Laird Cregar, el gordo que murió queriendo ser delgado
Entre las tantas y tantas historias que bañan el mal llamado cine clásico, para mí sobresale la de Laird Cregar, un excelente secundario de los años 40. El actor, natural de Philadelphia, fue curiosamente uno de los primeros nombres que aprendí alejados de los más famosos, cuando empecé a interesarme por el séptimo arte. Así pues, a Cregar le tengo especial cariño por motivos evidentes, porque fue una parte importante de mi iniciación como cinéfilo en unos años en los que las televisiones públicas de este país emitían cine de verdad a raudales. El orondo actor participó nada más que en 16 títulos, algunos de ellos obras brillantes de cineastas muy conocidos, y otro no tanto.
Laird Cregar debutó en 1940 en el poco conocido film ‘Oh, Johnny, How You Can Love’, dirigido por Charles Lamont, y en el que Cregar tiene un papel insignificante. Su primer personaje con algo de relevancia fue en la película histórica de aventuras ‘El renegado’ (‘Hudson´s Bay’, Irvin Pichel, 1941) en el que compartió cartel con Paul Muni y la siempre maravillosa Gene Tierney. Luego vinieron films tan peculiares como el muy famoso por estos lares ‘Sangre y arena’ (‘Blood and Sand’, Roben Mamoulian, 1941), una historia sobre un torero, con Tyrone Power, Linda Darnell y Rita Hayworth; el Film Noir ‘¿Quién mató a Vicky Lane?’ (‘I Wake Up Screaming’, H. Bruce Humberstone, 1941) con Victor Mature demostrando que no estaba hecho para el cine.
Vuelve a repetir con Gene Tierney en ‘Rings on Her Fingers’ (1942), comedia romántica y uno de los films menos conocidos de Rouben Mamoulian que también protagoniza Henry Fonda; vuelta al cine negro de la mano de Frank Tuttle en ‘Contratado para matar’ (‘This Gun for Hire’, 1942) al lado de Alan Ladd y Veronica Lake. Sus papeles de villano iban perfilándose poco y su obesidad era perfecta para dar vida a villanos muy particulares, algo que pronto empezó a obsesionarle hasta extremos inimaginables. Un servidor sabe lo que es estar muy delgado, pero no puedo ponerme en la piel de alguien obeso, preocupado por su peso y por su imagen, objeto de burlas y harto de que le dieran siempre los mismos papeles.
Cregar da vida al mismísimo Lucifer en la inolvidable ‘El diablo dijo no’ (‘Heaven Can Wait’, Ernst Lubitsch, 1943), de nuevo con Gene Tierney, y el año anterior se codea de nuevo con Tyrone Power, más Maureen O´Hara en el clásico de aventuras ‘El cisne negro’ (‘The Black Swan’, Henry King). En 1944 protagoniza una de las cintas más famosas, y probablemente la mejor, sobre el personaje de Jack el destripador a la órdenes del gran desconocido John Brahm y al lado de Merle Oberon y George Sanders. Brahm le llamaría para interpretar su siguiente film, el excelente ‘Concierto macabro’ (‘Hangover Square’, 1945) que parecía una especie de remake del film anterior; en el mismo daba vida a un prometedor músico que escondía un terrible secreto. Antes de la filmación de dicha película las obsesiones de Cregar se toparon de frente con la horma de su zapato.
Entristecido por el hecho de que no le ofrecían más que papales de perturbado o villano —no siempre fue así, pero sus personajes más memorables entran de lleno en ese tipo—, tomó una decisión a todas luces radical. Se sometió a la dieta de adelgazamiento más brutal que recuerda el cine, de más de 130 kilos pasó a 88, con la ilusión de dar vida por primera vez en su carrera a un galán —además de repetir rol de asesino—, pero dicho sueño le costó caro. Los problemas intestinales no se hicieron esperar, y tras una operación de estómago murió de un ataque al corazón dos meses antes de estrenar sus última película, concretamente el 9 de diciembre de 1945, hace exactamente 67 años.
Desde su caso, los actores que quieren someterse a operaciones similares —surgen por ejemplo los nombres de Robert De Niro o Christian Bale— lo hacen controlando hasta el más mínimo elemento y son supervisados, algo que Cregar no hizo. Murió con 31 años, probablemente antes de llegar a la cima de su más que prometedora carrera.
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