Green Lantern, en la noche más oscura
Antes de que se me fuera dado el mayor arma del universo, antes de viajar a las estrelas mi padre me dio el poder de hacer cualquier cosa.
Hal Jordan es humano. Bueno, vale, es cierto que normalmente los superhéroes (excepto que sean homo superiores o alienígenas) son humanos. Pero me gustaría resaltar esa faceta, que de hecho le recordó un día Batman mientras combatían a Darkseid con la Liga de la Justicia: él y Hal son humanos sin poderes, la diferencia es que Hal se pone un anillo y recibe superpoderes. Pero por lo demás es humano: con su orgullo, su chulería, su compasión… sus sentimientos. Cualidades que precisamente le convierte en uno de los Green Lantern más destacados de todos los que han estado al servicio del Universo.
De pequeño, Hal Jordan fue testigo de una de esas desgracias que ningún niño debería ver. Hal admiraba a su padre, un veterano piloto de pruebas, y todos los días buscaba cualquier excusa para ir a verle al aeródromo. A veces iba antes de ir al colegio, otras veces después y en alguna ocasión ni iba. Algo que, como es lógico preocupaba sobremanera a su madre, así que iría siempre a hurtadillas. Lamentablemente en una de estas escapadas, (en la que, por cierto, conocería al que sería el amor de su vida Carol Ferris) presenciaría el accidente brutal que acabaría con la vida de su padre.
Este accidente no le amilanaría en absoluto y creció con la esperanza de convertirse también en piloto de cazas. Su padre le enseñó a seguir en todo momento sus sueños, su vocación. Así pues, el mismo día en que Hal cumplió dieciocho años, escapó de casa y se alistó en el ejército de los EEUU, algo que su madre nunca le perdonó. O eso pensamos, ya que sus hermanos le impidieron visitar a su madre en su lecho de muerte.
En el ejercitó intentaría seguir los pasos de su padre intentando convertirse en piloto de aviación. Eso sí, Hal Jordan no temía a nada y era un espíritu libre, lo que preocupaba mucho a sus superiores. La muerte de su madre le afectó profundamente, y su orgullo le impedía dimitir, así que hizo que le echaran y pasó a trabajar como mecánico de aviones. Una vida algo aburrida para él pero que cambió cuando la nave de Abin Sur se estrelló en los alrededores. El anillo de un moribundo Abin Sur le eligió a él para ser su sucesor, un miembro de los Green Lantern Corps, la fuerza “de seguridad” del Universo.
De repente Hal Jordan recibía lo que se le había arrebatado: el poder volar, surcar los cielos con el poder de su anillo, alimentado con su fuerza de voluntad. No había nada que no pudiera hacer; algo que, como veríamos, es peligroso. El caso es que el ser humano era su mayor cualidad y lo que más preocupaba a los celosos Guardianes del Universo, que desde Oa veían preocupados cómo esta humanidad de Hal Jordan, podría traerles problemas a la hora de asignarle misiones.
En una ocasión, en una visita a su buen amigo Oliver Queen (Green Arrow), un anciano afroamericano le quiso hacer una pregunta: Como superhéroe, Green Lantern ha ayudado a gente de todo el espacio, seres alienígenas de todas las formas y colores, incluso luchando contra la segregación racial en otros planetas… pero nunca se había molestado en hacerlo en casa. Una sentencia (también hija de la época en el que transcurre este cómic) muy directa, que hizo reflexionar a Hal Jordan sobre su papel cómo héroe.
Esto hizo que se pasara una buena temporada siendo vigilante a pie de calle, contestando ocasionalmente a las llamadas del deber de los Guardianes de Oa… hasta que se cansaron de esa falta de atención a sus deberes y le exiliaron en el espacio durante un tiempo. Una vez cumplido este castigo Hal seguiría siendo el de siempre, un superhéroe de tomo y lomo. Con los años Hal Jordan aprendería, muchas veces a golpes, lo que es ser un superhéroe y las consecuencias de dejarse llevar por sus emociones. Hasta puntos completamente insospechados, pero eso, me temo, es otra historia.
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