M. Night Shyamalan, yo creo en ti
El título español de una magnífica pelicula de Henry Hathawway me sirve para hablar sobre el que considero uno de los pocos genios actuales en el cine estadounidense: M. Night Shyamalan. A poco de que se estrene en nuestro país ‘After Earth’ (id, 2013) —que está recibiendo varapalos importantes por parte de crítica y público— no está de más recordar algunos de los momentos más brillantes de la carrera de este director, ahora extrañamente más odiado que admirado. Supongo que pasa como con muchos considerados autores y su cine tan personal, o entras en sus películas o no entras; y ahí ya puede influir lo que cada uno busque o no en el séptimo arte.
Es fácil entender el enorme taquillazo de la historia del niño que, en ocasiones, ve muertos; con un dramático acercamiento al tema que mayor miedo/atracción nos produce: la muerte. Y todo ello pasado por el filtro del cine de suspense con una prodigiosa puesta en escena en armoniosa comunión con el guión, también brillante. Los instantes de puro terror, en un sentido clásico, mezclados con otros más dramáticos y una sabia utilización del giro final, son los componentes de su película más influyente. El éxito permitió a Shyamalan hacer lo que le diese la gana en su siguiente film.
El primer gran salto de fe —un tema muy recurrente en su cine, Shyamalan en cierto modo nos pide que creamos— se produce con ese, a mi juicio, maravilloso homenaje al universo de los superhéroes que aprovechaba el tirón de contar con Bruce Willis y una campaña de marketing brutal. El trabajo de su colaborador habitual, James Newton Howard, en la música empieza a cobrar una importancia vital en lo que Shyamalan nos narra en imágenes, la historia de un hombre normal y corriente que descubre que es un superhéroe, con su kryptonita particular y némesis incluido. Otro toque de fe, con la eterna lucha entre el Bien y el Mal en un ambiente cotidiano.
El director de origen indio se acerca al universo de los extraterrestres en un milimétrico cuento sobre una invasión alienígena en el que el espíritu de Alfred Hitchcock, la influencia más clara de Shyamalan, pulula por bastantes situaciones. La fe de nuevo, más claro que nunca, ya que el protagonista es un pastor, en el cuerpo del siempre efectivo, y taquillero, Mel Gibson. Con una escena para el recuerdo —la de Joaquin Phoenix aterrado frente al televisor— Shyamalan vuelve a incidir en el daño que puede hacer un elemento como el agua, algo que mosqueó a muchos que se olvidaron del extraordinario uso del suspense, y ese canto a creer en lo que uno hace o desea sobre todas las cosas. Como el propio director.
El engañoso tráiler —un mal que afecta considerablemente la promoción de las películas de Shyamalan— de ‘El bosque’ (‘The Village’, 2004) mosqueó a aquellos que esperaban encontrarse otro film de terror y no un retrato lleno de poesía, y al mismo tiempo fiereza, sobre el ser humano. Los miedos atávicos de nuestra especie enlazan directamente con el salto de fe más importante de su realizador, un cuento de hadas puro y duro, enmarcado en un bloque de apartamentos, trasunto del mundo que conocemos. Shyamalan, en un ataque genial de egocentrismo, se reserva el papel de salvador del mundo, mientras que la firgura del crítico cinematografico es masacrada sin piedad. Una película en la que se debe entrar en sus títulos de credito iniciales, o después ya no se hará. James Newton Howard nunca voló tan alto, nunca mejor dicho.
Y volvió a lo cotidiano. Hitchcock hizo con ‘Los pájaros’ (‘The Byrds’, 1963) un modelo de inspiración que influyó en enorma cantidad de cineastas. Shyamalan es uno, como hemos dicho, y ‘El incidente’ (‘The Happening’, 2008) cambia el peligro de algo tan normnal y corriente como un pájaro por plantas y viento. Falla por primera vez en su carrera en el casting, pero consigue instantes tan poderosos como el inicial desfile de suicidios, mientras se burla de las conspiraciones y los experimentos. La madre naturaleza nos está devolviendo el trato que le estamos dando, y su respuesta es tan contundente como coherente.
Estoy de acuerdo en afirmar que ‘Airbender: El último guerrero’ (‘The Last Airbender’, 2010) es su peor trabajo, pero no la tildaría de mala o pésima, los adjetivos más suaves que ha recibido; menos aún cuando está llena de ideas deslumbrantes de puesta en escena, como varios planos secuencia tan elegantes como espectaculares. El guión era simplemente penoso. La odisea del hijo de Will Smith nos confirmará si las películas de gran presupuesto se le escapan de las manos a Shyamalan, pero yo no pienso perderme ese viaje inicático en una Tierra devastada. Ni lo próximo que haga. Porque yo creo en Shyamalan.
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