‘Black Mirror’, la provocación de Charlie Brooker
El primer ministro británico se despierta alertado por uno de sus asesores; la princesa ha sido secuestrada y, en el vídeo en el que ella explica el rescate que piden sus secuestradores, afirma que no quieren dinero, ni hacer ninguna reivindicación; sólo quieren que el primer ministro viole a un cerdo en televisión, ante la mirada sorprendida y asqueada de millones de espectadores que, sin embargo, no pueden apartar sus ojos de la pantalla.
Con semejante carta de presentación, no es extraño que ‘Black Mirror‘, la serie creada por Charlie Brooker, llamara la atención de mucha gente por atreverse a hacer algo así, pero justo ese primer episodio es la nota discordante en el resto de capítulos, puesta al principio sólo para provocar al público y llamar su atención. Porque, ¿es esta serie tan original y atrevida como la pintan?
Antes de lanzarnos de cabeza a averiguarlo, recapitulemos. Charlie Brooker, la mente pensante detrás del proyecto, es un tipo muy conocido en el Reino Unido por sus programas informativos satíricos y por escribir en The Guardian sobre temas relacionados con los medios de comunicación y la importancia de la tecnología en la sociedad actual.
Su idea al poner en pie ‘Black Mirror’ era recuperar la tradición de las series de antologías en las que cada episodio contaba una historia diferente, series tipo ‘La dimensión desconocida‘ o ‘Cuentos asombrosos‘. En aquellos títulos, los capítulos se movían alrededor de historias de terror, fantasía y ciencia ficción, y Brooker quería seguir ese ejemplo centrando las suyas en la relación que tenemos en la sociedad actual con la tecnología. Cada capítulo de ‘Black Mirror’ cuenta una historia independiente, ambientadas todas en un futuro muy cercano en el que la afición por esos “espejos negros” (que no son otra cosa que las pantallas de nuestros teléfonos, iPods, tablets, ordenadores, etc.) se lleva hasta el extremo, hasta un punto en el que tiene que hacerte pensar en las implicaciones que ese enorme papel de la tecnología y de las redes sociales tienen en nosotros.
Sin embargo, a poco que prestemos un poco de atención a cada uno de los seis episodios que hasta el momento tiene la serie, veremos que la tecnología no es su fin último, que su tema no es exactamente la crítica hacia ella; a Brooker lo que le interesa en realidad es algo inscrito en el ADN de toda la ciencia ficción que quiera preciarse de serlo, y eso no es otra cosa que nosotros mismos y nuestra sociedad contemporánea.
‘The National Anthem’, ese primer capítulo con el cerdo, no es el más representativo porque su principal propósito es impactar y sorprender, y el comentario social se queda muy en segundo plano ante lo que da la sensación de ser una provocación gratuita. Es ‘Be right back’, el que abre la segunda temporada, el que representa mejor lo que es la serie. Su reflexión sobre lo duro que puede ser el duelo de un ser querido, sobre todo si su pérdida es repentina e inesperada, se intercala con la posibilidad que ofrece la tecnología y lo lleva hasta sus últimas consecuencias. En realidad, ‘Black Mirror’ no demoniza la tecnología, pero sí se pregunta por nuestro excesivo enganche y posible uso irresponsable de ella.
Charlie Brooker bebe de toda una tradición de la ciencia ficción que, posiblemente, pase desapercibida para el gran público, y por eso no es raro leer por todas partes comentarios de que su serie prácticamente reinventa el género, y no es así. Lo que sí hace es insuflarle nueva vida y tomárselo en serio, asumiendo los puntos de partida de sus capítulos y asumiendo todas las consecuencias que pueden tener. No es raro detectar en ‘Black Mirror’ trazas de los relatos de Philip K. Dick, de ‘Un mundo feliz’ o de Stephen King, y sí consigue totalmente crear cierto desasosiego en el espectador, especialmente cuando sus capítulos tocan asuntos muy humanos. Por eso, ‘Be right back’ y ‘The entire history of you’ y su historia de celos son los mejores capítulos, y no ‘The National Anthem’.
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