Los amantes de Hiroshima en tiempos de ‘Watchmen’
1985. Nueva York. El apocalipsis nuclear ronda por las cabezas de todos como el más probable del futuro de la humanidad. No en vano la Guerra Fría está en uno de sus momentos más tensos del proceso y sendos boicots olímpicos, y demás desplantes entre EEUU y la URSS no hace sino llevar las relaciones entre las dos superpotencias mundiales al punto más bajo. En cualquier momento alguien puede apretar el botón rojo, el llamado Reloj del Apocalipsis marca tres minutos para medianoche (es decir, el fin del mundo) y Alan Moore comienza a escribir ‘Watchmen’.
A mediados de los ochenta Alan Moore está bastante inquieto, tiene ganas de contar una historia con personajes olvidados para así relanzarlos, tal como hizo no hacía mucho con ‘Miracleman’ (o ‘Marvelman’). La adquisición de Charlton por parte de DC y la amenaza del holocausto nuclear son los ingredientes que necesita Moore para ponerse manos a la obra y comenzar a trabajar, junto con el dibujante Dave Gibbons en una historia de superhéroes retirados en tiempos pre-apocalípticos.
Testigos mudos de este mundo hay dos figuras. Una silueta negra plantada en las paredes de Nueva York. Las figuras de un chico y una chica unidos en un gesto de amor. Un misterioso graffiti que puebla las paredes de Nueva York como un supuesto gesto de esperanza ante el pesimismo de la sociedad de mediados de los ochenta quien proclama a los cuatro vientos que el final está cerca.
Esta silueta es recurrente a lo largo de ‘Watchmen’, una de esas cosas que demuestran que Alan Moore es un obseso de los detalles… y que gente como Gibbons le sigue la corriente. ‘Watchmen’ está plagado de pequeñas chorradas de este estilo. Porque sí, pueden ser muy trascendentales e incluso interesantes y con un montón de significados, pero en el fondo no dejan de ser chorradicas.
Y de todas las chorradas de ‘Watchmen’, los “Amantes de Hiroshima” y el resto de sombras románticas es una de mis favoritas… una representación del amor ante una destrucción nuclear. Una posible referencia (no está claro) a la película de la nouvelle vague ‘Hiroshima, mon amour’, del director Alain Resnais (quien, por cierto, tuvo bastante amistad con Stan Lee, la cabeza pensante de los inicios de Marvel). Una cinta en la que el director comparaba la ruptura sentimental con las consecuencias de la bomba de Hiroshima.
Estos amantes están en todas partes, ya sea en su forma de graffiti o como simple sombra de dos jóvenes (o no tan jóvenes) que se besan… Cobrando especial importancia tanto el trauma infantil de Rorschach como el “triángulo” entre Jon, Laurie y Daniel; con estos dos últimos dándose un caluroso abrazo cuando ven que la destrucción es inminente y que han formado parte del intrincado plan de Ozymandias para conseguir la paz mundial.
Dice el Cantar de los Cantares “Porque es fuerte el amor como la Muerte”, una sentencia que formaría parte del sentido de esta chorrada watchmeniana. Podemos morir, nos podemos desmembrar, pero siempre nos quedará el amor. Una imagen optimista en tiempos pésimos. Una imagen que cae en el olvido en cuanto se declara la paz mundial, como si el amor solo valiera en tiempos difíciles. Como si sobrara la necesidad amatoria cuando las cosas van bien, al igual que sobran otras muchas cosas a las que nos aferramos en nuestra muerte.
En 1001 Experiencias | Evey, el corazón de V de Vendetta
En 1001 Experiencias | Zack Snyder y las 10 reglas para hacer cine
COMENTARIOS
0