Experiencias extremas

El agobio del seriéfilo

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El siglo XXI llegó con la llamada Edad de Oro de las series bajo el brazo. Es un término que algunos asociaban a la cantidad de ficción de calidad que se producía a principios de la década pasada; otros lo siguen utilizando para referirse a la cantidad en aumento de la oferta de ficción televisiva. Muchos factores han ido de la mano estos últimos años para favorecer según qué cosas en el mundo del seriéfilo. El estallido definitivo de internet y la descarga de las series que, aunque algunos ejecutivos aún se atrevan a negarlo, ha sido vital para su flujo internacional es sin duda uno de los factores determinantes; en España, por ejemplo, se estrena más ficción internacional que nunca a pesar de que es la nacional la que sigue ganando en cuanto a audiencia general se refiere.

Pero, ¿es tan de oro esta era? Sí y no. Por supuesto, los datos de pilotos producidos en Estados Unidos (el país más potente en cuanto a industria se refiere) engordan año tras año, se estrena una cantidad obscena de títulos nuevos que esperan ser el nuevo bombazo, títulos que en parte existen gracias a ese aumento en la exportación de contenidos, ya que basan gran parte de su presupuesto en la proyección o contrato a priori de ventas internacionales. Sin embargo, esto es un poco como la sensación térmica, y es que la cantidad desorbitada de información que circula en torno a la industria televisiva en general es cada vez más inmanejable y exagerada.

Visibilidad y sobreinformación

Visto desde el prisma actual, parecería que hace 25 años no se producían también docenas de pilotos al año o que en los países escandinavos aún no sabían lo que era un policíaco. Pero con Internet ha llegado la visibilidad. Visibilidad de la gran oferta disponible para los aficionados a las series, que las comparten, descargan y dan que hablar de ellas en la red; y visibilidad para los mercados, que ponen el ojo en aquello que genera debate y configura las tendencias del momento, y deciden sacarle partido. En ‘Bron|Broen’ encontramos un gran ejemplo que ilustra esto, y es que su éxito, la adaptación americana ‘The Bridge’, la francesa ‘The Tunnel’ –y las que llegarán- no se entiende sin este flujo online global de los contenidos.

Ahora; con la visibilidad ha llegado la sobreinformación. Una daño colateral –no nos olvidemos- que solo sufrimos los aficionados que queremos estar a pie de cañón, al día del último despido de showrunner, del último fichaje o de la cancelación dolorosa de la serie que vemos nosotros y otros cuatro de internet. En los noventa también nos gustaban las series pero las disfrutábamos de otra forma; no sabíamos qué temporada era ni si tal estrella invitada tendría un arco de varios episodios o era cosa de un capítulo ni valorábamos tanto el segundo a segundo (aunque este asunto de la inmediatez y la polarización de la crítica es tema para otra reflexión aparte). No digo que fuese mejor o peor forma ser seriéfilo; pero sí muy diferente.

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Con el creciente flujo de información (alimentado por todas las partes: producción, prensa, crítica y fan), la disponibilidad y visibilidad de títulos, la democratización de la cultura, el auge de los blogs y las redes sociales y demás factores que han llegado con internet, ser aficionado a las series parece haberse convertido en un hobbie inabarcable que genera cada vez más debate respecto a los requerimientos mínimos para poder colgarte la etiqueta de seriéfilo. Verlo todo, saberlo todo y estar en el ahora porque el hace siete horas ya no es trending topic –otro tema interesante sobre cómo ha cambiado el diálogo entre los seguidores y cómo plataformas como Netflix lo han puesto a prueba en los últimos meses-. Para algunos es como si se hubiese convertido en un trabajo, una obligación en la que hay que invertir tanto tiempo que cuando otros no lo hacen, pareciese que no son dignos. Y por ello flota en el aire una especie de presión de tener que abarcarlo todo para poder formar parte del grupo, de la conversación; una conversación que lleva a muchos a afirmar que han visto series que no han visto o a entrar en esa espiral del silencio que provoca la recepción general de un título concreto.

Porque ya no hay que saber información sobre una serie, haber visto los episodios y conocer el currículum del showrunner (quienes, por cierto y por suerte, han adquirido un estatus social en parte gracias a todo esto), sino que también hay que saber la opinión generalizada de una serie. Un solo episodio no se enfrenta sólo a un espectador; se enfrenta a las expectativas que éste ha creado en torno a la serie, a lo que éste espera de ella, a lo que los demás han dicho de ella o al iPad que hay encima de la mesa.

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En fin, después de este popurrí de ideas sobre lo que llaman la burbuja seriéfila y con respecto a esa presión o ese agobio que van asociados a ella y que tienen su auge en estas fechas (el arranque de la temporada en otoño) quería acabar con mi filosofía al respecto. Y es que hasta hace bien poco era de las que se sentía abrumada por el volumen de episodios pendiente, de artículos por leer en el feed o acababa midiendo el tiempo de otras actividades en capítulos que podría estar viendo. Pero ya no. Ahora enciendo mi PLEX, observo lo que tengo pendiente y elijo lo que más me apetezca… ¡con lo “de cajón” que es, ¿verdad?! Ver series que me dan pereza, no. Ver episodios por seguir dando oportunidades a algo que realmente no me interesa o no es mi momento para disfrutarlo (a veces el momento es clave), no.

Soy la primera que piensa con frecuencia que cada vez me cuesta más encontrar una serie que disfrute plenamente; es normal, que haya más oferta no significa que haya más series para mí, y con tanta paja la posibilidad de éxito se reduce. Además, cuando una se para a pensar todo lo que he expuesto aquí, se da cuenta que gran parte de la culpa es esa concepción cada vez más desvirtualizada de la seriefilia. Es como si un aficionado al basket lo fuese menos si sólo disfrutase viendo los partidos sin conocer la trayectoria del entrenador contrario o cuánto cobra el pívot del equipo ganador; una jugada espectacular que acaba en glorioso mate sigue siendo lo que nos empuja a hacer una ola.

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Comentarios

  1. Comentario by Syphire - noviembre 25, 2013 10:30 pm

    Totalmente de acuerdo. O estás al día de todo viéndote todas las series que hay, o para la sociedad no eres un seriéfilo. Y no llega con ver todas las series, tienes que conocer a todos los actores, directores, lugar en el que fueron grabados los capítulos, etc. Por desgracia, es algo que hoy en día pasa bastante y con más ámbitos >_<

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    1. Comentario by Natxo Sobrado - noviembre 26, 2013 09:39 am

      Hay algo más importante que saberse todo eso: disfrutar de la vida. Quien exija eso y quien busque solo ese grado es que está mal de la cabeza. Las series mejor pocas y bien disfrutadas.

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