Experiencias extremas

Escritores que se excitaban cuando fingían ser niños regañados

La historia de la literatura ha alumbrado a escritores geniales que, sin embargo (o precisamente por eso), también arrastraban manías sexuales particularmente enfermizas. En ese sentido, una de las filias más comunes entre los escritores era fingir que eran niños que estaban siendo regañados a distintos niveles de severidad.

El caso español más célebre es el de Camilo José Cela, que al visitar Barcelona solía frecuentar un famoso prostíbulo en el que, tras seleccionar dos hembras, solicitaba que se rompieran vajillas enteras contra el suelo.

Al parecer, la chica que cuidaba de Cela cuando era niño recibía constantes broncas de la madre cuando ésta, por su torpeza en la cocina, rompía algún plato por accidente. A Cela le resultaba excitante ver cómo la chica era regañada. Así que en el prostíbulo fingía volver a su infancia, y para ponerse a tono le bastaba con ver cómo una de las prostitutas rompía platos mientras la otra le regañaba. Cela, entonces, se retrotraía a su infancia, y también se sentía travieso y díscolo.

El filósofo y escritor Jean-Jacques Rousseau también le gustaba que le pegaran como a un “niño travieso”, según cuenta él mismo en su obra Confesiones. Al parecer, el tema empezó a gustarle ya con 8 años, cuando su niñera, mademoiselle Lambercier, le azotaba por su mal comportamiento.

Otros escritores que también encontraba excitante ser golpeados o flagelados fueron Dostoievsky, Samuel Johnson o T. E. Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia.

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