‘Bates Motel’, retrato del psicópata adolescente
En el cine de terror reciente se han puesto de moda las películas que intentan explicar los motivos de asesinos famosos mostrándonos sus orígenes: ‘La matanza de Texas: El origen’ (Jonathan Liebesman, 2006), ‘Halloween. El origen’ (Rob Zombie, 2007), ‘Pesadilla en Elm Street’ (Samuel Bayer, 2010)… Son películas que hacen flaco favor a los personajes: todas esas explicaciones psicológicas solo sirven para que pierdan misterio y, de paso, les perdamos un poco el respeto; y ya no les tengamos el miedo de antes.
‘Bates Motel’, serie recién estrenada en la cadena estadounidense A&E, se ajusta en cierto modo a esta corriente, aunque toma distancia y se toma sus libertades respecto a su referente, que no es otro que los personajes de ‘Psicosis’, la novela de Robert Bloch y el clásico del cine de 1960 de Alfred Hitchcock. Es una precuela, pero una “precuela contemporánea”, situada no en los 40-50 (como correspondería realmente a la adolescencia de Norman Bates) sino en la actualidad; en el primer capítulo se ve a Norman enviando mensajes con el smartphone. La distancia respecto al original permitirá a los creadores jugar libremente con personajes y tramas. Y de paso, los fans hardcore del legado de ‘Psicosis’ sentirán algo menos de recelo hacia el producto final.
Dicho esto, el legado de ‘Psicosis’ incluye ‘Psicosis III’ (Anthony Perkins, 1986), y esto es mejor. Todavía falta ver cómo discurre la acción, pero el primer episodio envió buenas (malas) vibraciones. Los showrunners Carlton Cuse (‘Perdidos’) y Kerry Ehrin (‘Friday Night Lights’) parecen plantearse, como poco, hacer una serie sólida. Da la sensación de estar en buenas manos, salvo cuando se recurre al susto fácil, que por suerte es en pocas ocasiones. El resto del tiempo, ‘Bates Motel’ se mueve a un ritmo contenido, buscando una atmósfera de ambigüedad y tensión contenida que alcanza su punto álgido en los momentos de intimidad de una madre y un hijo, Norma y Norman, unidos por una relación claustrofóbica, edípica y de consecuencias ya sabemos desastrosas.
Esto último no podría funcionar tan bien como funciona si no estuvieran ahí, al frente del reparto, dos intérpretes como Vera Farmiga y Freddie Highmore. La primera es una gran dama (algo infravalorada) del cine contemporáneo, capaz de dar entereza emocional incluso al papel más fláccido. Sus apariciones en ‘Infiltrados’ (Martin Scorsese, 2006), ‘Up in the Air’ (Jason Reitman, 2009) y ‘Código fuente’ (Duncan Jones, 2011), entre otras, han sido memorables. A su lado, el joven Highmore, conocido por sus papeles en ‘Descubriendo Nunca Jamás’ (Marc Forster, 2004) y ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ (Tim Burton, 2005) se luce como un Norman adolescente al que le resulta imposible congeniar con la realidad por la presión absorbente de su madre. ¿O es su mente la mayor culpable de todo? Es una de las preguntas que hace el piloto después de mostrarnos, justo al comienzo, al padre de Norman y marido de Norma víctima de un (solo aparente) accidente. La madre no se inmuta cuando el hijo le avisa del desastre. Extrañeza.
Esta muestra de ambigüedad podría servir para enlazar a la serie con ‘Perdidos’. Ya tenemos aquí un primer misterio al que dar respuesta –o no, que también es lícito–. ¿Y la conexión con ‘Friday Night Lights’? Bueno, se menciona a un entrenador. La influencia que tanto Cuse como Ehrin admiten es la de ‘Twin Peaks’: “Es una serie que era súper intrigante y parecía tener tremendas posibilidades”, decía Cuse en ‘Entertainment Weekly’. Ehrin añadía: “Y también lo guay de ‘Twin Peaks’ es que su pueblo permitía a la gente actuar de forma extraña sin juzgarla. Eso es importante aquí, también”. El Twin Peaks de ‘Bates Motel’ se llama White Pines Bay, y su aura retroactual tiene una deuda clara con la creación de David Lynch y Mark Frost.
¿Intrigados? ¿Piensan visitar White Pines Bay, o prefieren no mancillar sus recuerdos de ‘Psicosis’?
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