Todos somos Nexus 6
En un lejano 1985, cuando todos acudían en masa al cine a ver una película titulada ‘Rambo’ (‘Rambo: First Blood Part II’, George Pan Cosmatos, 1985), un servidor se acercaba a un reestreno. La película era un fracaso de tres años antes sobre la que se estaba hablando mucho —se sigue haciendo—, una aventura de ciencia ficción protagonizada por Harrison Ford, ‘Blade Runner‘. Aún me pone de mala hostia el recordar la desastrosa copia que nos proyectaron, pero algunas de sus imágenes se me quedaron grabadas en la retina y ahí siguen al lado de otras pertencientes a otros grandes films. El impacto que produce la visión de un Los Angeles futurista, o la imponente presencia de Rutger Hauer en el papel de Roy Batty —un replicante, modelo Nexus 6—, es algo que no se olvida.
Ya sea por ese creíble futuro desolador hacia el que nos dirijimos o por las terribles ansias de saber y vivir que tienen Batty y sus replicantes, es casi inevitable sentirse identificados con ellos, que parecen los malos de la historia. Al fin y al cabo en su negativa a aceptar su destino —tienen fecha de caducidad— se encierra el grito de rebeldía que todos hemos querido dar en algún momento. Uno que se oiga bien alto. Y el querer saber de dónde venimos, a dónde vamos o si nuestra mera existencia tiene alguna puñetera razón en este mundo, es algo que ha inquietado al ser humano desde que posee uso de razón. Como el replicante, que muere en el cénit de su existencia dando una lección de humanidad.
Todo ello podemos verlo a través del personaje de Rick Deckard (Ford), subrayado con esa demasiado obvia voz en off del monetaje estrenado en 1982 —el director´s cut, estrenado diez años después, es mucho más sutil al respecto—; y si una de las grandes bazas del film es el hecho de que juega continuamente con la posibilidad de que Reckard también sea un replicante —Scott ha aclarado muchas veces, cansado del tema, que efectivamente lo es— con ello se termina de realizar la conexión. Todos somos Nexus 6.
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