Echando de menos la cámara de carrete
La evolución de la fotografía ha conllevado la digitalización de la mayoría de procesos durante la captura y procesado de la imagen. Desde el punto de vista del fotógrafo / usuario final se facilita el flujo de trabajo, se puede conseguir el encuadre perfecto y la iluminación correcta en cuestión de minutos y no tienes que esperar al revelado para ver si la composición final queda como querías.
La verdad es que pese a las evidentes ventajas de la fotografía digital echo de menos la fotografía tradicional, esa sensación de cambiar el carrete, esa calma y tranquilidad con la que fotografiabas tus viajes y vacaciones al saber que tenías un número finito de fotos que hacías con tu cámara, siendo el de 24 fotos el más común y con el que en la mayoría de ocasiones eras capaz de tirar entre 26 y 27 fotografías. A día de hoy volvemos de vacaciones con cientos de fotografías de nuestros móviles, más las de nuestras cámaras.
Seguro que os habéis encontrado en esa situación al volver de una escapada de fin de semana y muchas más si hablamos de las vacaciones de verano. Volvemos con fotografías tomadas con nuestro móvil, el móvil de nuestra pareja y amigos y también con las cámaras digitales que llevamos con nosotros.
De todas esas fotografías y tras muchas horas de revisión, reencuadre y retoque acabas dándote cuenta de que la mayoría de ellas no valen para nada y es entonces cuando echo la vista a atrás y recuerdo el momento de la vuelta de esos viajes hace unos años. Volvías con tu cámara y con uno o dos carretes rebobinados con las fotografías que querías hacer en el lugar que querías hacer y como había limitación, eras más selectivo a la hora de echar una foto. El zoom de por aquél entonces eran tus piernas, es decir, andabas hacia adelante o dejabas espacio, para conseguir la toma que querías, la mayoría de cámaras de consumo las point&shoot tenían una focal fija.
Antes no hablábamos de megapixeles, de calidad de fotos con baja luminosidad sino de los momentos que vivíamos y al fin y al cabo eso es una fotografía, la captura de un instante de una experiencia que vivimos. Ahora podemos revivir ese momento nada más capturarlo, y eso hace que pierda importancia o peso en nuestras vidas.
Al llegar de viaje con los carretes ibas, generalmente la gente de a pie no tenía un estudio para revelar fotografías en casa, a la tienda de fotografía del barrio a revelar tus carretes y con un poco de suerte en dos o tres días las tenías tras hacer esa importante decisión, elegir revelado brillo o mate. Sí sí, en aquel momento ni Photoshop, ni retoque de gamma, EV, ni RAW ni nada, tan sólo elegir brillo o mate y el resto del trabajo estaba hecho. Nada de horas y horas eligiendo qué fotos valen, descartando las mal hechas o desenfocadas / movidas, ajustando los niveles, etc.
Además, personalmente me hacía mucha más ilusión ver esas fotografías en papel días o semanas después de haberlas tomado. Daba igual que estuvieran borrosas, poco enfocadas, muy oscuras o con mucho ruido, incluso que alguien estuviera medio fuera de la escena. En ese momento volvías completamente a ese momento.
Eso no quiere decir que ahora no vuelvas a ese momento, pero, quizá ahora disfrutamos menos de los momentos precisamente por ello, por hacer fotos y comprobarlas en el momento en lugar de seguir pasando un buen momento con tu gente.
Creo que hay momentos para todo y hay que disfrutarlos como debe ser. La digitalización en fotografía ha popularizado sin duda su práctica, pero hay que saber separar los momentos para revisar las fotografías hechas y los momentos que debes vivir sin tener que andar posando cada 2 minutos.
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