El cuento chino de los smartphones: no es oro todo lo que reluce
Los smartphones crecen como setas. Todo el mundo quiere hacer un móvil y es que, muchas veces, sólo basta con embuchar todos los componentes bajo una carcasa y meterle Android. Así de fácil y claro, los chinos (maestros de las copias) no podían dejar de aprovechar la oportunidad y empezar a sacar teléfonos como copias de figuritas de plástico en los noventa. ¿Os acordáis de esa época, no? Plástico malo pintado con tintas con las que podías colocarte con sólo olerlo…
Bien, esto se mantiene con los móviles. Ves las especificaciones de algunas marcas “nisu” y piensas: pues oye, no tiene nada que envidiarle a un iPhone o un Samsung Galaxy. Además no son caros por lo que, oye, te animas a pedir uno para el pesado de tu cuñado que no para de preguntarte por que móvil se compra. No tienes nada que perder y además así deja de darte la chapa.
Eliges uno que parece bueno entre muchas marcas de las que no has oído hablar en tu vida. Algunos, por fuera, parecen copias del iPhone. Otros no tienen especial personalidad. Te decantas por uno, lo pides y a las semanas te llega. Lo enciendes y, oye, pues no tiene mala pinta. Sin embargo, como todos los productos chungos de los chinos, a los días se empieza a notar que ese flamante smartphone no es más que un trozo de plástico cutre que se rompe a la primera de cambio.
Y así fue amigos. He comprado dos móviles chinos, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y uno de ellos me ha salido rana. El primero, todo hay que decirlo, fabuloso, porque no todos los fabricantes chinos son unos cutres. Mi recomendación: ojo con ellos y sólo recomiéndalo a los cansinos que no paran de preguntar qué móvil comprarse. Los chinos, sí, que son más baratos. Ja.
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