Sesión de sauna y nieve al borde de un lago helado
Vivir en Suecia, aunque sea un año y medio, es una experiencia, y al llegar el invierno se llega al tope de intensidad. Es necesario planificar muchas actividades, ya que las pocas horas de sol pueden deprimir a cualquiera. Pero sin duda una de las mejores y más curiosas experiencias que se pueden tener tan al norte es hacer una sesión de sauna y nieve al borde de un lago helado.
En mi caso fue bastante fácil, la Universidad KTH de Estocolmo en la que estudiaba tenía una casa en el campo que se podía alquilar. De hecho no organicé directamente el plan, simplemente me apunté. Llegar allí fue fácil, un par de autobuses, y después de cenar y tomar unas cervezas había llegado la hora de bajar a la cabaña con sauna al borde del lago helado.
Alejandro Nieto González escribe en El Blog Salmón y en Xataka Android. Le gusta viajar (el único continente que le falta por visitar es Oceanía), y ha vivido en Madrid y Estocolmo (Suecia). Le puedes seguir en twitter en @vacasueca y en su blog, La vaca sueca.
Del calor al frío en unos segundos frenéticos
La verdad es que no había ido mucho a una sauna antes de vivir en Suecia, pero por aquella época ya aguantaba bien el choque de calor al entrar, la humedad, y la sensación de estar en un sitio en el que no sobrevivirías muchas horas. Pero lo que no había hecho era salir a la nieve entre sesión y sesión de sauna.
La idea normalmente es lanzarse al agua, pero en este caso el lago estaba congelado. El invierno puede ser muy duro en Suecia. Así que decidimos revolcarnos por la nieve. Para el que se lo esté preguntando, sí, estábamos desnudos.
La sensación de salir de la sauna, con mucho calor, y que la fría noche del invierno sueco te abrace es espectacular. Todavía con el cuerpo caliente la sensación de frío es hasta agradable. Pero lanzarse al suelo y revolcarse por la nieve, notando la fricción y la textura de los copos suaves y compactos contra el cuerpo es una experiencia que hay que vivir. Además de todo esto, la vista era inigualable. La noche estaba en una fría calma y caían copos de nieve esporádicos, de forma muy suave, como solía nevar en Estocolmo.
Después de unos minutos se empezaba a sentir el frío y era hora de volver para dentro, a la sauna, para coger calor y ánimos para volver a salir. No sé cuantas veces lo repetimos, ni cuantas cervezas cayeron dentro de la sauna (hay que hidratarse), pero tengo un recuerdo, mirando hacia el lado helado, en calma (todos habían entrado de nuevo en la sauna), sin un sólo ruido, con mi cuerpo experimentando una mezcla de calor por la sesión de sauna y de frío por el revolcón por la nieve, que nunca olvidaré.
Imagen | Alejandro Nieto, chadmiller
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