Experiencias inolvidables

Como el Bayern en el Camp Nou

En cuanto el árbitro pitó el final me acordé del Bayern. Me vino a la mente el césped del Camp Nou sembrado de futbolistas de camiseta gris, noqueados. Recordé a Kuffour tumbado boca abajo, llorando, al arisco Khan con las rodillas hincadas en la hierba, a Effenberg vagando con la mirada perdida, al gigantón Jancker, hundido. Un rosario de jugadores dispersados por el campo, rotos, preguntándose aún qué demonios acababa de suceder. Me acordé del mediático árbitro italiano Pierluigi Collina tratando de consolar uno a uno a los futbolistas germanos.

El Bayern había perdido la final de la Champions de 1999 en el descuento, con dos goles del Manchester United en un par de minutos de locura. Algo parecido le pasó ayer al Málaga, que entró al tiempo extra clasificado con holgura para semifinales y salió de él con la tristeza del que tiene que volver a casa y afrontar la dura realidad. El Málaga se aferraba a esta Champions como el que se va de viaje intentando olvidar su jodida situación. Paseando por ciudades extrañas consigue disfrutar como nunca, obviando sus problemas. Intenta alargar todo lo posible el momento del regreso, consciente del futuro incierto que le espera en casa.

Todo sucedió en un minuto maldito. Primero fue un balón frontal que Demichelis no atinó a despejar. El central argentino, uno de esos hombres fiables con los que uno se iría al fin del mundo, midió mal y la pelota pasó medio metro por encima de su melena. El balón rebotó varias veces y acabó dentro. Un minuto después se consumaba la desgracia, en la jugada con más fueras de juego que uno acierta a recordar. El árbitro no vio ninguno. En Málaga a más de uno le pilló con el champán a medio descorchar.

Antes de aquello, el Málaga había jugado un partido admirable, maniatando al equipo de moda, objeto de culto de hipsters futboleros. Adelantó al Málaga Joaquín, que jugó liberado en punta y volvió a demostrar que está como nunca. Empató justo antes del descanso Lewandowski, dando aire a los alemanes. En el minuto 82 marcó Eliseu, en posición de fuera de juego, pero el árbitro dio gol. Parecía la sentencia. Antes había hecho Caballero las dos paradas de su vida, que lo convertían en el héroe del inminente pase a semifinales. Cuesta creer que este hombre se haya pasado media vida en Segunda. El Dortmund se entregó entonces a la heroica, que es lo que tocaba, y el Málaga empezó a mirar más al reloj que al césped, que no tocaba pero era inevitable. Cuando el cuarto árbitro sacó el panel electrónico señalando cuatro minutos de alargue, los pubs de Málaga se preparaban para una noche movida.

Cuatro minutos después, el árbitro pitó el final el partido y los jugadores del Dortmund estallaron de alegría, en comunión con su afición. Los del Málaga quedaron hundidos en el césped, sin un triste Collina que les consolara. El champán acabó en el fregadero y los pubs cerraron pronto.

Foto | vavel.com
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Comentarios

  1. Comentario by Fútbol y peinetas - abril 15, 2013 01:07 pm

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