Nosotros somos Los Muertos Vivientes
¡Nosotros somos los muertos vivientes!
Con esta afirmación Rick Grimes dice lo que nadie se atreve a decir. El escenario es la prisión en la que han encontrado cobijo, un pequeño descanso tras todo lo que han vivido. Aunque, como suele pasar no pasarían ni doce horas sin que los problemas aparezcan tanto dentro como fuera de las rejas. El contexto: Rick acaba de despertar después de haber pasado un día inconsciente tras una dura pelea. Mató a Dexter, uno de los prisioneros que llevan viviendo allí desde el inicio de la epidemia y que se convirtió en un peligro para el grupo (no, lo siento, no sale en la serie).
La frase es una de esas lapidarias, una de las que se convertirán en el leit motiv de Los Muertos Vivientes, el cómic de Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlard, que lleva publicando desde hace diez años Image, y desde hace algunos menos Planeta de Agostini en España. Un cómic cuya adaptación televisiva, mientras que tiene su encanto, no logra arañar la superficie de lo que ocurre en este grupo de supervivientes formado a las afueras de Atlanta.
Desde entonces el grupo había intentado plegarse a los estándares y convenciones de la civilización. Los valores con los que fueron educados: la sociedad, la caridad, el altruismo, ayudar a los demás, tomar decisiones conjuntas en la medida de lo posible, trabajar en equipo… no olvidar jamás que son humanos. Humanos perdidos en una marea putrefacta, sin salida. Humanos que ya están condenados a convertirse en zombies en cuanto se produzca el deceso. No hace falta que te muerdan, la infección está ahí, latente. Un disparo basta. Rick lo supo cuando Carl mató a Shane. Ahí estaba también la explicación de por qué el ejército no ha podido contener la pandemia.
El juego de la supervivencia
Esa fue la primera pista de que la cosa estaba bastante complicada. Él fue designado líder por este grupo, con su esposa e hijo, con Hershel y familia, Sofía, Andrea, Dale… con varios más que se han ido encontrando. Todo un grupo que sueña con encontrar a más gente, ganar la batalla a los zombies y retomar la civilización tal y cómo la conocen. Y que están viendo que a Rick le está superando la situación, que está tomando decisiones impulsivas, demasiado viscerales. Pero Rick dice basta. La humanidad se ha quedado obsoleta.
Sí, se pueden quedar todo el tiempo del mundo tranquilamente tras las barras. Es más, incluso pueden irse de parranda si quieren… donde les apetezcan. Pueden abandonar el barco. Rick dice las cosas muy claras: hay que dejar de plantearse un mundo ideal. Todo intento de sociedad es un puro sueño. Si crees que esto se puede conseguir eres un iluso. Homo lupis homini, frase que rescató el filósofo inglés Thomas Hobbes: El hombre es un lobo para un hombre. No hay salida, no hay salvación. Hay que dejar de ser humanos (total, ya están desahuciados) y convertirse en salvajes. De nada sirven los buenos deseos. Es la ley del más fuerte y astuto. Esto es la jungla y los peligrosos no son los que muerden.
La frase, claro está, provoca estupefacción entre Los Muertos Vivientes, los que caminan, los supuestos vivos. Las rejas no están para protegerles de los que ansían comer carne fresca. Sino para los que buscan aprovecharse de dicha carne, manipular, acabar con los ingenuos que abren sus puertas y sus corazones de par en par. Rick lo tiene claro. Es una verdad que tanto su familia como ese grupo que se está convirtiendo en parte de ella poco a poco deben asumir si quieren avanzar.
El viaje de Rick Grimes, de Carl, Hershel, Andrea, Michonne y demás no ha hecho más que comenzar. Esto es una peregrinación tanto a nivel físico como anímico y psíquico. Tienen que dejar de ser quienes son para adaptarse a las circunstancias. Este “Nosotros somos los muertos vivientes” es la máxima que no deberán olvidar. Pero lo hacen. Somos animales de costumbres y si somos de naturaleza sociable este recelo natural, este salvajismo desaparece a la primera de cambio. Y allí llegará el llanto… y Robert Kirkman estará para narrárnoslo.
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