El inicio con una fotografía provocativa de una mujer espectacular no debería de llevar unido la idea de cierto filósofo griego con su acertado planteamiento de las necesidades y el desarrollo de la virtud del conocimiento racional previa obtención de las pautas más básicas para vivir. Lo segundo acaba tirando el levantamiento feliz. Una vez conseguidas estas esa rebeldía, esas muecas y esa provocación se hace sobre una estudiada malla situada a unos cuantos metros bajo el fino hilo sobre el cual personas como Cara Delevingne juegan, se desnudan y se convierten en las nuevas modelos ricas y rebeldes.

Cara Delevingne es la mujer muecas, la mujer de las mil caras a cual más fea pero sobre una base cuya belleza hace este intento imposible. Posa con tu peor cara, ya. Esas cejas contundentes son otro signo de pasar de todo frente a tanto intento de acercarse a los estereotipos de Barbies que el mercado de la moda quiere vender.

Hija de la nobleza, nieta de Sir Jocelyn Stevens (uno de los responsables en cuidar el English Heritage, entre otros tantos negocios de influencia), acostumbrada a la mejor educación, cultura y amistades, la rebeldía sale en frascos de exclusivos perfumes elaborados ex profeso. El esfuerzo y dedicación de tantas modelos por llegar a tales puestos privilegiados para Cara Delevingne es más un juego en el que acaban saliendo polvos blancos que la prensa ansiaba por fotografiar más que un perro en la aduana buscando su premio en forma de galletita compacta.

Cuando se tiene todo a tu alcance la vida acabará siendo aburrida y llegará el turno de hacer muecas para que acaben riéndote las gracias. Envidia de muecas por aburrimiento.

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