Experiencias extremas

El capítulo pornográfico de ‘Rayuela’

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Rayuela es una novela del escritor argentino Julio Cortázar, concebida en París y publicada por primera vez en España en 1963. Si no has leído Rayuela, no has leído a Cortázar y, por extensión, una parte importante de la literatura latinoamericana. No en vano, en ella podemos leer frases como “Después de los cuarenta años la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás.”

Aunque, lo que pocos saben es que en este clásico de la literatura también se incluye un capítulo pornográfico, aunque todo escrito de modo, digamos, eufemístico. En la célebre obra de Cortázar podemos encontrar un capítulo pornográfico que está escrito en un lenguaje inventado para que no podamos saber exactamente qué dice. Erotismo cifrado.

Rayuela no es una obra fácil de leer, sobre todo por su peculiar estructura: la obra debe leerse de adelante hacia atrás, saltándote trozos y releyendo otros. Además, la tarcera parte de la obra está compuesta por lo que los llamados “capítulos prescindibles”, que son una serie de citas de libros, recortes de periódicos y textos autocríticos, que en efecto son prescindibles si el lector solo está interesado en el argumento principal.

rayuelaPor eso, tal vez muchos lectores no han llegado al perturbador capítulo 68, donde se narra una escena muy tórrida redactada exclusivamente en gíglico, un lenguaje inventado por el propio Cortázar para la obra, cuyas primeras frases dicen así:

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia.

No es la única obra que ha inventado un idioma para describir escenas sexuales explícitas. Andreu Martín, en su novela de ciencia ficción Ahogos y palpitaciones, empleaba toda clase de palabras inventadas para referirse al sexo, a partes pudendas y a palabrotas. Por ejemplo, tal y como os explicaba en Palabras malsonantes en textos biensonantes, “pornar” es el verbo que sustituye a follar.

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