Los caprichos del destino (o del casting)
En el mundo del cine, y especialmente en el oficio de actor, muchas carreras se forjan no por empeño y vocación sino por error. Errores propios y ajenos. Escoger un papel determinado, rechazar otro que no se acaba de ver, perder la paciencia porque un proyecto no acaba de arrancar o estar en el sitio justo en el momento adecuado es, en un negocio tan volátil como efímero, importantísimo. Por eso mismo desconfío y levanto la ceja cuando alguien comenta eso de que tal actor ha nacido para interpretar ese personaje.
Puede. O puede que no y que el azar haya jugado un papel decisivo. Y hay miles de ejemplos: Tom Selleck pudo haber sido Indiana Jones en lugar de Harrison Ford; Scott Baio rechazó el papel de Maverick de Top Gun; Viggo Mortensen llegó a la comarca de El Señor de los Anillos después que Peter Jackson despidiera a su primer Aragon, Stuart Townsend; y Ralph Fiennes se hizo con el rol de Conde de Almásy de El paciente inglés cuando Daniel Day-Lewis dijo que pasaba…
Dos reflexiones tras ver la prueba de Tom Selleck (¡Y Sean Young!) para En busca del arca perdida. La primera: qué ganas de ver las películas alternativas del universo alternativo donde toman forma, muy a lo Fringe, las variantes descartadas en el nuestro. Y el segundo es más un aviso para navegantes, actores y aspirantes a serlo: el rechazo es necesario. Vital. Para no estancarse y seguir creciendo pero también como herramienta básica en el kit de supervivencia de la profesión – en ningún mundo como en el de los actores juega el rechazo un rol tan predominante. Y, combinado con un poco o mucho de suerte, puede acabar llevándote hasta la administración de lotería donde venden el premio gordo. Eso le pasó a Henry Cavill y eso me contó en uno de los rounds de entrevistas para Immortals. El Charles Brandon de la serie Los Tudor, el nuevo Superman, el último Teseo, en diciembre de 2005, fue etiquetado como el actor más desgraciado del mundo. ¿El motivo? Había llegado a las pruebas finales para encarnar a Batman en Batman Begins; fue el descartado en favor de Daniel Craig para convertirse en el último 007; y Brandon Routh le birló en el último momento el papel de Clark Kent en el Superman Returns de Bryan Singer.
¿Más mala suerte? Pues sí: Cavill era el elegido por Stephenie Meyer quería que fuera Edward Cullen… pero la adaptación de Crepúsculo se retrasó tanto que, cuando al fin se puso en marcha, Cavill ya era demasiado viejo. Tenía 25 años y ya no daba el tipo de vampiro centenario adolescente enamorado de instituto. Y el papel se lo acabó llevando Robert Pattinson… solo tres años menor. Estuve a punto de dejarlo todo. Sobretodo después de lo de James Bond. Eso me jodió de verdad. Cinco años después las cosas han cambiado. Y para mejor, me dijo. Y no solo para Cavill, sino para Christian Bale –¿O no da el pego como Batman?–, Daniel Craig –¿No ha conseguido que nos traguemos que James Bond sea rubio?–, o Robert Pattinson. A Brandon Routh no le van tan bien las cosas, es cierto. Pero es lo que dicen: Cuidado con lo que desees porque puedes conseguirlo.
Y si algo tenía claro Cavill es que quería ser actor. Y eso implica perseverancia. Confianza ciega en uno mismo. Trabajo. Insistencia. Más trabajo… El éxito solo viene antes que el trabajo en el diccionario, dijo en un momento de la charla. De acuerdo. Pero, a mi entender, es la exposición al rechazo lo que determina el oficio de actor. Y sobreponerse a ella. Esa es la mayor de las vocaciones: creer que estás en lo cierto pese a que el mundo se empeñe en decirte lo contrario.
Nuestra charla terminó con una anécdota, una de esas notas a pie de página que tan bien quedan en los reportajes (cuando hay espacio para incluirlas, claro) y que aquí os resumo: Russell Crowe fue el mentor –sin que él supiera nada– del Henry Cavill actor:
Hará unos 11 años hice de extra en Prueba de Vida. Rodaban cerca de la escuela donde estaba internado y me presenté para mirar cómo era trabajar en una película. Después de una escena me acerqué a Russell Crowe y le pregunté qué tal era la vida de actor. No está mal, me dijo. Te tratan bien en algunos sitios y en otros no tanto. Y el sueldo tampoco está mal. Entonces vimos como se acercaba un gentío para pedirle autógrafos y se fue a la carrera. Dos días después un auxiliar de producción me entregó una foto de Russell en Gladiator firmada y con una dedicatoria: Un viaje de mil millas empieza con un solo paso.
Y ahora sus viajes coinciden de nuevo: en Man of Steel, el nuevo reset de la saga Superman, Russell Crowe interpreta a Jor-El, el padre en la ficción de Henry Cavill.
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