La canción del Señor de las Tinieblas
Había llegado a Dublín de madrugada. Unas horas de sueño antes de preparar mi exiguo equipo de supervivencia (una grabadora de repuesto, libretas, bolígrafos y un paraguas) y hacia el set. Iba a cubrir el rodaje del último trabajo del director serbio Danis Tanovic, Triage, un drama bélico con Colin Farrell y Paz Vega. Había hecho mis deberes. Estaba preparado para todo. O eso creía.
Pero no lo estaba. Para empezar ¿Por qué narices hacía tanto calor? ¡Y qué solazo! ¡En febrero! ¡En Irlanda! Pese a que a veces no sé demasiado bien de dónde soy, tengo claro que aún me queda un trecho para dar el pego como abuelita-turista japonesa así que descarté utilizar el paraguas como sombrilla.
La localización del rodaje, además, era un páramo de asfalto. Los aledaños de un viejo hospital militar abandonado en el que se amontonaban las carabanas del equipo y de los actores. Y si habéis estado en un rodaje ya os imaginaréis cómo fue la cosa. ¿Que no habéis estado nunca en uno? Pues aquí va un secreto: ESPERA. Exacto. Eso es lo que uno hace en un set. Esperar. Los actores, el equipo de cámara, el director de fotografía, escenógrafos, maquilladoras… Todos esperan. Incluso el que manda, el director. Danis Tanovic, aburrido, me tomó bajo su protección y se dedicó a contarme las mil y una anécdotas de la producción. Dónde había comido unos excelentes chipirones en Alicante, cuando rodó en La Ciudad de la Luz. Sus planes para hacerse llevar una hamaca y montarla justo detrás de la cámara. Ahora bien, el gran protagonista de sus historias no era él. Era el miembro más veterano del equipo. Era Christopher Lee.
Y entonces Christopher Lee, con una innato sentido del tempo dramático, apareció en el set. Parafraseando a Napoleón, más de 240 películas me contemplaban. El Conde Drácula. Frankenstein. La Momia. Francisco Scaramanga. Sherlock Holmes. The Wicker Man. Saruman. El Conde Dooku de Star Wars. Lee tenía entonces unos 87 años y era (y es) historia viva del cine. Un mito. Una leyenda. También fuera de la pantalla. Descendiente de una antigua dinastía italiana, emparentado con la nobleza británica, primo de Ian Fleming, conocido de J.R.R. Tolkien… En la Segunda Guerra Mundial luchó contra los nazis. Y en los primeros años de la Guerra Fría, contra los soviéticos. Claro que sabía que formaba parte del elenco pero no tenía ni idea que iba a rodar ese día. Tenemos que repetir unas tomas, me contó Tanovic. ¿Quieres hablar con él? Lo arreglo.
Diez minutos después, frente a su tráiler, una apurada publicista me advertía: Si le preguntas algo sobre Drácula, corto la entrevista. Sube. Te está esperando. Y entré. Sus más de 190 cm empequeñecian aún más la salita de estar de su caravana. Armado con un bastón se dirigió a mí para presentarse. Soy Christopher, dijo con una voz grave y resonante. Mientras se sentaba en su sillón me tendió la mano y me preguntó de dónde venía. Pues esta vez de Barcelona. Y sin mediar pausa, Christopher Lee empezó a cantar. A grito pelado. Era Baixant de la Font del Gat. El conde Drácula cantándome una canción tradicional infantil catalana. Una vez terminó se explicó: Me gusta mucho cantar, ya lo has visto. A mi edad me viene bien hacer trabajar mi memoria. Intentar recordar canciones es un gran ejercicio. En Barcelona rodé la versión más fiel de Drácula. Con Jess Franco. Y me dio tiempo a conocer un poco la ciudad.
Y charlamos. De Drácula –para desmayo de la atormentada publicista, que no se atrevió a cumplir su amenaza–. Y de cómo echaba de menos a Peter Cushing, su rival en la pantalla en tantas y tantas ocasiones y amigo íntimo detrás de las cámaras. Del cine de terror de la Hammer. Y de Tolkien y de cómo le habría gustado haber interpretado a Gandalf… Aunque, a su edad, se veía demasiado mayor. O de sus ganas de salir en la entonces atascada versión de El Hobbit pese a que Saruman no aparece en el libro. Y de 007, de cómo Pierce Brosnan era el Bond que más se parecía al imaginado por su primo aunque Daniel Craig no lo había hecho nada mal. También de su amor por la ópera, la música en general y su particular concepción del heavy metal… ¿Sabes que pronto estaré actuando con mi banda en España? Tienes que venir a vernos. Somos muy duros. Hasta que le tocó repetir esas escenas y se disculpó para ir a vestuario. No quería hacer esperar al equipo de rodaje.
Y sí, ya sé que no es lo mismo pero, ante la imposibilidad de mostraros la canción que me dedicó, aquí os dejo una rareza: un fragmento de The Return of Captain Invincible, un musical marciano de 1983 con héroes de capa y spándex en el que Lee –evidentemente el malo de la película– le canta a un Alan Arkin (sí, el abuelo de Pequeña Miss Sunshine… aquí aún con pelo) las excelencias de un buen licor. Garbo habla, Christopher Lee canta:
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