Steam, la plataforma de videojuegos de Valve, es un pozo sin fin que nos quiere engullir y que tarde o temprano acabará con nuestras vidas de una vez por todas. Steam nos ofrece acceso a un catálogo absurdamente grande de juegos que pueden ser nuestros en pocos minutos y por muy pocos euros. Es habitual encontrarse con títulos recién lanzados cuyos precios ya gozan de algún tipo de descuento, por no hablar de las promociones que van rotando continuamente o las famosísimas rebajas de verano de Steam. Nunca pasan desapercibidas.

El problema es que lo queremos todo y es tan fácil, es tan sencillo pulsar el botoncito “Añadir al carro”, que al final, efectivamente, arrasamos con todo. A tomar por donde amargan los pepinos vida social, pensamos. A la mierda el mundo real. Lo que queremos es tener todos esos juegos, pulsar el puto botón “Añadir al carro” cuantas más veces mejor, petar nuestro disco duro de cientos de juegos, sean buenos, malos, verdes o amarillos. Es tan fácil, es tan sencillo hacer clic y ver cómo los euros van desapareciendo de nuestra cuenta bancaria…

Luego no los jugamos. Luego vamos a Twitter a decir que nos hemos comprado treinta juegos en Steam porque a esos precios de risa quién puede resistirse, pero la mitad no los llegaremos a instalar hasta pasados unos meses. Mierda, quizás algunos no lleguemos a instalarlos nunca. Quizás nos demos cuenta de que algunos juegos ya los habíamos comprado anteriormente al ir a darle al jodido botón “Añadir al carro”. Acumulamos y nos olvidamos, pero nos sentimos de puta madre. Porque Steam, amigos míos, es la mierda.

Imagen | Loldwell
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