Michael Fassbender, sin vergüenza
Hay algo que nunca deja de sorprenderme: nos encanta que la gente hable mal de los otros. Y sé que estoy generalizando y que no es cierto, no todos sois así –y eso os honra– y que si no tenéis nada bueno que decir de alguien, os quedáis calladitos o calladitas. Pero no hay manera: es oír hablar mal de alguien y quedarnos como ante las televiones sin sonido en los bares: abducidos. Hay gente que tiene muy poca vergüenza. Por eso el post de hoy lo protagoniza Michael Fassbender. Y la culpa la tiene Charlize Theron, las malas lenguas y un viaje a otro planeta.
Empezamos con el punto que nos liga a la más rabiosa actualidad: Charlize Theron, en su última visita al show de Jimmy Kimmel –el presentador de uno de los late nights más recomedables y divertidos de la parrilla USA–, no se cortó un pelo y se quedó más que ancha comentando su reciente visita a otro show, ni tan recomendable ni tan divertido, de la TV española. Aquí tenéis el link y, como os conozco, sé que saltaréis directamente al minuto 2:47 para ver a la bella Charlize hablar no demasiado bien de… alguien. ¿Y cómo llego desde aquí hasta Michael Fassbender?, me preguntaréis con razón. O, más aún, ¿Quién es Michael Fassbender? La respuesta a la primera pregunta es sencilla. La segunda no tanto y arroja otra: ¿Dónde os habéis escondido los últimos cinco años? En un cine seguro que no.
Michael Fassbender es, a sus 35 años, una estrella. En el cine ha sido Stelios, uno de los 300 hombres del rey Leonidas; Bobby Sands; un crítico políglota en lucha con los nazis; Magneto, el joven; y Carl Jung. Analyze this! Un actorazo que, junto a Charlize Theron y la Lisbeth Salander original, Noomi Rapace, protagonizará uno de los grandes blockbusters de este verano: ‘Prometheus’, la precuela o reinvención con la que Ridley Scott regresa al universo de ‘Alien, el octavo pasajero’. La cinta se estrena esta misma semana en Francia, la que viene en Inglaterra e irá abriéndose paulatínamente en distintos países hasta llegar a España a principios de agosto. A mi modo de entender, una estrategia comercial con brotes suicidas. Pero Fassbender llega a esta película después de una trayectoria ascendente que se ha tomado su tiempo en despegar. La suya es una carrera sin reprise pero con la potencia de un camión: ahora no hay quien le frene.
De la misma manera que es imposible oír una mala palabra a Charlize sobre Fassbender, el pasado septiembre, en San Sebastián, era impensable encontrar a alguien que no hablase maravillas de este alemán de nacimiento, irlandés de crecimiento e ídolo de vocación. Fassbender llegó a Donostia después de cruzar media Europa: de Killarney, el pueblo en Irlanda donde sus padres siguen regentando el restaurante donde creció, a Duvrovnik, Venecia, donde presentaba dos películas a concurso en la Mostra, pasando por Barcelona y de ahí a San Sebastián. En moto. Sin equipo de publicistas ni entourage que le adule. Pero sí con su padre, que tiene un google alert para estar al corriente de lo que se dice de su hijo y leerle la cartilla cuando toca. Fassbender podría ser el hijo secreto de Ewan McGregor y Bill Murray: pelirrojo y amante de las motos como el primero, sorprendentemente cercano en su lejanía como el segundo. Lo dicho, Fassbender enamoró en San Sebastián. Algo así como Ryan Gosling en el Festival de Cannes. Aunque el ex Mickey Mouse kid, con ‘Drive’, tenía material para encandilar. Su presencia en pantalla era (es) imposible de ignorar. Gosling se comía la pantalla. Fassbender, con ‘Shame’ –su segundo trabajo con Steve McQueen– era imposible no mirar a otro lado. Las butacas se comían al espectador, consciente de todo aquello que su trabajo refleja de nosotros.
Carey Mulligan, compañera de Gosling y Fassbender en las dos películas, contaba hace poco que era una suerte que dos de las estrellas del futuro fueran también los dos mejores actores del mundo. Tampoco es extraño que ni uno ni otro fueran reconocidos en los Oscar o los Globos de Oro. De hecho, en estos últimos los dos fueron nominados… Pero solo Fassbender se hizo un hueco en la gala. Y fue gracias a los chistes de George Clooney, que dijo que Michael ya tenía premio suficiente y que él, para jugar al golf, necesitaba un palo y Michael, pues no. Otra vez las malas lenguas. Y eso que, en boca de Clooney, todo parece menos dañino. El caso es que tiene que ¿se puede decir joder? Pues eso, que tiene que molestar que habiendo firmado una de las actuaciones de tu vida la gente solo hable de tus otros talentos. Y precisamente ese es el leit-motive de la entrevista que Chris Heath le hace a Fassbender en el GQ USA de este mes de junio: ¿Por qué todo el mundo habla del miembro de Michael y no valora a Michael por lo que ha hecho? Aunque, claro, es difícil argumentar algo así cuando no te dejas de hablar de aquello que te esfuerzas en evitar…
Un tema, el de su desnudo frontal, que pasó desapercibido en ‘Hunger’, un título que, para vergüenza de las distribuidoras españolas, aún no se ha estrenado en nuestras salas. Pero las malas lenguas no pueden con Fassbender. Tiene ese algo que separa los aspirantes de los elegidos. Las chicas le quieren, los chicos quieren ser como él. Es imposible que este tipo caiga mal. Ni en las distancias cortas –dónde es un auténtico genio para construir momentos de intimidad, de conexión– ni en la pantalla, desde la que contagia una joie de vivre sin malos rollos, que te crees. Lo raro del caso es que haya tardado tanto en llegar a ser lo que es. Contaba Fassbender en San Sebastian que, después de conseguir un papel secundario en la serie ‘Hermanos de sangre’ –una producción para HBO de Tom Hanks y Steven Spielberg–, se pasó un par de años sin trabajar: no encontraba nada. Bueno, solo anuncios. Como estos. En el primero tenía 21 años… Y ya se le ve cómodo al fresco:
Ya véis: los desnudos son una constante en su filmografía. Y también lo son las malas elecciones. Alguna, como ‘Jonah Hex’, desastrosa. Otra, ‘Centurion’, que creo que, con el tiempo, recuperaremos en sesiones dobles de peplum cyberpunk. Otra marca de la casa son las peleas y bailes. Fassbender sabe moverse y sabe cómo encajar un puñetazo. Le da lo mismo que sea en una TV movie inglesa, un drama post-Dogma o en un experimento actioner de Steven Soderbergh. Si se tiene que bailar, se baila; que se tiene que zurrar, se zurra; que en pelotas, pues en pelotas.
Aquí le tenemos como rey de la pista en el telefime ‘Wedding Belles’ (2007):
Marcándose otro baile, este más poligonero si cabe, en ‘Fish Tank’ (2009):
Y pegando a una dama… que después le rompe la crisma en ‘Idomable’ (2011):
Por eso cae bien Fassbender. Porque se atreve a llevar zapatos de charol rojo, se deja noquear por Gina Carano y enamora a la hija de su novia. Es el nuevo caradura, el tipo al que darías permiso para salir con tu hermana. Un hijo de chef que cocina los mejores gin-tonics de Londres, un greñas que escuchaba a Iron Maiden que canta a los Beatles en directo. Michael Fassbender es el tipo de sinvergüenza del que nos encanta oír hablar bien.
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