Los 20 libros que debes leer antes de cumplir los 35 (I)
Las listas de los más leídos de la librería de turno no me gustan nada. Porque entra de todo, desde la dieta chorra del año hasta las memorias de algún famosete estulto. Así que no esperéis la típica lista aquí. Esto es una lista, personalísima, tanto de libros de ficción como de no ficción que el que suscribe considera que cualquier persona menor de 35 debería haber incorporado a su bagaje cultural para considerarse un buen lector, una buena mente y una mejor persona. Nada más.
‘Otra vuelta de tuerca’, de Henry James
La novela de terror por antonomasia. La obra en la que se han inspirado las miles de obras y películas que han tratado sobre casas encantadas. Los mimbres del susurro, el quejido de la puerta y el cuadro que se cae al suelo. No puedes entender los orígenes del terror si no has leído Frankenstein o Drácula, pero no puedes entender el género de los fantasmas si no las leído Otra vuelta de tuerca, publicada en 1898. O mejor dicho: no puedes entender el salto cuántico del género de las casas encantadas, el salto al tono moderno de los fantasmas, sin haber leído Otra vuelta de tuerca. Otra vuelta de tuerca ha sido llevada en muchas ocasiones al cine o a la televisión, incluso en España, por parte de Eloy de la Iglesia.
‘No Logo’, de Naomi Klein
No puede existir alguien que se autodenomine como antisistema o crítico contumaz con lo circundante si no ha leído a Naomi Klein (y por contraposición a Joseph Heath en Rebelarse vende, claro, que hay que ser también autocrítico). El grueso y denso No Logo: el poder de las marcas, de la periodista e investigadora Naomi Klein (Canadá, 1970), personaje de gran influencia en el movimiento antiglobalización y el socialismo democrático, fue uno de los ensayos mejor vendidos y más populares de por allá el año 2000. Un ensayo que analiza desde distintos puntos de vista cómo nos influyen las marcas, cómo se gestionan en la sombra, cómo los técnicos del marketing idean sistemas lobotomizadores cada vez más ingeniosos, cómo las marcas nos invaden, tanto mental como socialmente, e incluso urbanísticamente. Imprescindible si quieres ser un adulto responsable.
No puedes haber cumplido 35 años y no haber leído a Paul Auster, el prolífico escritor neoyorquino de ojos bulbosos y prosa sencilla pero hipnótica. Todas sus obras mezclan el realismo con cierto toque de inverosímil azar, casi magia (o directamente magia, como Mr. Vértigo). Una de las mejores formas de entrar en el universo Auster El palacio de la Luna. Pero si quieres desflorarte, entonces es mejor comenzar con Leviatán. Personajes complejos, jalonados de contradicciones, cierto aire metaficcional, el propio Auster sacando el hocico en la historia, destinos entrelazados, y una ubérrima percepción de la vida americana (tanto social como política). El mejor Paul Auster, el de antes. Para hacerse hombre de verdad.
Estamos ante uno de los libros de viajes más divertidos, eruditos y frescos que he leído nunca. Como casi todos los de Bill Bryson (que además se atreve con todo: divulgar ciencia, lingüistica, historia, e incluso biografías, la de Shakespeare y la de él mismo). En las antípodas se centra en las peripecias de Bryson durante un mes por Australia. Quizás es un país que, a priori, no puede dar mucho juego. Pero os garantizo que no es así: Australia es uno de los países más desconocidos del mundo: los animales más letales viven allí, desiertos que nunca han sido visitados por el ser humano que quizá albergan grandes yacimientos de oro, carreteras de cientos de kilómetros en línea recta que son recorridas por camiones que parecen trenes de mercancías, una epidemia de conejos que podría hundir toda la economía y la biodiversidad del país… y un largo etcétera. Bryson, como siempre, torpe, bonachón y entrañable.
‘La broma infinita’, de David Foster Wallace
Dicen que es el mejor escritor norteamericano vivo, aunque el estatus de vivo lo perdió hace unos pocos años, tras suicidarse. Sus cuentos son obras maestras del estilo, del escrutinio, de la reflexión casi obsesiva. Sus detractores dijeron que no era capaz de escribir una novela, y Foster Wallace respondió publicando La broma infinita, una obra inabarcable, pantagruélica, tentacular, de casi mil páginas. Una novela que hay que leer con tranquilidad y atención: exige mucho, pero también da mucho. Si no queréis tanto sacrificio, entonces os recomiendo su antología Entrevistas breves con hombres repulsivos. Incluso tiene un libro de viajes (o de antiviajes) de dedicado a los cruceros: Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, que sigue la estela del periodismo gonzo iniciada por Hunter S. Thompson en Miedo y asco en las Vegas.
‘Error humano’, de Chuck Palahniuk
El autor de El club de la lucha tiene verdaderas perlas que superan en mucho a la que acabó siendo una adaptación cinematográfica de David Fincher. Nana, por ejemplo, la considero su novela más redonda. Pero Palahniuk también es un experto a la hora de contar cosas curiosas que parecen nacer en el submundo, como demuestra en Error humano, una recopilación de artículos sobre temas totalmente dispares. “Festival del Testículo”, por ejemplo, es una suerte de fiesta dionisíaca de sexo y depravación. O “Combate de cosechadoras”, que es el artículo más trash, junto al “Festival del Testículo”, dedicado a los habitantes más paletos de Estados Unidos: literalmente son combates de cosechadoras que se organizan al estilo del circo romano de antaño. En el capítulo final, “Personal”, Palahniuk desvela sus más íntimos secretos; algunos de ellos bastante vergonzantes. Especial interés tendrá para muchos el capítulo dedicado a un día en el rodaje de El club de la lucha, y un supuesto potenciador de labios que emplea Brad Pitt.
‘El nombre del viento’, de Patrick Rothfuss
Incluso para los que no suelen cultivar la fantasía, El nombre del viento les fascinará. Es una mezcla de Harry Potter para adultos, con toques de Juego de Tronos, y aroma de El señor de los anillos. Sin embargo, no importaría que la historia transcurriera en un ambiente realista, sin magia, sin dragones, sin tierras imaginadas. Porque el elemento fantástico es lo de menos en esta historia. Rothfuss consigue que nos preocupemos de la vida diaria de Kvothe, del por qué fue una de las personas más importantes del mundo y ahora, sin embargo, es un simple cantinero, triste, avejentado, huyendo del pasado. La segunda parte, El temor de un hombre sabio, no decepciona. Y, a la espera de que llegue por fin la parte que cerrará la trilogía, acaba de anunciarse la posibilidad de realizar una serie de televisión acerca de las aventuras de Kvothe.
‘El juego de Ender’, de Orson Scott Card
La mejor novela para iniciarse en la ciencia ficción del hiperprolífico Card. Una historia de niños muy adulta. De invasiones extraterrestres. De un extenuante entrenamiento. De la batalla filosófica entre dos hermanos que acaban dominando el mundo a través de una suerte de Internet que fue concebido por Card cuando Internet todavía no existía como tal (la obra fue publicada en 1985). La prosa es sencilla, el tema también lo parece, pero El juego de Ender está jalonado de matices, aristas y reflejos que sólo los lectores más avispados captarán. Corred y daos prisa en leer esta novela, porque el final es impresionante, y la inminente adaptación cinematográfica os lo podría chafar con la proliferación de spoilers que se avecina.
’1984′, de George Orwell
La novela de ciencia ficción distópica por antonomasia. ¿Os suena el reality Gran Hermano? Pues el nombre procede de esta grandiosa novela. Aunque no esperéis leer acerca de la vida de una panda de garrulos encerrados en una casa con ínfulas de discoteca de polígono industrial. Aquí, el Gran Hermano es arma propagandística para infundir a la población confianza a la vez que temor y respeto. Aquí también aprenderéis lo que es la neolengua, un recurso hoy en día empleado por los políticos para maquillar sus afirmaciones o hacernos creer lo que no es. Muchos analistas detectan paralelismos entre la sociedad actual y el mundo de 1984, sugiriendo que estamos comenzando a vivir en lo que se ha conocido como: sociedad orwelliana. No puedo estar más de acuerdo, así que no perdáis más tiempo: tenéis que saber dónde vivís antes de cumplir los 35 años.
‘Cultura basura, cerebros privilegiados’, de Steven Johnson
La gente repite y repite los mismos mantras si haberse documentado antes. Por ejemplo, que ver la televisión, jugar a videojuegos o navegar por Internet nos atonta. Niño, lee un libro y deja ya la tele. Sin embargo, desde la neurociencia todo este discurso no se sostiene. La tesis principal de Johnson parte de lo que él llama “la curva del dormilón”, que asume que la cultura de masas está aumentando de complejidad progresivamente a causa de tres factores interrelacionados: los apetitos naturales del cerebro, el sistema económico de la industria cultural y las plataformas tecnológicas en evolución. Imprescindible para cerrar la boca a más de uno. Y para soltar el freno de mano ante la televisión, los videojuegos, Intenet y otros tantísimos vicios inconfesables.
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