De la misma manera que pocos melómanos empezaron su colección de discos (uf, ¡qué viejo que suena esto!) comprando un clásico absoluto al estilo de The Velvet Underground & Nico, mi cinefilia despertó antes de saber quienes eran Federico Fellini, John Ford, David Lynch o Alfred Hitchcock. Mis primeros recuerdos ligados al cine son programas dobles, colas interminables que daban la vuelta a la manzana y la (eterna) espera a que llegaran a mi pequeña ciudad de provincias títulos mágicos sobre los que solo leía de tanto en tanto o, con suerte, cazaba algo en los avances (eso de los tráilers llegó luego) antes de cada pase.

Uno de mis primeros recuerdos en el cine le pertenece a Superman. Y por aquél entonces ni Richard Donner, su director, ni Christopher Reeves o Marlon Brando me eran familiares. Y mucho menos Pierre Spengler, productor de la cinta junto a Alexander e Ilya Salkind. Años después le conocería y descubriría a todo un personaje, un hombre de cine con miles de anécdotas y vivencias. A finales del pasado mes de septiembre, Spengler visitó España para presentar un pase de una versión restaurada de Superman en el marco de Phenomena, una aventura cinéfila dirigida por Nacho Cerdá en la que el cine, ir al cine, vuelve a recuperar la magia que tuvo hace un par de décadas. Charlar con uno de los padres de Superman fue un auténtico regalo, un viaje en el tiempo, a la primera fila de un momento y una forma de hacer cine que hoy, afortunada o desgraciadamente, es historia. Pero para historias, las que contó Spengler.

Las mil dudas sobre Superman, la película

Como el trabajo que supuso producir el film. Hoy, cuando hasta un superhéroe de segunda fila como Green Lantern es carne de franquicia, nos parece raro pero en 1975 tuvimos que convencer a todo el mundo de que Superman era filmable, contó Spengler, el primero empezando por la derecha en la foto anterior, un momento de descanso en el set de Superman II. Junto a él, Ilya Salkind, Margot Kidder, Richard Donner y Christopher Reeves.

Los productores independientes pre-vendíamos las películas a los distribuidores para, de esta manera, conseguir parte de la financiación de la producción. Y la gente no lo veía. Alexander Salkind, y a él corresponde el crédito de que el film saliera adelante, siempre decía que debíamos tener nombres, estrellas, tener un paquete significativo. Mario Puzo, el guionista, fue el primero. Después vino el director, Guy Hamilton. Y después nuestra intención fue llenar el reparto de estrellas. Primero nos planteamos dar el papel de Superman a un actor superconocido pero rápidamente lo abandonamos y decidimos rodear a Superman de estrellas y que a éste lo encarnara un actor desconocido. Y la gran estrella en esos años era Marlon Brando. Por su agente supimos que estaba disponible y que, además, necesitaba el dinero. Su mánager lo convenció y conseguimos a Brando. Luego, inmediatamente después, añadimos a Gene Hackman porque quería trabajar en una película con Brando. Y ya entonces hicimos un anuncio que proyectamos en el Festival de Cannes: Superman. Mario Puzo. Marlon Brando. Gene Hackman… Y entonces la gente empezó a creérselo.

Lo que cuesta creer es el proceso de cásting hasta llegar a Christopher Reeves. Hicimos muchísimas pruebas, miles. Recuerdo un actor que se fue al dentista y se cambió toda la dentadura para el cásting. También probamos con Bruce Jenner (un fornido atleta estadounidense, medalla de oro del decatlón de los JJ.OO. de Montreal 1976 y padre adoptivo de la tribu de celebrities USA Kardashian), muchísima gente. Hubo también actores conocidos que se ofrecieron para encarnarlo: Arnold Schwarzenegger nos escribió. Neil Diamond, extrañamente, quería ser Superman. Y con Christopher vimos rápidamente que era un extraordinario actor y que tenía la suficiente personalidad para interpretarlo pero era demasiado flaco. Cuando hizo su prueba coincidió con la que entonces era mi mujer en el autobús y, al llegar a la oficina, ella me dijo que ¡Uaaau! ¡Esto sí es un hombre! Enseñamos su bobina de prueba a Alexander, a la Warner… y todo el mundo dijo que sería el ideal… si tuviera algo más de músculo. Y Christopher trabajó para conseguirlo durante el rodaje. Ganó más de 20 kilos de puro músculo. Se pasaba seis o siete horas al día en el gimnasio. Y así consiguió convertirse en el Superman ideal.

¿Stallone como Superman?

Spengler pasó de soslayo uno de los grandes rumores que circularon en el momento de la producción de la película: que Sylvester Stallone fue el elegido para encarnar a Superman pero Marlon Brando se negó en redondo a trabajar con él y boicoteó su elección. ¿Os imagináis un mundo en el que Rocky o John Rambo compartiesen rostro (y bíceps) con el Hombre de Acero? Yo tampoco. Lo que sí me confirmó Spengler fueron las marcianadas que tenía en mente Brando para encarnar a Jor-El:  La mejor fue cuando Richard (Donner) fue a Los Ángeles para conocerlo. Quedaron en su casa y, tras una hora de espera, Marlon le dijo que  creía que Jor-El debía ser casi como una presencia, un personaje muy etéreo, intocable, algo que tuviese la apariencia de… una rosquilla verde fluorescente. Y Donner le replicó de una manera cojonuda: Marlon, si te pagamos el montón de dinero que cobras es para que la gente te vea a tí en pantalla, no a una rosquilla verde… A lo que Marlon respondió Touché.

El director de Superman

Encontrar a un director también fue un problema, más cuando Guy Hamilton, el director perfecto, según Spengler por su experiencia como realizador de la saga 007, era un profesional, tenía muchísima experiencia con efectos especiales, tuvo que dejar la producción debido a una serie de problemas de corte legal. Resumiendo, teníamos que rodar en Italia. Cuando vimos que no era posible y tuvimos que volver a Inglaterra la cosa se complicó. Guy, solo unos meses antes, había solicitado tributar como no residente y eso le impedía pasar más de 60 días al año en Inglaterra. No podía dirigir Superman. La situación económica era tal que nos vimos en la necesidad de renunciar a Guy  y, como resultado, las películas, la primera y la segunda parte de Superman, costaron tres veces más del presupuesto que teníamos para el rodaje en Italia… La historia es conocida: Richard Donner fue su sustituto. Lo que puede que no sea tan conocido es que, además de Peter Yates o Sam Peckinpah, sonó otro nombre como director: Steven Spielberg. Steven quería dirigir Superman. Su agente nos contactó y llegamos a negociar hasta que Alex nos preguntó ¿Y qué ha hecho este joven? Steven tiene la misma edad que Ilya o que yo. Y le contestamos. Ha hecho tres películas: El diablo sobre ruedas, una película para televisión estupenda; Loca Evasión, un fracaso de taquilla pero también una gran cinta, y ahora está rodando su tercer film, Tiburón. Una película que parece que tiene sus problemas pero que promete… Alexander nos dijo que le parecía muy bien pero que no era el momento de comprometerse con un director novato, con un fracaso de taquilla ya en su haber y que ahora dirige una cinta sobre pescados… Esperemos a que estrenen la película sobre el pescado. Una semana después del estreno de Tiburón le llamamos pero Steven nos dijo que estaba muy agradecido pero que ya estaba trabajando en otro proyecto, algo personal que acabaría siendo Encuentros en la tercera fase.

Un encuentro de altura que sirvió para reconciliarme con el cine de superhéroes de toda la vida –al margen dejo las tragedias de paladines torturados al estilo del Batman de Christopher Nolan, harina de otro costal– y para reafirma una convicción de acero: la cinefilia es un superpoder… al alcance de todos.

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