Experiencias míticas

Mucho fútbol y unos cuantos kilos de más

Oliver Benji

Lo pensé el otro día, al ver por la tele al Mono Burgos en el banquillo del Atlético. Hay jugadores que se abandonan al dejar el fútbol, de modo que, en poco tiempo, los kilos van haciendo irremediablemente presa de sus cuerpos, en un proceso análogo al del hombre recién casado, al que, sin saber muy bien cómo ni por qué, encuentras ya fondón cuando te cruzas con él a los tres meses de la boda. Quizás tenga que ver, lo de los casados, con aquello que me dijo en cierta ocasión un amigo al que llevaba tiempo sin ver. Cuando elogié su envidiable estado físico, carne de gimnasio sin duda, me respondió, medio en broma, medio en serio: “hombre, es que yo todavía sigo en el mercado”.

Cuando el fútbol sale por la puerta, los kilos entran por la ventana

En el caso de los futbolistas retirados no es difícil imaginar lo que sucede. El abandono del habitual ejercicio físico diario y la relajación de las costumbres dietéticas, poco a poco, van haciendo mella. No siempre ocurre, claro. Junto a Germán Burgos, en el banquillo del Atleti, estaba Diego Simeone, con su figura perfecta enfundada en un impecable traje negro. En el caso de Simeone los años no le han pasado factura en la barriga ni la papada, como a su segundo, sino en un cráneo cada vez más despejado, por mucho que se empeñe en disimular peinando su cabello engominado hacia atrás. Pero ese es otro tema.

Ahí está también el caso de Guardiola, que parece bastante más delgado que cuando daba patadas al balón. A Pep el banquillo del Barcelona le cobró algunos kilos y mucho pelo, ante lo cual finalmente decidió raparse. Quizás Simeone debiera tomar ejemplo. Pero ese es otro tema.

Suker

Pero por cada Simeone hay un Burgos y por cada Guardiola un Davor Suker. El croata dejó el Madrid, se fue al Arsenal, puso fin a su idilio con Ana Obregón y se retiró; no sé exactamente si en ese orden. Cuando volvió a aparecer un día en la televisión, su tamaño había aumentado considerablemente. Ni rastro de aquel larguirucho delantero que se diera a conocer en Sevilla y fuera máximo goleador del Mundial 98. Mucho más sorprendente fue lo de Sandro, aquel fino mediapunta que Valdano subió al primer equipo del Madrid y al que se le adjudicó la pesada carga de ser el nuevo Laudrup. El canario hizo una carrera apreciable en el Málaga, donde se olvidó de Laudrup y bastante tuvo con ser Sandro. Al poco de retirarse apareció una fotografía, jugando alguna pachanga, que dejaba ver que la jubilación le había sentado bastante mal. O demasiado bien, según se mire.

Otro que se abandonó tras la retirada fue José Luis Chilavert, el portero paraguayo famoso por lanzar faltas y penaltis. Nada comparable, en cualquier caso, a lo de Winston Bogarde. El día que me crucé con una foto suya me quedé estupefacto. Yo tenía la imagen de aquel lateral alto y atlético, de limitadas condiciones técnicas pero superdotado físicamente. No estaba preparado para lo que vi. El shock fue similar a cuando vi por la tele hace unos meses a Fermín Cacho, apoyando la candidatura de Madrid 2020. Hace años que le había perdido la pista, y en este tiempo ese enjuto atleta con los brazos en alto que mi mente recordaba se había convertido en otra cosa.

Pero sigamos con el fútbol, que me distraigo.

Barriletes cósmicos

No todos esperan a colgar las botas para coger unos kilos de más. Diego Maradona nunca fue precisamente una sílfide. Su menudo y compacto cuerpo, con el centro de gravedad muy bajo, le permitía hacer cosas extraordinarias. El que mejor lo describió fue Víctor Hugo Morales, que se inventó lo de “barrilete cósmico” después de que Maradona dejara el césped sembrado de jugadores ingleses para marcar uno de los goles más famosos de la historia. El problema es que en los últimos años de su carrera, el diámetro del barrilete fue en aumento. Cuando llegó al Sevilla, a principios de los noventa, todavía era capaz de hacer malabares con una pelota de papel, pero su figura ya no era la de su época del Nápoles. La cosa fue a peor en su ocaso, de regreso al Boca Juniors. La calidad permanecía intacta, pero el cuerpo cada vez estaba más alejado del de un futbolista de élite. Una vez retirado, su obesidad, combinada con su adicción a las drogas, llegó a amenazar seriamente su salud. Tuvo que pasar por el quirófano para someterse a un by-pass gástrico.

maradona

También Ronaldo Nazario fue ganando peso a lo largo de sus años de futbolista. El cuerpo del delantero brasileño con la camiseta del PSV o Barça, antes de sus graves lesiones, no tiene nada que ver con el que lució con la camiseta del Real Madrid. En la capital de España eran constantes las bromas a costa de su barriga, a las que él respondía con goles: la Liga 2002/03 la ganó casi él solo, con una recta final asombrosa (6 goles en los últimos 4 partidos). Ya en Milán, se le detectó un problema de hipotiroidismo, origen de su sobrepeso. Se retiró en el Corinthians, con la misma clase de siempre pero gordo como nunca.

Si con Ronaldo se cebaron las lesiones y el hipotiroidismo, a Adriano Leite, el que estaba llamado a ser su sucesor como 9 de Brasil, al que ya desde sus tiempos de Flamengo se le colgó la etiqueta de nuevo Ronaldo, fue el alcohol el que lo destrozó. Adriano se despeñó cuando estaba en la cima del fútbol, cuando era el delantero titular del Inter y la canarinha. Tuvo numerosos problemas en Milán y acabó emprendiendo el camino de vuelta a Brasil, con mucho menos prestigio y bastantes más kilos.

Otros tiempos, otros cuerpos

Hoy en día llama la atención ver a un jugador que asome siquiera una incipiente barriga. En otros tiempos no era tan extraño. Todos hemos visto vídeos de Ferenc Puskas con la camiseta del Madrid, metiendo goles como churros y ganando Copas de Europa con una llamativa panza. El húngaro llegó al Madrid con 31 años, fuera de forma y pasado de peso, tras dos años inactivo debido a la sanción de la FIFA por haberse fugado de Budapest tras estallar la Revolución húngara. A pesar de todo fue cuatro veces Pichichi y pieza crucial en la conquista de cuatro Copas de Europa.

Puskas-Real-Madrid

Hay unas famosas fotos de Puskas ya maduro, años después de su retirada pero vestido de corto, seguramente para algún partido de exhibición, en las que se aprecia que la embrionaria barriga de sus días de madridista se había convertido ya en algo incontrolado. Claro que si lo comparamos con William Fatty Foulke, Puskas casi podría pasar por modelo de pasarela. Foulke jugó de portero en los albores del fútbol profesional, en el cambio del siglo XIX al XX. Vistió las camisetas de Sheffield United, Chelsea y Bradford City y su oronda figura no le impidió ganar tres Copas inglesas y una liga, además ser una vez internacional, en un Inglaterra-Gales. Su imponente aspecto se puede ver en acción en el siguiente vídeo, correspondiente a la final de Copa de 1901, que jugaron Tottenham y Sheffield United. Foulke aparece despejando un balón, antes de ajustarse los pantalones a la altura de los sobacos, a lo Julián Muñoz.

En 1001 Experiencias | De Isidro Lángara a Jesús Navas: la emigración en el fútbol español
En 1001 Experiencias | El baloncesto también es cosa de bajitos

Comentarios

  1. Comentario by Margaret - noviembre 29, 2013 07:58 pm

    No me extraña, tanto tiempo cuidándose..pues cuando lo dejan comeran y harán lo que quieran…

    Responder  
  2. Comentario by Cristiano Ronaldo, la dificultad de sentirse superior - 1001 Experiencias - Men Expert de L'Oréal - diciembre 13, 2013 01:30 pm

    […] 1001 experiencias | Mucho fútbol y unos cuantos kilos de más En 1001 Experiencias | El baloncesto también es cosa de […]

    Responder