La Nuit des Chimères dura más de 24 horas
Le Mans, ciudad francesa situada en un punto no demasiado lejano del supuesto emplazamiento de la famosa aldea gala que repelía una y otra vez las embestidas del ejército romano gracias al ingenio de sus habitantes y a una famosa poción mágica y una ristra de mamporros, posee varios atractivos destinados a seducir a cualquier visitante. Por un lado se encuentra la celebración de la prueba automovilística más famosa del mundo con el permiso de las 500 millas de Indianápolis o el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1, y por otro, su especial emplazamiento a medio camino entre París y dos puntos de importantísimo atractivo turístico, como son Normandía y la Ruta de los Castillos en el Pays de la Loire.
Sin embargo, la ciudad (de unos doscientos mil habitantes) posee más atractivo para el visitante del que podría suponerse, siendo el centro histórico el eje vertebrador de toda visita. Cualquier momento es idóneo para recorrerlo, eso sí, con la llegada del verano, y el atardecer, la Cité Plantagenêt viaja a un mundo en que el pasado y la mitología cobran vida para mostrar la riqueza histórica y cultural de la zona.
Edén Félix es abogado especializado en Gestión de Proyectos Humanitarios. Manchego de nacimiento y colombiano de adopción ha trabajado en París y Düsseldorf. En la actualidad intenta inundar el Caribe de aceite de oliva y desarrolla un proyecto de introducción del B-Learning en la educación colombiana de la mano de la editorial digital de la que es socio. Podéis conocerle en twitter como @MaeseCronopio.
18 siglos de historia amurallada
Lo primero que el visitante ve si se aproxima al centro histórico de Le Mans desde el norte de la ciudad es el río Sarthe (afluente del Loira) y la imponente muralla romana, compuesta por 26 torres y 11 puertas, que abraza la Cité desde hace más de 1700 años, la cual ha aparecido en varias ocasiones como candidata a formar parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco al ser la muralla romana mejor conservada de toda Europa exceptuando las situadas en Roma y la antigua Bizancio.
La muralla galo-romana cuenta con cerca de mil metros de longitud, los cuales fueron utilizados en su momento no solo como muralla defensiva, sino también como lienzo en los cuales se realizaron mosaicos y pinturas que aún pueden verse hoy día gracias a las importantes labores de restauración realizadas.
Para poder acceder al interior del barrio histórico el paseante debe cruzar el río por uno de sus numerosos puentes y atravesar la muralla, o bien por el Tunnel des Jacobins que nos lleva a la plaza principal de la ciudad donde se sitúa la catedral, o bien por una de las múltiples y estrechas escalinatas que nacen a pies de la muralla y que nos adentran en el barrio, el cual ha sido utilizado como escenario cinematográfico en infinidad de ocasiones, destacando entre las mismas su aparición en la mítica “Cyrano de Bergerac” o “El Hombre de la Máscara de Hierro” con Leonardo Di Caprio, John Malkovich y Jeremy Irons entre otros.
La Nuit des Chimères
Como os he contado antes, la mejor forma de conocer le Vieux Le Mans es de la mano de la Noche de las Quimeras, festival con carácter anual de luces proyectadas y sonido de esos que tanto gustan en Francia y que ya han ido asomándose por España. Sin embargo este festival no es uno más, ya que tanto el entorno como la temática lo convierten en una experiencia única.
La Cité Plantagenêt, llamada así en honor de la dinastía inglesa de los Plantagenêt, cuyo fundador nació en Le Mans, es trasladada todas las noches del verano sarthois a diversos momentos de su intensa historia, desde los ataques del ejército romano hasta la quema de la ciudad durante la Guerra de los 100 años, hecho que provocó un cambio en las edificaciones del barrio, pasando a ser de piedra y sustituyendo la madera tradicional.
180 metros de la muralla romana se convierten en la pantalla sobre la que las proyecciones dibujan varios de los escenarios históricos que ha vivido la ciudad, aparte sumergir al visitante en la mitología de la zona. Así pude ver desde las centurias romanas aproximarse a la antigua aldea gala con el fin de invadirla, hasta demonios, quimeras y otros monstruos que según los lugareños eran invocados para espantar a las brujas y a los malos espíritus.
Por las angostas y oscuras calles que recorren el barrio me encontré también con gárgolas, mandrágoras, unicornios cabalgados por héroes medievales, mientras que las paredes de las antiguas haciendas se adornaron con los blasones de muchas de las familias que poblaban la ciudad en época medieval. Todas las proyecciones estaban acompañadas por música ambiental que ayudaba a crear un ambiente lóbrego, obligando al caminante a andarse con ojo pues tras cualquier esquina puede esconderse un monstruo dispuesto a helarnos la sangre.
Dentro de un halo de luz blanca, una aparición fantasmagórica se paseaba por las habitaciones y el patio del Museo de la Bérengèrie. No era otra que la reina Bérengère, la cual fue abandonada por su esposo, el afamado Ricardo Corazón de León, y que vagaba por la hacienda esperando a que su esposo regresase de las Cruzadas, sin saber que falleció hace más de 800 años.
La Catedral de St. Julien, de estilo gótico aunque con tintes romanos debido a que se construyó reutilizando un templo ya existente, es conocida por sus importantes vidrieras y los conciertos de música sacra que se realizan en su interior. Durante las Nuit des Chimères, su aspecto inquietante se tornó espeluznante por momentos, aunque los 12 ángeles que se aparecieron en su fachada para ofrecer un concierto celestial destinado a ahuyentar los demonios que corren por las calles del barrio hicieron lo posible por tranquilizarme.
Para acabar el paseo, toda la familia Plantagenêt me invitó a cenar con ellos en el conservatorio haciéndome partícipe de uno de sus famosos banquetes reales y dándome a conocer a todos los miembros de la dinastía.
La Nuit des Chimères se celebra anualmente todas las noches desde la primera semana de julio hasta la última de agosto, la cual significa el final de verano. Personalmente la he disfrutado una vez (mi año Erasmus, qué tiempos aquellos) y no puedo más que recomendárosla. Si andáis cerca este verano… no os la perdáis.
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