El Blues no está muerto
Afroamericanos que escupían su tristeza a golpe de víscera. Hijos de esclavos que cantaban a la tristeza de los campos de algodón, del látigo y del plato de arroz per secula seculorum. Almas solitarias que contaban con una desvencijada guitarra como única compañera. Perdedores cuyo hogar era la carretera, las estaciones de bus o granjas perdidas en medio de la nada. Podrían haber elegido cualquier vehículo para expresarnos su tristeza, pero decidieron inventarse el Blues, junto al jazz, uno de los padres del Rock tal y como lo conocemos hoy día.
Mayoritariamente negro pasada la Segunda Guerra Mundial, el Blues logró calar en las sociedad norteamericana por su componente melancólico y aferrado a la sutil protesta, como un canto agónico que insinúa mucho más de lo que llega a nuestros oídos. Llevado de la granja a la iglesia, la simple majestuosidad de los doce compases serviría como base para la aparición del Soul y del Rythm & Blues, una interpretación del visceral sonido convirtiéndolo en base para las Big Bands en su simbiosis con el jazz vocal tras la adición de instrumentos de viento y coros. Algunos ahora banalizan su impronta, pero fue la banda sonora de la segregación racial, de su auge y de su declive.
Llegados los años finales de la década de los 60 el Blues desembocaría en Inglaterra y gracias a ello llegaría al público blanco, público que había aceptado ya al Rock ‘N’ Roll como sonido generacional de aquella época. Así sería como los blancos eliminarían el viento y añadirían más cuerda al solitario blues, convirtiéndolo en Blues Rock en manos de gente de la talla de Eric Clapton y sus Cream, The Groundhogs, Ten Years After o el negro britanizado Jimi Hendrix.
Por la ausencia de algunos o el abandono de la esencia por parte de otros, el Blues se quedaría tan solo como sus creadores cuando el éxodo rural terminó y el drama social se trasladó de la granja a los suburbios. Los años de coqueteo con la electrónica por parte de las clases populares nos traerían al Hip Hop, el sonido que los jóvenes negros eligieron para airear sus penas y expandir su protesta social. El cambio iría más allá de la sustitución de la guitarra por el plato, pero este hecho sería dramático.
Afortunadamente, y como todos sabéis, todo lo que una vez fue acaba volviendo, aunque quizás en el caso del Blues nunca hubo despedida, solamente una desaparición de la primera línea. De hecho esa es la tesis que defiendo, el Blues no está resucitando, el Blues nunca murió. Hoy parece haber recuperado la esperanza, y son de nuevo los jóvenes (y algunos no tan jóvenes) quienes se aferran a ella y nos devuelven un Blues lleno de energía, deudor tanto de su faceta más primaria como de aquella que emana de su vertiente más festiva o más multitudinaria. El Blues no está muerto y estos nombres vienen a demostrarlo.
Joe Bonamassa
Niño precoz que ya tocaba Blues antes de los 10 años, el de New York es probablemente el máximo exponente de la generación de cuarentones que ahora dominan la vertiente más clásica del Blues. Con Gary Moore, Steve Ray Vaugham y Duane Allman como espejos en los que mirarse, debutó a los 12 años como telonero de un don nadie llamado B. B. King.
En su carrera artística ha coqueteado con el Jazz, con el Funk e incluso con el Hard Rock en su participación en el difunto proyecto Black Country Comunion junto a Glenn Hughes. Ha bajado tímidamente su impronta conforme su talento se diluye entre todos los proyectos en los que anda inmerso, pero la triada compuesta por Hard Cry Today, You & Me y Sloe Gin son la cumbre del Blues en el siglo actual, lo cual se dice pronto pero no resulta un acto temerario.
The Black Keys
Herederos en sus inicios del desvencijado y áspero Blues desarrollado por Jimi Hendrix, Dan Auerbach y Patrick Carney han acabado pasando por todos los estadios que el género permite hasta convertirse en banda de masas adelantando a bandas aparentemente consolidadas y volviéndose asiduos a las galas de entrega de premios de la escena mainstream.
Grandes adalides de la nueva popularización que el Blues está experimentando, han ido viendo crecer su fama siguiendo la misma trayectoria que el género negro en su evolución, pasando de la visceral crudeza a la bailable festividad, eso sí, respetando siempre los cánones y no olvidando nunca cuáles son los referentes a pesar de haberse convertido ya en referencia. Tanta es su pasión por el Blues que se han empeñado en traerlo de vuelta a lo más alto, sirviendo de mecenas para muy interesantes bandas, una de ellas la siguiente en este listado.
The Blackwater Fever
Impulsados por ser unos de los protegidos de Dan Auerbach, los australianos han dado el gran salto este año de la mano de su tercer álbum, The Depths. Ligados en sus inicios a la corriente cruda y minimalista impuesta por The Black Keys o The White Stripes, este año han apostado por la psicodelia y el Grunge como aditivos a una fórmula ya de por sí ganadora.
Sorprendentes por la virulencia de sus desarrollos instrumentales y por tener un vocalista que a veces nos recuerda a Kurt Cobain, The Blackwater Fever son una de las bandas que más han crecido en este 2013, título que probablemente compartan con los los que se sitúan debajo de ellos. Nunca la suma de un hammond ha supuesto una transformación tan sorprendente.
The Flying Eyes
Altamente influenciados por la nueva ola psicodélica que se viene desarrollando en el norte de Europa de la mano de gente como Graveyard o Troubled Horse, los de Maryland suman a la típica aspereza del Blues la rotundidad de los riffs de los icónicos Black Sabbath, construyendo muros sonoros que en ocasiones parecen dispuestos a aproximarse a las vibraciones del Drone.
Próximos en su primer disco al influjo de The Doors, su vocalista ha ido minimizando la herencia de Jim Morrison al mismo tiempo que las guitarras han ganado en gravedad y los desarrollos instrumentales en potencia. Efectivos como pocas bandas en la actualidad, además avisan de que su mejor disco está aún por llegar.
Gary Clark Jr
Designado por muchos como el verdadero heredero de Jimi Hendrix, a pesar de que el norteamericano no ha sido capaz este año de refrendar su talento con un disco a la altura, sigue contando como uno de los máximos exponentes de este nuevo Blues, un Blues que se mira en el espejo del pasado pero al que no le sonroja salirse del camino en el futuro.
Con una técnica a la guitarra envidiable que se ve correspondida con una adecuada interpretación vocal, son sus ganas por alcanzar la fama quienes le han jugado una mala pasada en el decepcionante Blak Blu, disco en el que los acertados temas Blues quedan apocados frente a sonrojantes intentos de atraer al público mainstream, jugueteando con el HipHop y el más casposo R’N'B. No le doy por perdido, pero muy pronto ha decidido ser Lenny Kravitz y dejar de soñar con Jimi Hendrix.
Seasick Steve
Y como en esto del Blues la veteranía es un grado, el último espacio en esta lista es para don Seasick Steve, un bluesman de los de toda la vida, con la impronta del vagabundo y la sabiduría del que lleva siete décadas sobre la Tierra. Natural de Oackland se conoce California como la palma de su mano tras recorrela de tren en tren y de bus en bus, siguiendo un camino errante pero con la supervivencia como meta.
Presente en las revoluciones culturales de la segunda mitad de siglo en San Francisco, acabó volviendo a vagabundear al otro lado del charco, siendo encontrado como músico callejero en el metro de París en los años 90. Gracias al dinero recogido acabaría viajando a la fría Noruega, tierra que acabaría llamando su hogar y donde grabaría su primer disco superados ya los 60 años. Respetando el espíritu del Blues clásico, su obra refleja con fidelidad las vivencias de un músico callejero que ha vivido con lo justo porque ha querido, porque nunca se ha sentido ligado a ningún lugar.
El éxito alcanzado en el momento más inesperado no es más que una sonrisa más de ese ente caprichoso que es el destino, el cual te guarda sorpresas detrás de cualquier esquina. Austero y crudo, su quebrada voz y maltratada guitarra no son más que una extensión de sí mismo, el reflejo de una vida fuera de las convenciones pero ejemplar para los cánones del Blues.
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