El remake bueno es el remake muerto
Mi compañero Alberto lo decía hace pocos días y no tengo más remedio que darle la razón en ambas afirmaciones, tanto aquella que calificaba a ‘Carrie’ (id, Brian De Palma, 1976) como una de las mejores adaptaciones que se han llevado a cabo de una novela de Stephen King, como la que apuntaba acerca de la espantosa pinta que tenía la nueva versión perpetrada por Kimberly Peirce, un filme que, una vez visionado, vuelve a incidir sobre el encendido debate que se plantea siempre alrededor de los remakes y su necesariedad o no en el desarrollo de la práctica cinematográfica contemporánea. Y si el título no lo ha dejado claro, que conste que soy de los que piensan que, sino está roto ¿por qué arreglarlo?.
Vaya por delante que, como quiera que generalizar es una práctica “muy fea” hay algún ejemplo suelto de remake que puede salvarse de la gran hoguera a la que habría que arrojar a todos los demás y que, asimismo, habría que distinguir a priori entre aquellos filmes que reversionan a producciones anteriores y los que vuelven sobre el material literario que sirvió de partida a éstos para aportar su granito de arena sobre el mismo o contemporaneizarlo (caso, por ejemplo, de las incontables versiones de cierto relato trágico-romántico Shakesperiano). Por no divagar mucho y porque, seamos francos, no hay espacio para una disertación que daría para mucho, centraremos nuestra atención en los primeros.
Con ‘Ocean’s eleven’ (id, Steven Soderbergh, 2001), ‘La cosa’ (‘The Thing’, John Carpenter, 1982) o ‘La mosca’ (‘The Fly’, David Cronenberg, 1986) como algunas de esas pocas honrosas excepciones a la regla que fueron capaces de reinterpretar con gran acierto las claves originales, muchos son los ejemplos prácticos que cabría citar aquí para apoyar la tesis de que a la hora de revisionar un filme, los estudios de Hollywood no han hecho más que fracasar —de muy diferentes formas e intensidades— una y otra vez.
Tantos son los que se agolpan en la memoria que, por nombrar los más estridentes —y a sabiendas que mucho es lo que me voy a dejar en el tintero por comentar—, podríamos señalar a aquél horrendo plano-a-plano —¿alguien que me explique la vaca?— que filmó Gus Van Sant sobre ‘Psicosis’ (‘Psycho’, Alfred Hitchcock, 1960), a la innecesaria e insufrible nueva versión que en 2006 volvió a efectuar la Fox sobre la magistral ‘La profecía’ (‘The Omen’, Richard Donner, 1976), o a las supinas estupideces que fueron ‘Vanilla Sky’ (id, Cameron Crowe, 2001) y ‘Quarantine’ (id, John Eric Dowdle, 2008), traslaciones yanquis de las magníficas ‘Abre los ojos’ (id, Alejandro Amenábar, 1997) y ‘[REC]‘ (id, Paco Plaza y Jaume Balagueró, 2007). Y que conste de nuevo, esto es sólo una pequeña muestra de lo mucho que los cinéfilos hemos llegado a sufrir a costa de una práctica que escasas alegrías nos ha dado en una sala de cine.
En 1001 Experiencias | Basada en un libro de Stephen King
En 1001 Experiencias | Billy Wilder, autor de estudio
COMENTARIOS
4