Gané el concurso de ser la portada de Men’s Health
A mis 33 tacos, tras varias décadas practicando fútbol federado, llegó el momento de cambiar de deporte. Ahora me podía dedicar a hacer otros deportes gracias a la libertad de tener los fines de semana libres. Barajaba varias opciones pero siempre entorno a deportes que implicaran una superación personal, que tuvieran una gran dureza o necesitaran de una gran resistencia como triatlón, fitness, escalada, maratones, carreras de montaña…
Estuve unos cuantos meses sin saber qué elegir, pero un día me miré al espejo y me di cuenta que mi estado de forma no era el que me había caracterizado toda mi vida. Justo empezaba el 2008, y ya sabéis, año nuevo, vida nueva, así que decidí buscar una motivación para recuperar mi forma y mejorar mi cuerpo. Esa motivación la encontré en el concurso que organiza la revista Men’s Health anualmente para salir en su portada.
David Díaz Gil es un apasionado deportista que trabaja como ingeniero informático pero toda su vida siempre ha girado en torno al deporte, y no hay un sólo día que pase sin practicarlo o sin hablar de él. Actualmente es editor de Vitónica y Trendencias Belleza, y tiene un blog propio (daviddiazgil.com) donde nos habla de sus experiencias con los deportes que practica y orienta a cualquiera que le pida consejo en base a su propia experiencia.
El momento de aprender
Sabía que no iba a ser fácil, lo primero que tenía que hacer era aprender. Dicho y hecho, me puse a leer horas y horas libros de entrenamiento, de nutrición y a pasar horas en los foros de fitness para consultar las dudas que me surgían en la alimentación o en el entrenamiento. Mi rutina diaria era la misma de siempre, salvo que empecé a preparar mi comida con sumo detalle: 6 comidas equilibradas con una buena cantidad de proteínas y los hidratos necesarios para cada momento.
En cuanto al entrenamiento, no penséis que me pasaba horas y horas en el gimnasio, simplemente iba 1 hora al día, de lunes a viernes, entrenando un grupo muscular cada día, creando mis propias rutinas y variándolas cada semana. Los sábados hacía un entrenamiento libre tocando los grupos que más rezagados veía. Poco a poco fui aprendiendo qué era lo que a mi cuerpo le venía bien y qué era lo que le estimulaba.
Momentos difíciles
Los inicios son siempre duros, preparar la comida el día anterior, adaptarse a comer cada 3 horas, a descansar cuando te apetece salir con la bici y sobre todo a saber renunciar a ciertas comidas. Recuerdo cumpleaños en la oficina donde la gente se ponía ciega a comer tortillas de patatas, donnetes o pasteles mientras, a 3 metros de ellos, en mi mesa, yo comía mi ensaladita de pasta, mi revuelto de champis o mis pechugas de pollo.
Hubo momentos difíciles como los veranos en la playa en que todo el mundo te observa, donde todos tus amigos se atiborran a helados y tú sacas tus lonchas de pavo para alimentar tu cuerpo, cuando acudes a cenar fuera de casa con tu aliño milimétricamente para la ensalada en el bolsillo y todo lo pides sin salsas, ni aceites y a la plancha. Momentos locos donde el pollo no sabe a pollo y sin embargo todo te sabe a pollo, porque en realidad casi sólo comes pollo, llegó un momento que creía ser un pollo.
El concurso
Fue el día de mi 35 cumpleaños cuando me saqué las fotos para el concurso, en plena calle, en calzoncillos, que odisea. Las mandé con el único deseo de llegar a la semifinal, con eso me daba con un canto en los dientes, pero los planetas se alinearon y en el primer corte arrasé en internet, gracias en parte a tener un diario en el foro de la revista, con las fotos de mi evolución mes a mes, que superó las cien mil visitas.
Así que allí me planté, de casualidad, a mis 35 años con otros 14 chavales varios lustros más jóvenes que yo a optar por un puesto en la final. Todo fue diferente a lo que esperaba pues me vi perdedor entre tantos cuerpos perfectos, así me dejé llevar, fui natural y espontáneo, hablé sin vergüenzas, sin riesgos, como el que sabe que va a perder y no teme a nada… y ¡sorpresa! Acabé siendo uno de los cinco elegidos para la final, si me lo dicen en enero me da un ataque de risa.
Mi satisfacción era plena, no me imaginaba que podría llegar a más, así que el día de la final simplemente fui a divertirme y ver qué pasaba, me sentía como un adolescente que busca nuevas experiencias. Tal fue mi mentalidad perdedora que, llegado el momento de descubrir el ganador, descorrieron la cortina, miré la gran portada y no sabía quién era el que salía en ella, pues ni remotamente pensaba que iba a ser yo, así que cuando oí mi nombre me quedé como petrificado.
Sin duda alguna una experiencia inolvidable en mi vida, donde el esfuerzo del día a día durante todo un año tuvo una recompensa inimaginable para un tío sencillo y de andar por casa como yo. Algo que empezó como una motivación para ponerme en forma acabó sorprendiendo a toda mi gente y sobre todo a mí mismo.
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