volante de un coche: conducir sobre un lago helado. Después de una parada obligada en Estocolmo, el siguiente vuelo me llevaría directo a Ostersund, uno de los aropuertos situados más al norte de Suecia. De allí a la estación de esquí de Åre menos de una hora de autobús.
De camino hacia Åre, pude ver por la ventana del autobús los enormes lagos helados que se situaban a la izquierda de la carretera. Extensiones infinitas de hielo delimitadas por enormes árboles, dónde en menos de 24 horas iba a poder disfrutar de una experiencia única sobre cuatro ruedas (de invierno, eso si).
En casa de Héctor Ares siempre olía a gasolina. Y no es que viviese encima de una gasolinera, sino que el motor y la gasolina eran una forma de vida en su familia. Este vigués afincado en Madrid, ha convertido su afición en su trabajo. Es el responsable de comunicación de las marcas de neumáticos Goodyear y Dunlop, pero también prueba los mejores coches del mundo para Motorpasión. Es rápido al volante, así que mejor seguirlo por Twitter.
Sin apenas poder pegar ojo por lo que me esperaba al día siguiente, me desperté a las 6:30 AM. La temperatura exterior era de -17 grados centígrados, pero el cielo azul comenzaba a aparecer y el sol asomaba los primeros rayos.
Más de cinco metros de grosor de hielo
Cuando llegué a la pista de hielo, lo primero que se me ocurrió fue preguntarle al monitor que me acompañaba si no había posibilidades de que el hielo se rompiese, y cayésemos con el coche al agua helada. Su carcajada y la explicación de que la capa de hielo podía ser de más de 5 metros de grosor, calmaron mis inquietudes.
Había llegado el momento esperado. Los coches, principalmente Audi y BMW estaban equipados con neumáticos de invierno. Éstos agarran mucho más que los normales siempre que la temperatura exterior baja de +7 grados centígrados, y allí estábamos a -12 en esos momentos.
Un circuito de más de un kilómetro de largo con curvas rápidas de izquierda y de derecha era el trazado perfecto para disfrutar de derrapajes increíbles, controladas y que nunca podríamos hacer sobre otro tipo de superficie.
Si te salías del trazado, no pasaba nada porque a los lados de la pista, las montañas de nieve te frenaban sin causar desperfectos al coche. Comencé circulando despacio, con los controles de tracción y estabilida activados para conocer el circuito.
A medida que pasaban las vueltas, el ritmo comenzó a ser más alto. Era el momento de dejar el coche en estado puro, sin controles de ningún tipo. Y entonces comenzaron las derrapadas más espectaculares que he vivido en mi vida.
Derrapando sobre hielo y nieve a más de 100 km/h
Es una sensación indescriptible conducir teniendo que ver más tiempo por la ventanilla lateral del coche que por la luna delantera, pero eso es lo que haces la mayor parte del tiempo cuando circulas sobre hielo. La velociad no era precisamente lenta, en torno a los 100 km/h en algunas partes del circuito.
Y ver la nieve que levantan tus ruedas por el espejo retrovisor, fue toda una experiencia. Una experiencia que recomiendo a todos aquellos que quieran sensaciones fuertes en un coche. Y lo mejor, sin ningún tipo de peligro.
Eso si, elegid bien la época porque si vais en verano, dónde yo derrapaba con un coche os podéis encontrar a suecos pescando sobre sus pequeñas embarcaciones de madera.
En 1001 Experiencias | Recorrí 25.000 kilómetros entre Granada y Pekín en bicicleta
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