Escuchar música de forma social: no, no quiero compartir lo que escucho
El otro día, paseando por Madrid, noté cómo todas las miradas se clavaban en mi nuca. ¿Qué había hecho? Pensé. ¿Tengo monos en la cara? No. Algo peor: se me había colado una canción de Nickelback en la lista de reproducción de Spotify y ahora todo el mundo lo sabía, seguro que era eso.
En una época donde parece que es correcto compartir todo lo que hacemos en las redes sociales, hoy digo que estoy harto de decirle al mundo lo que estoy escuchando. Sí amigos, me gusta que sepáis las cañas que me tomo pero la música, lo siento mucho, es sagrada.
No lo digo porque me avergüence de lo que escuche, al fin y al cabo de lo Nickelback fue sólo un despiste, pero estoy harto de que todo el mundo sepa que está sonando cuando estoy en casa, en la calle con el móvil o en mis momentos más tiernos.
No sólo eso, ya me he cansado de abrir Spotify y ver las recomendaciones en base a los gustos de mis amigos. A veces me planteo que debería cambiar de círculos y moverme por otros sitios porque, queridos lectores, no mola nada abrirlo y lo primero que veo es encontrar temas y temas de Pablo Alborán. Lo siento, yo no soy así de moñas. Espero que ustedes tampoco.
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